Ondeaban grandes banderas negras en aquel espacio emblemático, que sería tomado por una multitud, la cual llegaría caminando enmudecida. Un poderoso silencio, de lucha y protesta, en expresivo duelo, reuniría a 50 mil colombianos y colombianas. 50 mil seres humanos, todos con algún emblema de luto, se congregaron en la Plaza Bolívar de Bogotá. Aquel año las matanzas políticas se desataron en varias y numerosas ciudades colombianas. Una multitud lastimada realizaría La Marcha del Silencio. Al líder de la manifestación se le conocía por su contundente verbo y oratoria elocuente. En una campaña electoral había llegado a dar siete y diez discursos diarios, todos improvisados. Pero también su compromiso con los desasistidos, los humildes, los explotados era firme y definitivo. Corría el segundo mes del año 1948. Colombia, comenzaba a transitar dolida, parecía presagiar una futura cultura de la muerte, generada desde la oligarquía y el poder gubernativo. …la violencia oficial se generaliza en todo el país; las organizaciones obreras y populares son prácticamente aniquiladas y las masacres en las poblaciones de influencia liberal y comunista se multiplican…, (Beltrán Villegas, 2009). 60 años de guerra resultan demasiados para tantos caídos.
En diciembre del año anterior, 1947, en Boyacá, agentes policiales ebrios dispararon contra un dirigente liberal, Jorge Armando Cortés, atentado que incluía a su esposa y su hermano. Peregrinaba el mes de enero del 48 y los crímenes políticos se multiplicaban. La intolerancia avanzaba sobre todo el territorio neogranadino. En febrero de aquel, 1948, a relativos pocos metros del Palacio presidencial, la palabra de Jorge Eliécer Gaitán florecería en tono categórico pero sereno y contundentemente audaz. La petitoria en la voz del líder sería digna y definitiva; determinante y concluyente:
Señor Presidente: no os reclamamos tesis económicas o políticas. Apenas os pedimos que nuestra patria no siga por caminos que nos avergüenzan ante propios y extraños. Os pedimos tesis de piedad y de civilización.
Señor Presidente: os pedimos que cese la persecución de las autoridades y así os lo pide esta inmensa muchedumbre. Pedimos pequeña cosa y gran cosa: que las luchas políticas se desarrollen por la vía de la constitucionalidad. Os pedimos que no creáis que nuestra tranquilidad, esta impresionante tranquilidad, es cobardía.
Nosotros, señor Presidente: no somos cobardes, somos descendientes de los bravos que aniquilaron las tiranías en este suelo sagrado. Pero somos capaces, señor Presidente, de sacrificar nuestras vidas para salvar la tranquilidad y la paz y la libertad de Colombia, (Gaitán, 1948)
Aquel verbo livianamente recio exigía por los derechos humanos. Sabiendo que interpretaba el querer y la voluntad de una inmensa multitud, cuyo silencio clamoroso demandaba la piedad y la tranquilidad necesaria para la patria. Somos la mejor fuerza de paz de Colombia, afirmaría con precisión y fidelidad. Se trataba de una auténtica y legitima defensa por la vida. El verbo significaba con toda prontitud, la suma humana y social entre el líder y aquella masa humana. Una poderosa síntesis de encuentro se agolpaba en la emoción venida de una indefectible decisión de defender sus derechos.
Dos horas hace que ellos desembocaron en esta plaza y no hay sin embargo un solo grito, porque en el fondo de sus corazones se agolpa la emoción, pero como en las tempestades violentes la fuerza subterránea es mucho más poderosa y ésta sabe que tiene el poder de imponer la paz cuando los obligados a imponerla no la imponen, (Gaitán, 1946)
La historia recogería ese discurso con el título de Oración para la Paz. Aquella concentración humana se mantuvo en callado reparo hasta el final de la protesta. El líder actuaba como si el Presidente de la Colombia de entonces estuviera presente. En verdad la distancia entre el orador, la multitud y el palacio presidencial serían 120 metros. Una idea central se fue tejiendo en frases enteras, en reiteradas figuras y en palabras de sonoridad incalculable con una templada y definida dirección: increpar a aquel mandatario para dignificar la dimensión social y humana de hombres y mujeres, quienes en su gran mayoría obedecieron a la una consigna de decencia. El reclamo sobre el derecho a la vida copaba el escenario.
Excelentísimo señor Presidente de la República, doctor Mariano Ospina Pérez: …En todo el día de hoy,…la capital de Colombia ha presenciado un espectáculo que no tiene precedentes en su historia. Gentes que llegaron de todo el país, de todas las latitudes –los llanos ardientes y las frías altiplanicies, como las de esta capital– han venido a congregarse en esta plaza, cuna de nuestra libertad y de nuestra historia, para expresar su irrevocable decisión de defender sus derechos, (Gaitán, 1948).
Era el verbo del histórico discurso en Bogotá, del 7 de febrero de 1948. Uno tan memorable como los de aquellos 49 líderes restantes que compilaría la argentina Liliana Viola en su libro Los Discursos del Poder, (Colombia, 2004. Editorial Norma), que se haya pronunciado en la historia. Si nació en Bogotá o en alguna población de Cundinamarca, bienvenido; lo significativo es que ese líder será siempre el corazón del pueblo colombiano y seguirá siendo la palabra-alma de la humanidad doliente de América Latina. Porque somos fuertes somos serenos. Esta es la significación más exacta de que con nosotros no puede abusarse, (Gaitán, 1948).
Los años iniciales del siglo XX verán nacer, un 26 de enero de 1903, al hijo de una docente, Manuela Ayala, y de un librero, Eliécer Gaitán Otálora, a quien llamarían Jorge Eliécer. No se sabe si alguien pudo presagiar que sería el símbolo del infinito. La lapida que acompaña a sus restos tiene impreso esa alegoría. Actualmente el billete de mil pesos colombiano tiene impreso sus frases y su rostro. Se trata de Jorge Eliecer Gaitán Ayala, (Bogotá, 1903-1948). Viviría apenas pocos años, 45 para intentar ser exactos, los cuales serían política y contundentemente vividos. Prolijo y militante desde su juventud: con apenas 15 años participa en elecciones y apoya candidaturas, realiza intervenciones en protestas, promueve grupos literarios y de discusión de teorías políticas, así como organiza el grupo liberal en la universidad (1918-1919); con 21 años de edad egresa como doctor en Derecho y Ciencias Políticas del Alma Mater. Pronto un constitucionalista aparecerá en la escena política neogranadina con sapiencia y carisma. Amamos hondamente a esta patria nuestra y no queremos que nuestra nave victoriosa navegue sobre ríos de sangre, (Gaitán, 1948).
Su desempeño como jurisconsulto, activista político y escritor brilló en el verbo, en la acción y el ejemplo. Sería Alcalde de Bogotá, en el año 1936. Llegaría a ser, también, titular de la cartera de Educación, primero, en 1940, y en segundo término, como Ministro del Trabajo, en el año 1944. De igual manera, se desempeño como legislador por varios períodos, entre 1929 y 1948. Aspirante presidencial disidente del Partido Liberal en las elecciones de 1946, para luego alcanzar a ser su jefe máximo. Se proyectaba como candidato presidencial para las elecciones de 1950, las cuales se realizaron un año antes debido a su súbito, insólito y trágico asesinato. La muerte mientras más muerte más necia, sentenciaría en su poética, Víctor Valera Mora.
Todas las causas populares tenían en Gaitán a un líder. Aquel protagonismo se acrecentó a propósito de sus intrincadas y precisas intervenciones en el debate parlamentario sobre la Masacre de las Bananeras, sucedidas en 1928. Su asesinato precipito lo que en la historia de Colombia se conocerá como el Bogotazo. Se dice que aquel aciago día se reuniría con sendos líderes: un entonces dirigente estudiantil, cubano, Fidel Castro Ruz, y, con un político venezolano, Rómulo Betancourt. Quizás entre su sitio de trabajo, el Edificio Agustín Nieto, y el Hotel Continental, donde iría a almorzar aquel viernes, 9 de abril de 1948, al mediodía, quedará como reminiscencia de sus últimos impensables momentos de vida. Las balas salieron del revolver en manos de Juan Roa Sierra, quien lo esperaba a la entrada del edificio. Las heridas mortales de Gaitán desataron la muerte colectiva. El primer linchado sería Roa. La multitud inocente creyó que aquellos cinco tanques, que transitaban hacia el Palacio, apoyaban la rabia desatada. Se dice que al ser muerto el coronel que los comandaba, una vez en la plaza giraron y dispararon a quema ropa a la multitud. Esta otra masacre dejaría 300 muertos.
Jorge Eliécer Gaitán Ayala, Tribuno del Pueblo, título otorgado por las mayorías populares, a propósito de la defensa que lideró, entre el 3 al 6 de septiembre de 1929. Aquel parlamentario fustigó con vehemencia y lucidez a los responsables de la situación de los obreros y obreras de la United Fruit Company en la región de Ciénaga, en el departamento del Magdalena. Los trabajadores y trabajadoras reclamaban mejores y dignas condiciones laborales y un trato justo, hasta entonces ausentes e inexistentes. La respuesta de la trasnacional y el gobierno de la oligarquía colombiana sería asesinarlos impunemente, hecho que se conoce con el nombre de La Masacre de las Bananeras de 1928. El orador apela a la condición de universitario del entonces presidente, así como precisó sobre el temperamento popular y la inmensa disciplina del pueblo en la protesta.
Señor Presidente: aquí están presentes todos los hombres que han desfilado y demuestran una fuerza y un poderío no igualados, y sin embargo, no hay un solo grito. Aquí hay una contradicción a las leyes de la psicología popular. Un pueblo que es capaz de contrariar las leyes de la psicología colectiva, es un pueblo que os demuestra que tiene un espíritu de disciplina capaz de superar todos los obstáculos. Ningún partido en el mundo ha dado una demostración como ésta. Pero si esta manifestación sucede es porque hay algo grave, y no por triviales razones. Y esto obliga a los hombres universitarios a escucharla y a oírla, (Gaitán, 1948).
El 29 de octubre de 1924, con apenas 21 años de edad, egresa de la Universidad Nacional de Colombia con el título de doctor en Derecho y en Ciencias Políticas con la tesis titulada Las ideas socialistas en Colombia. En esta obra se declara socialista. Una conspiración internacional se había tejido para cometer el asesinato. Impedir a toda costa que el socialismo llegara al gobierno. En el 2018 se arriba a setenta años de haberse perpetrado aquel vil crimen, considerado un magnicidio. En el marco de los Acuerdos de la Habana para la desmovilización de la guerrilla de la FARC, se solicita a la Fiscalía General de la Nación declarar el crimen de Gaitán como delito de lesa humanidad con el objetivo de reabrir la investigación del mismo. Una tremenda deuda histórica reaparece en el siglo XXI. En el año 1927 egresa Magna Cum Laude del doctorado en jurisprudencia de la Real Universidad de Roma. Combatió a los círculos cerrados de hacer política; sería un auténtico líder de la clase media y de las clases populares. En el año 1933 funda la organización UNIR, la Unidad Nacional de Izquierda Revolucionaria, así como su impreso El Unirismo.
Uno de los experimentos populares quizás más significativos por sus alcances y proyección en la historia política nacional, (de Colombia), es sin lugar a dudas, el gaitanismo. Su líder, el abogado liberal Jorge Eliécer Gaitán, funda en 1933, la Unión Nacional de Izquierda Revolucionaria, (UNIR), que constituye un importante esfuerzo para aglutinar sectores obreros y campesinos, y que adquiere, muy pronto, gran fuerza…,(Beltrán Villegas, 2009).
La UNIR apoyó e impulsó la lucha por la tierra emprendida por los colonos y arrendatarios…divulgó ampliamente los derechos contemplados en la legislación agraria. Igualmente denunció los atropellos cometidos contra los campesinos sometidos por las autoridades al servicio de los hacendados. Promovió la organización en juntas de colonos, colonias agrícolas y federaciones de cultivadores, a las cuales prestó una eficaz asesoría jurídica para demostrar la ilegalidad de los títulos de los hacendados y reconocer en calidad de baldíos de los terrenos ocupados por los colonos y arrendatarios, (Marulanda, 1991).
En su posterior incorporación al partido Liberal se planteó el requerimiento de la Reforma Agraria. Por otra parte, en el ejercicio de cargos públicos adelanta reformas sociales, unas acertadas y otras popularmente rechazadas. En 1940, el presidente, Eduardo Santos Montejo, le nombra Ministro de Educación, y desde tal emprende la campaña de alfabetización, los comedores escolares, implanta el zapato escolar gratuito, el cine educativo ambulante, la extensión cultural masiva y da inicio al Salón Nacional de Artistas. La lucha contra la oligarquía, por la vida y por la restauración de la moral pública serían sus banderas en constante combate.
No me he engañado cuando he dicho mi concepto sobre la conciencia popular, ampliamente ratificada en esta manifestación, donde los aplausos desaparecen y sólo se oye el rumor emocionado de millares de banderas negras que aquí se han traído para recordar a nuestros hombres tan villanamente asesinados, (Gaitán, 1948).
Si bien es cierto que en las elecciones de 1946, el Partido Liberal participa dividido entre las candidaturas, la oficial de Gabriel Turbay y la de izquierda de Gaitán con abundante apoyo popular, situación que facilitaría el triunfo del conservador Mariano Ospina Pérez; no obstante, en las elecciones legislativas de año siguiente, el Partido Liberal, muy a pesar de estar divido, alcanza la mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes.
Los albores del año 1948 se inician con una terrible noticia: varios liberales serían masacrados a manos de los conservadores. Gaitán organiza varias marchas de masiva asistencia. La Marcha de las Antorchas y la Marcha del Silencio, entre otras. En esta última, un silencio por la existencia se apodera de la multitud asistente. Una plegaria por la vida se teje entre la muchedumbre. Un único ruido se escucha: el de las banderas y las pancartas movidas por el viento. El 1 de abril de 1948, la Universidad Libre le confiere el título de Doctor Honoris Causa en Ciencias Políticas y Sociales. El 8 de abril presentaría su último caso legal. Jorge Gaitán participaría en experiencias de comunicación comunitaria a través del periódico Jornada con su alto pana, Luis David Peña, con quien lo fundaría.
Impedid, señor Presidente, la violencia. Sólo os pedimos la defensa de la vida humana, que es lo menos que puede pedir un pueblo. En vez de esta ola de barbarie, podéis aprovechar nuestra capacidad laborante para beneficio del progreso de Colombia. Señor, Presidente esta enlutada muchedumbre, estas banderas negras, este silencio de masas, este grito mudo de corazones, os pide una cosa muy sencilla: que nos tratéis a nosotros, a nuestra madres, a nuestras esposas, a nuestros hijos y a nuestros bienes, como querríais que os tratase a voz, a vuestra madre, a vuestra esposa, a vuestro hijos a vuestros bienes, (Gaitán, 1948).
En la lapida de Gaitán se establece el año de nacimiento pero no el de su muerte. En su lugar está impreso el símbolo del infinito: la indudable continuación de su legado. El recuerdo de Gaitán acompaña la cotidianidad de muchos colegios y barrios que llevan su nombre, monumentos suyos existen en muchas poblaciones y en la misma Bogotá un teatro lleva su nombre. El municipio de Puerto Gaitán en el Meta y el corregimiento de Gaitania en Planadas (Tolima), fueron llamados así en su honor. Se ha dicho insistentemente que existen varias Colombias; la de los paramilitares, la de la oligarquía, la del narcotráfico, la del pueblo y es esta última a la cual pertenece, Jorge Eliecer Gaitán, quien constituye un ícono para estudiar, quizás, a la otra Colombia, que poco se conoce.
Os decimos, excelentísimo Presidente:
Bienaventurados los que no ocultan la crueldad de su corazón, los que entienden que las palabras de concordia y de paz no deben servir para ocultar los sentimientos de rencor y exterminio. Malaventurados lo que en el gobierno ocultan tras la bondad de las palabras la impiedad contra los hombres de su pueblo, porque ellos serán los señalados con el dedo de la ignominia en la páginas de la historia, (Gaitán, 1948).
Se evoca, no sin alegranza, aquella anécdota entre Miguel Otero Silva y Gabriel García Márquez, los cuales desde las respectivas Plazas Bolívar de cada país, a propósito de si supuestamente se sucedía una guerra entre Venezuela y Colombia, ambos acordaron salir con la respectiva bandera del otro país, gritando Miguel Otero, en Venezuela, Viva Colombia y el Gabo, en Colombia, Viva Venezuela. Impedid, señor Presidente, la violencia. Sólo os pedimos la defensa de la vida humana, (Gaitán, 1948).
Dos ex agentes de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) reconocen en el libro "The Invisible Government" (…El Gobierno Invisible) la participación de la agencia de inteligencia estadounidense en el asesinato de Gaitán, versión que el gobierno de Cuba ratifica en 2005 con un documental llamado "Operación Pantomima", como se llamó el plan de la Agencia Central de Inteligencia,(CIA), para perpetrar el magnicidio de Gaitán. Desde las clases explotados, los pobres de la tierra, los descamisados, como los llamaría Eva Perón, surge el verbo de justicia y derecho social de Jorge Eliécer Gaitán.
Hace tres décadas se trasladaron sus restos al Patio de la Tierra, en lo que se llamaría Exploratorio Nacional, el 9 de abril de 1988. Allí también se encuentra los restos de su madre y su esposa. El entonces presidente, Virgilio Barco, cargaría el féretro en aquel traslado. Su cuerpo está de pie, quizás como símbolo de su infinita presencia y su vertical bravura en la lucha por los pobres de la tierra. En una lapida circular se encuentran los restos de un perpetuo líder. La palabra se agita cual bandera que supo agitar la sonoridad del silencio. Hay partidas que no son más que un eterno regreso. Tal como Bonaparte escucharas la voz del tiempo pronunciada por el imperecedero infinito: No, no fuimos vencidos, sino vendidos…