La tesis, per se, expuesta en un artículo precedente (publicado en
estas páginas el 26/01/07), y según la cual el Socialismo engendra
una "contradicción insuperable", por su intensión de liberar al
pueblo mediante un adoctrinamiento, es y sólo puede ser un ejemplo
más de impostura intelectual, propio de una perspectiva maniqueista,
reductora. Aserciones como esta evidencian, sin duda, una ligereza
analítica que no puede aspirar a la validez de un pensamiento
crítico. El "espejismo" reductor de la conclusión, a saber, que el
socialismo es imposible, suele encontrarse en ejercicios similares de
superficialidad, donde muchos discursos envalentonados sólo encubren
un sofismo de-constructivo.
Para llegar a tan audaces afirmaciones como la del título de dicho
artículo ("La insuperable contradicción del socialismo"), basta
normalmente con ignorar u omitir la complejidad intrínseca de los
conceptos de base empleados (libertad y doctrina), y luego poner más
peso del lado que queramos. El Socialismo queda fácilmente
descalificado como posibilidad en ese texto gracias a una acepción
mediocre del concepto de libertad individual, y al uso miope del de
ideología o doctrina política. Su autor deduce, a priori, sin pasar
revista a ninguno de estos conceptos, una eminente incompatibilidad
de contenido entre ellos, anulándoles así toda posibilidad ulterior
de co-existencia. Estamos ante la alquimia pura de los conceptos que
se transmutan mágicamente en opuestos irreconciliables.
Pero estos elixires, en estado previo a la manipulación, no son en
realidad irreconciliables. Suena muy bien decir que el
adoctrinamiento disminuye la libertad individual, sobre todo si
evitamos observar que esto depende de lo que entendamos por libertad
y doctrina. Si la doctrina es un modelo como cualquier otro, es
decir, un cuerpo de ideas que establece valores éticos y normas de
conducta sociales, una doctrina entonces no es más que una opción
entre opciones.
Las opciones, incidentalmente, suponen la libertad, ese gran
principio de elección propio de quienes, justamente, eligen opciones.
El adoctrinamiento, o proceso mediante el cual se enseña una
doctrina, no es -más allá de nuestros temores-, más que eso, una
transmisión de conocimiento, y no implica una degradación de lo
vehiculado.
Si la libertad del individuo debe sumarse a la libertad de todos los
individuos, y el resultado es una libertad social, equitativa, como
en el Socialismo, entonces este sistema deviene la Constitución misma
(el código genético) de esa sociedad libre, para cuya preservación es
necesaria la transmisión de generación en generación de esa información.
Si, por el contrario, la libertad del individuo debe restarle
libertad a otros individuos, y la suma de todas las libertades da
como resultado una sociedad desigual, como en el capitalismo, donde
el control de los bienes y medios de producción es acumulado por una
minoría, entonces este modelo perpetúa la desigualdad entre los
individuos, y produce una pérdida cada vez mayor de sus libertades.
¿Y cómo creemos que mantiene el capitalismo su status quo? ¿Sin
adoctrinamiento alguno?
Hmm, que raro sería que el modelo que más produce desigualdad fuese
de pronto el mismo que más libertades diere. ¿No será, más bien, que
el poder del cual dispone el capitalismo, tan presente en todos los
sectores de nuestra sociedad, tan respirable, omnipresente,
constituye su forma particularísima de adoctrinamiento?
Ah, pero entonces habrían adoctrinamientos buenos, y adoctrinamientos
malos. El del capitalismo sería el bueno, un adoctrinamiento suave,
sin violencias, con muchas lucecitas, casi como los espejitos de
Colón...
xavierpadilla@9online.fr