En el debate realizado por el Movimiento Social de Intelectuales del estado Portuguesa (24,25 y 26 de febrero Debates; Plenaria 27 y 28 de febrero), en el marco del Congreso Bicentenario de los Pueblos, no puede concluir con posturas radicales ni con una mirada superficial a los problemas que nos abruma como pueblo y como partidarios de ideales revolucionarios que van más allá de lo romántico y las ilusiones. Es necesario pensar el proceso revolucionario latinoamericano en razón de un proyecto pragmático que coloque estrategias reales de acción para el logro de objetivos concretos que vayan más allá de la utopía de modelos perfectos de solidaridad y equidad.
Uno de esos modelos anhelados es la Comuna Socialista la cual se traduce en una unidad socioeconómica, política, cultural y territorial que la conforman las diversas organizaciones del poder popular, consejos comunales, movimientos populares, entre otros.
Estas organizaciones o movimientos representan las células básicas de la Comuna Socialista, conservando su identidad, territorio y organización sociopolítica originaria, solo adquieren fuerza a partir de sus articulaciones estructurales y sus luchas contra las fuerzas de propiedad económicas dominantes.
Ahora bien, la Comuna se sustenta en el propósito de no reproducir los patrones de organización política, económica e ideológica de las fuerzas de poder capitalistas que aún están insertas en el Estado, requiriendo que sea un nuevo mecanismo de participación que dependa de las células de organización territorial que vienen irrumpiendo en la escena nacional venezolana a través de los Consejos Comunales y formas de organización sociopolítica popular.
El Consejo Comunal, a pesar de la crítica que es una instancia que está corrompida y que necesita transformarse, sigue siendo la estructura ideal para unificar as diversas manifestaciones del poder popular y así representar los primeros eslabones del ejercicio de Poder Popular.
La búsqueda de nuestros adversarios por el Poder, que los llevó a locuras como el Golpe de Estado del 2002, permitió a la sociedad venezolana asumir distintas expresiones políticas de base que no solamente sirvieran de respaldo a los líderes naturales del proceso revolucionario, sino además para asimilar y canalizar los nuevos cambios estructurales en espacios concretos de poder que le concedieron una legitimidad trascendental.
Los Consejos Comunales han ido asumiendo, a todas estas, pertenencia territorial, delimitada en comunidades rurales y urbanas estratégicas, siendo estas una expresión más acabada del modelo ideal para llevar a una práctica real la idea de una sociedad autogestionada cuyo vínculos se puedan apreciar como parte de la conquista de los espacios de representación legal y desarrollar mecanismos de participación sólidos.
Es decir, los Consejos Comunales que se conforman a lo largo y ancho del país desde el 2002, solamente han alcanzado relevancia a partir de una unidad política que los representa: La Comuna Socialista. La Comuna Socialista pasa a ser, así, más allá de la utopía, una etapa superior de organización que trasciende las restricciones territoriales comunitarias para dar lugar a una nueva forma de autogobierno nacional desde instancias territoriales concretas. Sin el sustento e integridad de la Comuna, las diversas expresiones prácticas del poder popular pueden caer en un peligroso abismo político si mantienen estructuras fragmentadas, y esa es una de nuestras propuestas como Movimiento Social de Intelectuales, no desparramarnos, construir la Unidad.
Por un lado, es importante resaltar que la falta de integración o articulación entre las bases del poder popular organizadas en territorios específicos produce como efecto una mayor dependencia hacia las estructuras del Estado burgués; es por ello que la construcción de modelos alternativos de poder popular son convertidos en mecanismos asistencialistas que terminan pervirtiendo el desarrollo del socialismo y consolidando ejes políticos autónomos sin capacidad para cumplir funciones de gobierno popular dadas sus limitaciones naturales en infraestructura, recursos, entre otros.
En una ponencia titulada "La Revolución Bolivariana y la construcción del Socialismo: Poder Popular y nuevos espacios políticos en Venezuela", de Diego Tagarelli, el argentino expresa que al limitar el ejercicio político a esferas territoriales y sociales microscópicas, los Consejos Comunales y las organizaciones del poder popular anulan las capacidades de transformación económica puesto que toda modificación de las relaciones de producción dominantes depende de las unidades productivas que se conciertan a nivel nacional, regional o ampliamente territorial.
En cuanto al poder popular como espacios económicos restringidos y dependientes es necesario convertirlo en organizaciones estrictamente políticas, sin bases económicas comunitarias, donde las organizaciones del poder popular estén adheridas a un poder comunal amplio y profundo, donde las debilidades estructurales que poseen sean neutralizadas y sofocadas, partiendo de propuestas ideológicas que reducen la Comuna a la suma de consejos comunales ignoran que sus unidades socioeconómicas y políticas son imprescindibles para transformar las relaciones de dominio y sometimiento.
En un aspecto puntual, las comunas no bastan con agrupar consejos comunales, es necesario articular vínculos en todas las dimensiones estructurales y superestructurales con el objetivo de producir cambios en las relaciones de producción. Es por ello que el Estado Nacional debe ser el vehículo para concretar alianzas, las cuales no significa subordinar los intereses del poder popular a las imposiciones de los aparatos e instituciones del Estado, sino que funja para desplazar las alternativas de poder a la matriz misma del Estado con el objetivo de emplear sus mecanismos de poder en beneficio de los intereses revolucionarios; transición donde es necesario valerse del Estado para establecer estrategias de alcance nacional a través de las Comunas emergentes.
Y finalmente, la conformación de las Comunas Socialistas ha de ser la expresión concreta de la soberanía territorial, la cual se adquiere desde un nuevo sentido político, económico y social, que hace posible la unidad en la producción colectiva, la propiedad social y la articulación de sus aparatos productivos con el Estado, impulsando los procesos de industrialización que potencien sus capacidades para satisfacer las necesidades humanas. Es decir, las Comunas tienen el deber de desarrollar la industrialización nacional.
Volviendo al análisis de Diego Tagarelli, podemos decir que existen diversas alianzas en la revolución: las Alianzas Estratégicas, que son las alianzas políticas populares frente al enemigo externo, el imperialismo y las fracciones dominantes de poder local. Es decir, como parte del enfrentamiento hacia ese enemigo externo, se desprenden diversas estrategias políticas necesarias para establecer alianzas de clase entre los sectores sociales enfrentados al imperialismo y sus agentes de poder local. Son alianzas nacionales y populares que, sin embargo, incluyen a actores políticos-económicos y sectores sociales ajenos a un proyecto de transformación profundo y, por lo mismo, mantienen una tendencia a traicionar los movimientos de liberación popular y disolver las unidades de los frentes nacionales. La clase media latinoamericana, la pequeña burguesía o los intelectuales progresistas de medio pelo pueden servirnos como ejemplos de esta tendencia. En este caso, el Estado Nacional se reconstruye para sostener un modelo de acumulación que fortalece a las burguesías nacionales o a los sectores de poder menos revolucionarios.
Y las Alianzas Estructurales que representan las alianzas que dependen de una "necesidad" plena, constante y dinámica entre las fuerzas populares revolucionarias. Sus estrategias consisten, fundamentalmente, en depurar del movimiento nacional sus elementos internos contrarrevolucionarios, elementos ocultos bajo el disfraz de la revolución, pero visibles y expuestos en situaciones concretas. La reconstrucción del Estado Nacional se sostiene sobre un modelo de acumulación socialista, objetivamente antagónico al fortalecimiento de las burguesías nacionales.
Si el movimiento político bolivariano internaliza que estas alianzas, con las clases sociales incluidas, no solamente representan un despeje concreto desde la utopía a la realidad objetiva, que si bien es desigual ante un imperialismo interventor y hostil, es un modelo de liberación que desde las manos del poder popular garantiza la concreción de una primera etapa del proceso revolucionario que es la consolidación de una autonomía absoluta en la toma de decisiones políticas, sociales y económicas, ejes fundamentales para el progreso y desarrollo de los pueblos.