El madurismo es una especie de secta en donde cada uno de sus integrantes, por lo general ateos, los pocos que se declaran creyentes de Dios e incluso, aquellos que aparecen por redes sociales invocando a las madres religiosas que son parte de nuestras representaciones culturales, tales como, Divina Pastora, La Chinita, Virgen de Coromoto, Virgen del Valle, entre otras, ninguno escribe pidiendo perdón al Todopoderoso, y menos al pueblo por sus errores o faltas. Por el contrario, los jerarcas maduristas utilizan esas celebraciones para generar sobre la base de tales fiestas religiosas un proselitismo político, mientras la praxis con la iglesia católica está fundamentada en un discurso que para nada invoca al cielo, y menos el amor por los semejantes.
Así tenemos que Nicolás Maduro en vez de implorar a Dios – se dice creyente – por quienes emigran de Venezuela en múltiples bendiciones por la prosperidad y la salud de los millones de connacionales que abandonan su patria, el presidente de la República lo que hace es despotricar de éstos con cualquier cantidad de epítetos y calificativos, siendo la más común aquella que los refiere como "lavapocetas".
¿Y por qué Maduro, diciendo ser copartícipe del escenario cristiano, utiliza tal condición para describir a quienes emigran, como si ésta fuera vergonzosa o generadora de miseria en el ámbito de los trabajadores, e igualmente aplicable en la mayoría de labores que ejecutan los venezolanos en el exterior? Pareciera que el presidente ignora que en el exterior existen connacionales que son docentes, médicos, científicos, investigadores, gerentes, empleados de áreas como el turismo, comerciales o agroindustriales, así como otros que destacan en deportes o se convierten en exitosos empresarios.
¿Y qué es un "lavapocetas" para Maduro? Un pata en el suelo, un muerto de hambre, un desgraciado, un infeliz, o algo así como un parapléjico, – como me definen los maduristas que me escriben – pues al final, cualquiera de esas construcciones semánticas lo que revelan es el cómo la secta que controla Miraflores junto con sus panegíricos piensan que es el valor del pueblo en su condición más despectiva y despreciable. Ninguno de ellos se expresa de manera benigna de los emigrantes. Incluso hasta una ministra que dice "defender" los derechos humanos, se ha expresado de quienes deciden irse del país como si fueran excrementos biológicos, llegando al punto de decir, palabras más, palabras menos, que ojalá nunca regresen a Venezuela. Verbigracia, queriendo decir que se ha ido la peste que no necesita el madurismo, y menos el país.
En consecuencia, cuando vemos el espectáculo mediático del madurismo porque regresan 100, 200 o 300 venezolanos, o que la cifra pudiera superar las 10 centenas, habría que preguntar a esos retornantes, ¿cuáles fueron sus condiciones y habilidades profesionales para efectuar su emigración, y si efectivamente las labores que realizó en el exterior fueron simplemente de "lavapocetas" o similares? Y preguntarle al gobierno ¿Por qué no activa el mismo avión que emplea para el regreso de venezolanos desde otras latitudes, a la orden de quienes deseen salir del país? Eso permitiría conocer de fondo si el número de personas que regresan, son en la misma cantidad quienes desean marcharse. Y por supuesto, permitiría darle mayor credibilidad a la palabra del madurismo en que prácticamente nadie quiere emigrar y la mayoría retornar.
¿Para qué hablar de la necesidad de impresión de pasaportes? Es obvio, que si nadie quiere irse del país, el madurismo a través de sus instituciones de identificación y extranjería no necesita generar tal documento. Así que eso de no entregar pasaportes es parte de la "campaña mediática", razón por la cual, la única verdad que debe salir a flote a través de los medios, sería declarar el propio Nicolás Maduro junto con Jorge Rodríguez en que no se están emitiendo pasaportes porque nadie los solicita. Así de simple.
En todo caso, suponemos que para los maduristas, como ninguno de ellos lava pocetas, - salvo los emigrantes "engañados" - pues entonces tenemos que intuir, que las pocetas de Miraflores deberían ser autolimpiantes con los propios excrementos de sus usuarios, y por ende, esas labores no existen en el palacio presidencial.
Ahora es perfectamente comprensible porque la bazofia es lo único que emana del madurismo en todas sus acciones y decisiones, al punto que las personas que desempeñan ese digno trabajo, prefieren ejercerlo en cualquier país o espacio de Venezuela, pero menos en las pocetas de Miraflores. A propósito de ser ciego. Quien tenga ojos que vea.