Tiempo atrás, el 3 de septiembre, escribía en “Un mundo fantasma” las siguientes frases textuales: “¿Y si observamos un pueblo minero abandonado que nos dice? Que por allí pasó la ambición, la fiebre de oro, el sueño de una vida ascendente y mejor, obtenida de modo veloz. Mucha gente vino en estampida en pos de un sueño, unos pocos encontraron algo y entonces llegaron los que compran y regulan el precio del oro.
Montaron negocios con herramientas y alimentos con precios exorbitantes. Bares con alcohol, mujeres y juegos de azar que en pocos días limpiaban los bolsillos del esfuerzo de meses o años. Hasta que se terminó el oro, levantaron sus negocios y se fueron a vivir de otros que trabajaran. Allí solo quedó un pueblo fantasma cual testimonio de la volátil siquis humana.
A veces me imagino a Venezuela, y por añadidura al mundo con ese mismo modelo. Se descubrió el petróleo, la energía que aceleró el movimiento, que revolucionó al mundo, que dejó atrás el modelo estacional campesino y su ritmo de vida. Y a partir de allí se construyó todo lo demás. Vinieron los negociantes, establecieron las reglas y en torno a la extracción del petróleo comenzó a girar y construirse el país.
Lo que goteaba, las migajas que caían del banquete configuraron una sociedad completa. Burocracia, partidos políticos, obreros, ideologías, discusiones intelectuales. Se creó un nuevo modelo cultural completo que sustituyera al cíclico o estacionario campesino, dando nueva dirección útil a los intereses de los nuevos señores y dueños de todo. Transculturización.
Ahora ya avanzábamos en el tiempo, camino de la felicidad que las élites vivían anticipadamente. Periódicos, radio, TV y cine se encargaban de mostrarnos el Cielo hecho realidad en la Tierra y los caminos para alcanzarlo. The End. Y todos fueron felices.
Todo era prestidigitación de los magos, un entretenimiento para la atención mientras se llevaban lo único que les interesaba realmente a precio de gallina flaca, cambiándolo por espejitos de colores y alcohol. Dentro de un tiempo eso se terminará y quedará un país, tal vez un planeta fantasma.”
En estos días he leído que China se prepara para lanzar al mercado trillones de dólares de sus reservas, es decir a comprar euros, oro y plata. Tal vez sea mañana, la semana siguiente o dentro de meses. Pero es solo cuestión de tiempo que suceda, es inevitable. ¿Y entonces?
Entonces una economía mundial dolarizada organizada en su totalidad para exportar al gran mercado de consumo usamericano, se desmoronará y arrastrará a todos en su crisis. Hace meses o años que esto se sabe y se advierte, pero por inercia seguimos, justamente porque todo estaba montado para exportar al gran estómago insaciable de consumo.
Que se traga todos nuestros recursos energéticos, materias primas, alimentos, mano de obra, sudores y vidas. Pero por temor al gran descalabro resultante, se seguía comprando todos los excedentes en dólares y financiando al imperio que todo lo tragaba. ¿Y para qué? Pues para contaminar la atmósfera y las aguas en una orgía o bacanal de hedonismo consumista.
¿Y a cambio de qué? Una vez más de espejitos pintados, de papeles pintados de verde que todos sabemos que no tienen respaldo, se producen al por mayor y se inunda el mercado a conveniencia. Así que cualquier día de estos despertaremos y el gran sueño moderno se habrá hecho trizas, añicos, se habrá ido por el desagüe.
Ya se fue hace tiempo, pero como nosotros no percibimos sino los hechos consumados, y como somos cariñosos, nos cuesta desprendernos de lo que nos acompañó por tanto tiempo. Aunque nos esté matando, parasitando, le tenemos cariño y nos da tristeza que se termine. Mejor malo conocido que bueno por conocer.
¿Y ahora qué? Pues al decir de Joan Manuel despertaremos sentados en una calabaza y chupando un palo. Cuando los fantasmas que habitaban en nuestra mente y veían por nosotros se caigan, contemplaremos el mundo sin el velo de los sueños y veremos sorprendidos lo que hemos hecho con nuestro entorno natural y humano en pos de un estúpido sueño.
Hoy nos sorprende y sentimos enorme rechazo cuando leemos que algunos pueblos antiguos tenían supersticiosos rituales de sacrificio de los más jóvenes y hermosos guerreros y doncellas vírgenes a sus dioses. ¿Y qué hacemos nosotros? ¿Qué es ese estómago y hambre sin fin, ese monstruo al que engordamos sacrificando nuestro hábitat y especie?
¿A qué dioses sacrificamos y desangramos nuestras jóvenes generaciones en estúpidas e inútiles guerras, o para defender el sagrado orden y la propiedad privada? ¿En pos de qué estúpidos sueños consumimos nuestras vidas generación tras generación?
Yo diría que no hay tanta diferencia entre aquellos dioses y paraísos de los vikingos y los pueblos llamados bárbaros en general, para quienes la dignidad que los hacía merecedores de tal morada y premio era morir en batalla, con las botas puestas, y la lucha sin fin en que hemos convertido nuestras vidas.
Cuando recorres la historia atendiendo a lo esencial, sin prejuicios, encuentras siempre los mismos mecanismos mentales humanos. Alguien que no era muy amigo del trabajo, del esfuerzo físico y que tal vez tenía cierto tipo de inteligencia por encima de lo común, buscaba unos fortachones como guarda espaldas y les prometía ciertos privilegios.
Los usaba para apropiarse de las tierras colectivas y en caso de ser necesario, justificaba la expropiación con rumores de que algún dios había hecho saber que esos eran sus designios. O tal vez el decomiso tenía por motivo el que un difuso enemigo ponía en peligro la seguridad del grupo, siendo necesario que todos se unieran en su contra y pagaran impuestos para su prevención y defensa. A partir de entonces se alquilan parcelas para trabajar y/o se pìde un porcentaje de la producción a cambio. Además se impone un orden policial, represivo.
La resistencia o el disgusto por el esfuerzo físico, motriz, es característica del biotipo intelectual. Y de esa misma resistencia surge el ingenio para el ahorro de energía, para la eficiencia, el máximo resultado con la mínima inversión, es decir la ciencia y la tecnología.
Así el impulso libertario, en este caso del esfuerzo necesario a satisfacer las necesidades experimentado como disgusto, obligación, genera un tropismo esclavizante que cosifica al ser humano y lo usa para la propia comodidad. Tu esclavitud es el requisito para mi libertad y economía.
Pero todo ser humano comparte el impulso libertario, así que al llegar la opresión a ciertos umbrales de tensión se produce la reacción contraria. La lucha por la libertad de una esclavitud que también se experimenta como disgusto y obligación no deseada. Allí tenemos ya pintada la dialéctica básica de la historia, que se va enriqueciendo y haciendo cada vez más compleja.
En medio de esclavitudes y luchas libertadoras que cada bando interpreta según sus circunstancias y conveniencias, representándola en su producción religiosa con sus dioses y demonios particulares, se va produciendo la evolución en las formas, el conocimiento, la tecnología que posibilita transformar el entorno para adaptarlo a nuestras necesidades.
A lo cual hemos dado en llamar progreso y nos ha llevado a concebir que avanzamos hacia un futuro promisorio, creciente en felicidad. Hoy el tejido de intereses económicos posibilitado por la tecnología es global, planetario y sus interdependencias sumamente estrechas y complicadas.
Instaurar y sostener esa red de explotación requiere una gran concentración de capital, inversiones en la investigación y desarrollo de sofisticadas tecnologías de producción, comunicación y transporte, además de una gran maquinaria bélica. Esto genera un tropismo, un circuito cerrado de difícil salida.
Me hace acordar a mi exesposa, ella contrataba una empleada porque esperaba la confirmación de un posible trabajo y la necesitaba para hacerse cargo de las tareas de la casa y los niños. El trabajo no salió, la lógica era prescindir de la empleada. Pero no todo es lógica en este mundo, así que ella salió a buscar un trabajo para mantener a la empleada.
Cuando desvías los fondos a reinvertir en la producción, y la dirección de la investigación y tecnología hacia complejos de armamentos bélicos, especializas una función social dependiente de tal inercia. Toda inercia busca su continuidad y si los hechos no la ameritan entonces los crea. Inventa un enemigo, Rusia y el comunismo, el terrorismo y el Islam.
Así que ahora la prioridad ya no es producir lo necesario, sino utilizar el poder bélico, económico y tecnológico para apropiarte de las materias primas y productos ajenos. Una esclavitud moderna. Todo lo cual es matizado con delirios mesiánicos, designios y revelaciones de los dioses, razas o clases superiores predestinadas.
Es muy particular porque también lo siente toda la especie, solo que unos lo interpretan como dominio y control de las razas inferiores, degeneradas. Conciben extraños experimentos científicos al estilo Frankestein, para producir el nuevo y superior hombre que dominará la Tierra.
Mientras que por lo general los explotados llegan a un nivel tal de opresión y tensiones que comienzan a soñar el nuevo hombre y mundo, pero como igualdad, libertad, hermandad y justicia. Y también tienen sus dioses, héroes, ideologías y doctrinas.
Lo verdaderamente resaltante en todo esto es que los seres humanos caminamos por el mundo, peregrinamos en el tiempo impulsados por modelos internos, por ideales que trascienden las necesidades y las rutinarias actividades cotidianas para satisfacerlas, que nos impulsan siempre hacia un distante futuro, proyectan nuestra mirada en lejanos horizontes.
Por eso estamos siempre predispuestos a luchas liberadoras-opresoras cada vez que la organización de nuestro grupo social y sus actividades económicas, se vuelven sumamente restrictivas generando elevados niveles de tensión. Si no existieran esos modelos internos, mentales y eso umbrales de tolerancia a la tensión,¿qué dispararía esas gestas libertadoras?
En estos complejos paisajes y modelos humanos también sucede que se enfrentan diferentes luchas libertadoras, que creen que sus modos particulares de dirigirse hacia la felicidad son opuestos. Por tanto no caben ambos en el mundo, pues se limitan mutuamente y antes o después habrán de enfrentarse y dirimir cual de sus dioses es el verdadero y más poderoso.
Estos eternos sueños y luchas libertadoras toman modernamente la forma de la economía socialista, que ha desarrollado numerosas teorías e intentos prácticos. Mediante los cuales se espera que las mayorías explotadas puedan acceder a un mejor nivel de vida, a tomar en última instancia el control de sus vidas y decidir como quieren vivir.
Es con este antiguo guión esencial y unos argumentos que se van enriqueciendo, con interrelaciones que se van ampliando y haciendo cada vez más complejas, que llegamos a la llamada modernidad en que la economía se globaliza. Hoy estamos ante el intento de imposición de un modelo económico y cultural hegemónico, único.
Tal vez sería más preciso decir ante la institucionalización de un modelo que se viene imponiendo por diferentes vías y recursos desde la segunda guerra mundial, que se acentúa en las últimas dos décadas y media. Y que ahora en gran parte por la misma decadencia de tal modelo se pretende imponer acelerada y devastadoramente para impedir su inevitable caída.
Es esta imposición global, planetaria, la que genera simultáneamente un elevado sistema social de tensiones, una nueva sensibilidad y resistencia mundial en su contra. Es decir se activa en creciente cadena la cíclica pero ampliada lucha libertaria de los oprimidos.
Y es justamente ese elevado sistema de tensiones colectivas impulsadas por la desesperación de un sistema que no quiere morir, no quiere perder su forma parásita de vida, lo que garantiza que la lucha no se detendrá hasta que caiga aquello que genera tal nivel de sufrimiento.
Esta vez no hay negociaciones ni términos intermedios porque es la forma de vida de la humanidad toda la que está en juego. Y como es habitual en estas etapas están presentes los difusos enemigos que justifican sociedades represivas, policiales y todo tipo de atrocidades. También tenemos los infaltables mensajes de los dioses a sus elegidos y las encarnaciones de los hijos del diablo, los ejes del mal, es decir, cualquiera que se resista al deseo hegemónico. Tampoco podían faltar todas las fobias raciales, religiosas, de clase y género.
Todo ello es la contraparte estructural del sueño colectivo de la amplia mayoría oprimida. El mundo mejor posible, el nuevo hombre necesario a la revolución, la economía social, la democracia participativa y protagónica.
Una sociedad justa, de iguales, de hermandad, de respeto, de libertad para elegir el modo en que queremos vivir. Esta es pues una larga presentación y puesta en escena de las circunstancias planetarias y colectivas que hoy nos toca a todos vivir.
Flotamos o navegamos en una elevada ola de la historia que se repite cíclicamente recreando tales condiciones, pero que esta vez dada su amplitud es un abarcante e inclusivo tsunami del cual nada ni nadie queda fuera. Esta aventura libertadora que esta gran ola de la historia propicia, viene desde muy atrás.
Va acrecentándose y elevándose en cada ciclo de acumulación y aceleración gradual de tensiones, en que el ser humano ejerce su libre albedrío. Solo que la magia de la vida o tal vez la débil conciencia y memoria como dicen algunos, hace que al igual que en el enamoramiento pese a que es el motor de la vida y la experiencia más vieja de la historia, sin la cual no existiríamos como especie, la vivamos siempre como la primera vez y felices de haber sido visitados por su hechizo.
No es esa la única comparación posible entre ambos fenómenos. Los dos llegan inesperadamente, vienen acompañados de una gran intensidad emocional, nadie está a salvo de ellos. Ante ellos el mundo parece transfigurarse, las imágenes cobran otro brillo, la vida parece ganar un particular sentido y movilidad, una febril excitación se apodera de nosotros.
Todo esto lo puedes oler en la atmósfera si vas a Venezuela, parece que el letargo y fastidio de las rutinas cotidianas sin salida aparente, de repente hubiese cobrado vida. Una larga etapa de idealismo inoperante se ha convertido en idea o plan estratégico y voluntad que impulsa a la acción transformadora del entorno opresor.
Podríamos decir que la raza se regenera o rejuvenece, gana en vitalidad dejando atrás su apatía y cansancio. Tal vez el modo más sencillo de definir este proceso de transición, de activación de una nueva instancia humana, sea como un momento en que se retoma y enaltece la moral, la ética, poniéndola nuevamente en primer lugar. Este es el principio rector de la revolución bolivariana, la elevada moral guiando a la acción transformadora, humanizante.
Después de avanzar por el lento y largo camino de la ciencia y la tecnología para transformar al entorno acorde a nuestras necesidades, habíamos llegado otra vez al enrarecido terreno de las intenciones de los poderosos, disfrazadas de leyes sobrenaturales que rigen sobre el mercado.
Toda decisión sobre como queremos vivir y autogestionarnos había quedado fuera de las manos del gobierno y mucho más aún de las del pueblo, quedando totalmente desprotegido y librado a las decisiones de entidades abstractas, que no tienen el menor interés en nosotros ni responsabilidad por el entorno donde operan.
Esto nos condujo a un mundo inmoral o corrupto y totalmente deshumanizado donde las necesidades de la gente no cuentan para nada a la hora de los negocios. Por tanto es obvio como dejó dicho Simón Bolívar que moral y luces son nuestras primeras necesidades, para recuperar el manejo de nuestras vidas del que nos alienamos desapercibidamente.
La moral al frente de las acciones transformadoras deja atrás la etapa de los ideales, que no son más que compensaciones a la impotencia de transformar nuestro entorno. Entramos por tanto en una etapa de proceso de mucho mayor dinamismo donde las necesidades de la gente son la prioridad reguladora de toda economía.
Y el primer paso obligatorio fue una nueva constitución y leyes, porque las anteriores eran justamente enajenantes de las decisiones del pueblo, eran centralizadoras y concentradoras del poder de decisión.
Tal vez las leyes hayan sido un paso exploratorio para facilitar la reunión de diferentes intereses que no sabían ponerse de acuerdo para reunir sus fuerzas en una dirección. Las mismas reglas de juego a que sujetarse todos, Pero los resultados hablan hoy por si mismos.
Si ponemos nuestras fuerzas y decisiones en manos de abstractas leyes y las convertimos en infalibles decretos de los dioses, nos deshumanizamos. Por otra parte las leyes las interpretan y ejecutan los hombres, y todos tenemos sistemas de intereses que defender, justamente por la incapacidad de dejarlos de lado fue que nos pusimos en manos ajenas.
Por tanto la ética no quiere decir más que la capacidad de ser justo, de ir más allá de tus intereses inmediatos para actuar con equidad, con solidaridad, generosidad, desprendimiento. Esa es justamente la característica de este nuevo momento. El Sr. Chávez termina de proponer el Partido Socialista Unido de Venezuela, (PSUV).
La revolución dispone de una poderosa máquina electoral que termina de darle un triunfo por más del 62% de los votos. Pero esta maquinaria de muchos modos está reproduciendo vicios que justamente son los que dice querer dejar atrás, de los que queremos liberarnos. Hasta ahora fue un paso necesario para moverse dentro de una democracia electoral.
Pero ya cumplió con su función. Por tanto ahora se propone un partido único donde sean las organizaciones sociales de base sin intermediarios, los que elijan sus representantes a todos los niveles. Desde el punto de vista lógico esto es un desperdicio y un riesgo innecesario. ¿Cuánta gente sentirá afectados sus intereses por esta propuesta y hasta se pasará al bando opuesto? ¿Para que todo este movimiento cuando la máquina ha demostrado funcionar perfectamente? Porque el interés electoral es solo un medio, pero el fin, lo esencial de todo este proceso es devolver el poder alienado al pueblo.
Y todos los políticos se han convertido en profesionales que ponen su puesto y sueldos por encima de las necesidades y derechos de la gente. Son en muchos sentidos empleados públicos y burócratas. Es cierto que es un riesgo, pero los riesgos se vienen corriendo desde el primer día.
¿No se hizo una constitución que posibilita el referendo a mitad del mandato para revocar o confirmar al representante elegido? ¿No es ese un riesgo? Todo depende de para que hayas llegado al gobierno. Si hiciste un compromiso y nunca pensaste en cumplirlo o no estás en capacidad de hacerlo, pues entonces por supuesto que es un riesgo.
Pero si lo tuyo es justamente gobernar para ejecutar el proyecto que el pueblo eligió, entonces estarás todos los días escuchando la voz de la contraloría social y sabrás perfectamente si estás cumpliendo o te desviaste. Y cuando las estructuras institucionales heredadas o implementadas te impiden dar un nuevo paso ha llegado el momento de cambiarlas.
No hay otro modo de recuperar el poder enajenado que ejerciéndolo, errando y acertando. Delegándolo, compartiéndolo, descentralizándolo. Y el único modo de descentralizarlo es humanizarlo. Es decir, desinstitucionalizarlo. Para ello una vez más es necesaria la ética, porque mientras no seamos capaces de actuar con justicia siempre necesitaremos un tercero.
Ya hemos visto el precio que pagamos y adonde nos condujo poner las instituciones y terceros o intermediadores por encima de nuestra decisión. Justamente a ejercer nuestro mayor don, el de la libertad, para esclavizar o esclavizarnos a nuestros hermanos y depredar nuestro hábitat.
A una ciclicidad repetida una y otra vez de interminables luchas libertadoras donde los oprimidos se convertirán otra vez en opresores que imponen su voluntad a la ajena. Todo ello porque somos incapaces de ir más allá de nuestros intereses inmediatos, y por tanto tenemos la ingenua pretensión de que las instituciones y sus leyes dirimirán nuestros problemas.
Todo ello sin abandonar jamás nuestros intereses, usando las leyes y el dinero a placer para seguir imponiendo nuestros caprichos. ¿No es eso infantil? Ahora estamos en un momento de proceso en que la sensibilidad tiende a flexibilizar las instituciones para que comiencen a acompañar las decisiones de la gente.
Pero nada haremos con quitarle el poder a las corporaciones o al estado si seguimos infantilmente peleando cada cual por sus propios intereses, sin terminar de comprender que el interés de todos es también el mío. Que el mejor y único modo de crecer es juntos y respetando nuestro ecosistema.
Cualquier ensueño que nos conduzca en otra dirección, que exija abusar, violentar o mentir para aprovecharse del otro, nos conducirá otra vez al mismo punto de enajenarnos de nuestra ética o sensibilidad natural para saber lo que es correcto. Por tanto volverá a hacerse necesario un tercero y terminaremos otra vez aplastados por una maquinaria institucional asfixiante.
Por tanto todo ese complejo e incomprensible mundo que parece estar allí afuera, inalcanzable para nuestras decisiones, no es más que el resultado de falsear nuestra capacidad de discernir lo moralmente correcto dando prioridad a intereses situacionales, antojos, caprichos momentáneos que nos aburren al momento siguiente.
Las tan complicadas ideologías revolucionarias se pueden reducir esencialmente a retomar la ética traicionada y abandonada en pos de deslumbramientos momentáneos de la mirada, volviéndola a poner como principio guía de la acción correcta. Porque toda la compleja maquinaria estatal o privada no es más que la resultante inevitable de la inmoralidad inicial.
Hacernos plenamente responsables de nuestras acciones será el único modo de ir quitando todos los intermediarios que hemos creado con y por nuestra irresponsabilidad. Etica y revolución son una sola y la misma cosa. Sin mística, espiritualidad, principios, podrás ser un buen cómico o comediante pero nunca un revolucionario, porque no tienes el fuego necesario.
Coincido plenamente con el Sr. Chávez cuando nos aconseja no creer que la revolución o el socialismo es algo hacia lo cual caminamos, que nos espera y encontraremos algún día allá adelante, en el futuro, sino algo que hacemos todos y cada día. Sinceramente no creo que ninguna ideología, modelo, plan o institución nos conduzca jamás a parte alguna.
La experiencia me ha demostrado que las herramientas dan buenos o malos resultados según quien y con que intenciones las usa. Si yo decido ser una persona mejor, más justa, moral y solidaria. Si me dedico a ejercitar mi intención sinceramente, cada pequeño paso que de en esa dirección el mundo habrá mejorado, porque no es sino la resultante de nuestras acciones.
De lo contrario podremos cambiar una y mil veces el mundo, ponerlo del derecho y del revés y en nada nos aprovechará. O somos nosotros los responsables del mundo y cambia según que dirección le demos a nuestras acciones.
O no nos queda más que rezarles a los dioses para que se compadezcan de sus insignificantes criaturas, o esperar que vengan sus hijos los héroes, o tal vez los extraterrestres a salvarnos del demonio y los hombres malos.
Claro que podrían resultar tan o más malos que los que ya nos explotan, ser más exigentes y menos pacientes que estos que a fin de cuentas cuando menos son hombres y nos resultan comprensibles. Entonces resultaría cierto aquello de más vale malo conocido que bueno por conocer. Todo cambio implica un riesgo. ¿Cuál de ellos decidiremos correr?
Por mi parte hago un brindis y un voto general para que la ética comience nuevamente a ser en este año 2007 el ardiente corazón de todo humano pensamiento y actividad. Y en particular del ejercicio revolucionario comunal bolivariano. No importa cuantas veces fracasemos ni cuanto demoremos en lograrlo, solo es necesario que lo intentemos sincera y tercamente. Que se convierta en nuestro principal deseo.