Paz y victoria

El proceso de transformación social profunda que estremece al país surgió desde la postración de una derrota, como si de pronto hubiesen renacido las dianas de Carabobo. De nuevo el Libertador, como en el verso de Neruda, se despertó y nos convoca, y el haber sacudido su hamaca de campaña es mérito histórico innegable del presidente y líder de la revolución. Por ello nuestro pueblo lo ama y sigue y por ello marchamos en sus filas, rumbo a la liberación nacional y social de Venezuela y hacia la América integrada de Bolívar.

Con el Presidente Chávez compartimos la propuesta de un curso pacífico y democrático y la advertencia de que no es desarmado. La unidad, organización y conciencia del pueblo, cuya forja y consolidación no puede dejar de ser tarea incesante y cotidiana, es la fórmula para la paz y la victoria. Y en el momento actual, para batir las pretensiones desestabilizadoras contrarrevolucionarias y sepultarlas en un aluvión de votos conscientes dentro de los pocos días que nos separan del 3D.

La importancia del carácter pacífico proclamado desde el principio y defendido contra terremotos y tempestades, se comprueba mediante dos evidencias contrastantes: por un lado, la entusiasta acogida de los pueblos, que están observando la posibilidad de realizar transformaciones sociales profundas sin recurrir a los relámpagos rojos con los cuales las revoluciones de todos los tiempos estremecieron naciones, continentes y al mundo mismo, y esa observación entra a formar parte de sus esperanzas y a dinamizar sus perspectivas de lucha; por otro lado, la furia epiléptica con que la contrarrevolución busca romperlo y en función de ello ha desconocido toda norma democrática y manejado casi todo el instrumental del arsenal de la CIA. La contra ha entendido perfectamente que ese carácter democrático y pacífico es, como se ha escrito ya, un formidable escudo legitimador, y no cejará en sus intentos malévolos.

Algunos compatriotas revolucionarios piensan que la confrontación violenta es inevitable, necesaria y hasta deseable. Deseable por necesaria, según lo miran ellos. ¿Pero es inevitable y necesaria? Ciertamente, hasta ahora ha sido así en las experiencias conocidas, porque así lo han exigido las condiciones históricas; pero el problema fundamental de toda revolución, el problema del poder, es una cuestión de correlación de fuerzas, y si es posible construir una fuerza determinante, capaz de meter en cintura al enemigo de clase y obligarlo a ceñirse a un orden democrático legal y legítimo, si eso fuere posible, entonces el camino pacífico se abre y puede mantenerse. Y es ése el camino que gracias al lúcido liderazgo del presidente Chávez se ha abierto entre nosotros, y cuyo sustento es el apoyo de la gran mayoría del pueblo y la unidad cívico-militar. La condición para mantenerlo es el crecimiento cualitativo de esos factores, crecimiento en unidad, organización y conciencia.

Desde luego, hay que superar escollos internos para la construcción del poder revolucionario, escollos de carácter político, ético e ideológico, pero igualmente lo determinante en esta lucha es la mayoría popular organizada y con cada vez mayores cotas de conciencia, en comunidad de acción y sintonía con su líder fundamental y con los liderazgos intermedios consecuentes.

Sobre esta base todas las victorias son posibles y todas las utopías terrenalizables.


Esta nota ha sido leída aproximadamente 2988 veces.



Freddy J. Melo


Visite el perfil de Freddy J. Melo para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea.


Noticias Recientes:

Comparte en las redes sociales


Síguenos en Facebook y Twitter



Freddy J. Melo

Freddy J. Melo

Más artículos de este autor