Gobierno bolivariano: de la tolerancia a la alcahuetería

En el Manifiesto de Cartagena escrito por Simón Bolívar en 1812, describe las razones que hicieron posible la caída de la I República en Venezuela. Destacaba que a cada conspiración seguía un perdón y a cada perdón seguía una conspiración. Hizo una reflexión, además, sobre la ausencia de un gobierno centralizado, la adopción del sistema tolerante hacia quienes se oponían al movimiento republicano y la debilidad del gobierno ante el enemigo, la desmoralización de las tropas americanas, la impunidad de los delitos y la influencia del clero y la necesidad de la integración latinoamericana, entre otros aspectos que resaltaba el padre Bolívar. Cansado de tanta traición mandó a fusilar a Piar por sus crímenes de lesa patria, conspiración y deserción. Sin embargo, cuánto daño a la humanidad se hubiera evitado si nuestros líderes hubiesen obrado con carácter fuerte, sin debilidades, sin rendimientos, sin presiones de ningún tipo. El comandante Chávez perdonó a los golpistas y a los seis meses éstos le propinaron el paro petrolero más criminal contra el pueblo de Venezuela, con el apoyo de los gringos, a pesar de haber estudiado ampliamente la traición contra Bolívar; pero esto no fue suficiente. El presidente legítimo Nicolás Maduro cayó en el mismo error de Bolívar y Chávez, perdonando a los que han conspirado contra él, a los golpistas, dejando en libertad a unos apátridas que se hicieron los locos, a otros que se hicieron los enfermos, unos que misteriosamente se escaparon; sin embargo, el peor de todos, ha sido la compasión que ha tenido hacia el que se cree presidente y que más daño ha ocasionado al país en este su período presidencial.

Es importante saber distinguir de perdonar con permisividad, de resistir con consentir, de tolerancia con alcahuetería, de lealtad revolucionaria con estupidez o pendejo; cuando el segundo término toca fondo, facilitamos el endeudamiento moral y material de los que nos rodean, ya que en este conjunto de alteraciones no se sabe dónde comienza la anarquía y dónde termina la revolución. La conducta tolerante tarde o temprano se acerca gravemente a la alcahuetería. Para los cristianos el perdón debe venir con el arrepentimiento sincero. Yo diría que esto último no es suficiente porque es fácil volver y volver al error, o a la falta, o a la profundización del daño cometido por parte del arrepentido hasta convertirse en una permisividad que alcanzaría la cúspide de la aceptación de una sociedad contaminada. Los revolucionarios estamos en una etapa de resistencia, cuya firmeza pareciera que ha confundido el gobierno con consentir a ciegas todas las políticas que emanen del gobierno revolucionario, lo cual no es cierto en virtud de que no podemos pasar por alto, por ejemplo, las acciones permisivas criminales de la oposición para que luego sean perdonadas y olvidadas, así como si nada. El gobierno bolivariano ha pasado de la tolerancia a la alcahuetería con la oposición; es decir, a través del perdón y de la resistencia que hemos tenido, se ha convertido en permisivo, a tal punto de estimular las conductas cómplices indebidas del sector ultraderechista, como entregar nuestros activos al imperio, instar a una intervención extranjera, permitir los hechos apátridas criminales de un señor que se autoproclamó porque así le dio la orden su amo Trump. Será más fácil, tal vez, que agarren a cualquier “cabeza e mango” que a un Guaidó, porque si lo privan de su libertad a los pocos meses lo dejan libre por “razones humanitarias”, o por “acuerdos en el diálogo”, cualquier figura es buena porque el papel aguanta todo. La ausencia de sanciones contundentes (por mencionar un caso), contra Empresas Polar, es un símbolo de debilidad de este gobierno. Se extremó de la tolerancia a la alcahuetería, a pesar de tener los cinco poderes públicos más la ANC a su favor. Los mal llamados acuerdos que se firmaron se lo pasaron por el paltó todos los empresarios de este país y aquí no ha habido sanciones, ni siquiera se puede llamar que hubo tolerancia, sino más bien “acuerdos muy bien negociados” entre funcionarios del alto gobierno y este sector. Mientras tanto, todos sufrimos por igual, haciendo colas, buscando efectivo, ganando más inflación, más corrupción, más militares (guardias y policías) que se aprovechan de la crisis para cobrar “peajes” a quienes van para el otro lado de la frontera; más paramilitares que violan nuestra soberanía exigiendo pago de “peajes” en pesos a todo ciudadano dentro de nuestro territorio que pase la frontera. Es la lucha social de clase, de los que no tienen contra la clase pudiente, es la traición que ha sido perdonada una y otra vez.

No queremos que se confunda la lealtad revolucionaria con estupidez, porque pendejos no somos. Nosotros seguimos de pie no para seguir alimentando el capitalismo de una nueva oligarquía antirevolucionaria que surgió y se alimentó de este proceso, para imponernos una “burguesía revolucionaria”. Rotundamente ¡NO! Nosotros luchamos para crear un auténtico socialismo, una genuina democracia, no una anarquía, ni autoritarismo, donde a la oposición se le permite hacer todo y el gobierno consiente sus caprichos, bajo la premisa de que el pueblo que le ha acompañado siempre les seguirá a ciegas. La prioridad no era negociar la libertad de quienes cometieron crímenes de lesa humanidad, de quienes participaron en golpes de Estado, sino la más inmediata era y es la de dar capacidad de respuestas a las necesidades que el pueblo sufre: la atención de la alimentación y de medicamentos e insumos, los servicios básicos (especialmente la energía eléctrica, gas y comunicaciones), adquisición del efectivo, entre otras insuficiencias que no se pueden cubrir. El pueblo aún confía en los cambios que el presidente Maduro ofreció durante su primera campaña. En este sentido, urge comenzar por los cambios del tren ejecutivo, que cesen los conflictos internos dentro del partido de gobierno —que abran paso a la pluralidad, a la crítica, no a la censura y a las sanciones incoherentes por las denuncias que se realizan—, que cese la alcahuetería y la permisividad que el gobierno ha tomado con la oposición. Firmar acuerdos sin escuchar la voz del pueblo, será el fracaso de este gobierno; jugar con la tolerancia, la lealtad y paciencia del pueblo, es peligroso; no más tregua a su dolor, porque puede generarse una implosión como el fenómeno “el Caracazo”, este digno pueblo puede tomar otros derroteros distintos que pueden ser lamentables para la revolución hasta perder la V República. Ya es el tiempo, ya es la hora, de hacer la profunda Revolución Bolivariana. El mundo está cambiando, la América toda no escapa de estas transformaciones, todas estas circunstancias cambian también, de lo contrario las mutaciones vendrán por la misma fuerza de la gravedad que le impondrá este sistema a un pueblo que se niega a seguir siendo esclavo de un imperio, a continuar con el salvajismo del capitalismo; pero estos cambios obligados no serán fáciles si el pueblo no está preparado. Por lo tanto si se inicia desde la matriz, ayudando a formar consciencia, la crisis se supera sin mayores traumas. La tolerancia es amor y la alcahuetería es actuar por temor a enfrentar la verdad. El miedo conlleva al desamor porque se hace parte de él. A nosotros nos asiste la verdad y el Amor por trabajar activamente por la justicia y la libertad para elegir el sistema que más beneficios de a la humanidad.



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Esmeralda García Ramírez

Licenciada en Administración Articulista

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