Gobierno y oposición, primero esa que, algunos ultrosos, se apresuraron en llamar colaboracionista y ahora la "simbolizada" en Guaidó y López, por los cambios que se producen en el cuadro político internacional y el interno, adelantan como con rapidez la búsqueda de acuerdos. Eso es muy bueno, puesto que podría crear las bases para "normalizar" la vida nacional, pero al mismo tiempo, implica un riesgo, como que la derecha se fortalezca y el gobierno mismo, por sus propias querencias, termine por esta atrapado. De donde es lógico que desde sus propias entrañas, las del gobierno, como de las de los llamados "izquierdistas trasnochados", se haga una severa y muy atenta revisión del cuadro, los "desencuentros", para usar una palabra muy del gusto del maestro Giordani, de las conductas de las cuales aquí hablaré y se plantee una búsqueda de acuerdos y "encuentros" para lo que todavía hay tiempo.
En 1999, en el recién nacido diario El Metropolitano, de Barcelona, dirigido por el excelente periodista, amigo nuestro y casi paisano, ya que él nació en Cumanacoa, bello pueblo sucrense en las faldas del Turimiquire, Pablo Aguilera, con quien antes di muchas luchas en favor de la historia regional, la herencia cultural de Barcelona y hasta el espacio todo, como por el río Neverí, hoy en muy lamentable estado de abandono, escribí, días antes de las votaciones para refrendar la Constitución de 1999, el artículo que repongo abajo. Revisando en mi archivo lo hallé y, al leerlo, creí prudente republicarlo porque es una muestra como entonces se avizoraba el final que tuvo el sueño despertado entonces. Las cosas no suelen producirse de improviso, ni siquiera los terremotos, pues antes de ellos manifestarse en la superficie de la tierra, allá en lo profundo, en espacios distantes, debieron estarse produciendo fenómenos que reventaron luego en ellos. En algunos sitios de lo más hondo, hubo con certeza, lentos o rápidos desplazamientos que posteriormente emergieron a la superficie de manera violenta
Las cosas que aquí se dicen se fundamentaron en lo que uno observaba; la lucha "a cuchillo" por el control del naciente MVR y los poderes del Estado y como a quienes, por nuestro origen o disposición a no formar grupo con nadie y menos prestarse para hacer algo indebido, si no se nos declaró como enemigos se nos puso en una lista no escrita, pero indeleble, de enemigos o no útiles para nada. De tipos a quienes no se les veía y menos se les nombraba; era la mejor manera de derrotarlos, dado el poco interés que ellos mismos mostraban para se les tomase en cuenta, pues no dejaban de hacer sus observaciones y llamados de atención, pero de manera discreta, amigable y solidaria. Y comenzaron a multiplicarse los enemigos. Los reales, aquellos en verdad comprometidos con intereses ajenos al país, quienes falsamente se creyeron agredidos por el sólo cambio del panorama, escenario y actores y los inventados por los nuevos actores, quienes imaginándose imprescindibles y herederos, creyeron prudente marginar e ignorar a todo aquel que percibiesen no dispuesto a ponerse al servicio, por demás incondicional, no del cambio, sino de ellos, sus estrechas, acartonadas y prefabricadas visiones,. Y en muchos casos, esas luchas no eran precisamente sutiles, simuladas, discretas, sino que adquirían tonos de violencia, mal gusto y, en cada escaramuza, sin verdaderos motivos, se iban quedado atrás contingentes que, por confusión y resentimientos se sumaban al enemigo.
Uno mismo, en muy breve tiempo, pudo descubrirse en aquel espacio, totalmente ajeno y por demás ignorado, por no formar parte de grupo alguno, no ponerse al servicio de nadie y menos en aquellas confrontaciones, nunca destinadas a abordar ningún asunto sustancial para cambiar el país, el espacio inmediato, ni nada importante que lo demandase, sino al control del aparato; ni siquiera de manera equilibrada, sino con ventaja sustancial para alguien y en aquello, cada uno de los bandos se exhibía, lo que se enrostraban en la cara, ser más fieles a Chávez que el otro; tanto que se sentía que a uno le pasaban por el medio de nuestra humanidad sin rozarnos, no nos veían, sentían y menos escuchaban lo que dijese. Nada sustancial discutían, pues sus diferencias, nada claras para ninguno de los bandos, sino que emergían de las vísceras vueltas puro sentimientos, las dirimían con los argumentos y procederes propios en esos casos y del carácter de las personas en las que ellas habían anidado. Y a fuerza de no encontrar como hacernos sentir, nos viesen y escuchasen y hasta les sirviésemos de interlocutores válidos, terminamos por convencernos que estábamos en mundos, dimensiones diferentes y por ello imposibilitados de comunicarnos.
La idea que movía a los grupos más activos y dominantes, era que toda está escrito y previsto, claro como el agua cristalina, sólo faltaba una vanguardia, un contingente de fieles, que en nada dudasen, para llevar a cabo la tarea que les estaba asignada.
Hubo situaciones hasta denigrantes como que, habiendo reuniones, acordadas entre los grupos "dirigentes" o posesionados del control, a las cuales todos los militantes del MVR, que compartíamos los mismos espacios, por distintas razones, teníamos el deber y derecho a asistir, a algunos no nos llegaba la convocatoria, porque cada parcialidad se cuidaba de convocar exclusivamente a los suyos para asegurarse la mayoría y por supuesto, a ninguno de ellos les interesaba que, a anacoretas y críticos de ambos, aunque pudiesen ser más bien el medio de encontrarse, esa información o invitación les llegase. Como que fuesen allí a poner en duda lo que escrito y sancionado estaba. Son referencias importantes y es necesario ventilarlas, porque siempre hay tiempo de corregir; la vida es muy larga.
---------------------
La Unidad por el cambio
Eligio Damas
1999
La unidad por el cambio que demanda la Venezuela de este tiempo, es una cuestión de orden estratégico. Aquel que así no lo entienda ni lo asuma, sino lo traduzca a una simple escaramuza electoral, está jugando al oportunismo y al electoralismo propios de los viejos políticos.
La lucha por el cambio no llegó a su fin con la elección del comandante Chávez como presidente del país y tampoco con la redacción del Proyecto de Constitución. Y no terminará, cuando los electores, esperanzados en el discurso y la gestualización presidencial, abrumadoramente concurramos a las urnas a decir "SI".
Cambiar a Venezuela implica entre otras muchas cosas, reactivar la economía, en términos tales, que crezca hasta reducir el desempleo a niveles aceptables; garantizar vivienda, educación, salud, alimentación a quienes tienen derecho a ello, que son los venezolanos todos. Significa también romper la dependencia petrolera del ingreso nacional. Es decir, cambiar el modelo de país rentista a que lo sometieron aquellos que, por tantos años, lo mal manejaron. Entre estos están, como lo señala el presidente, no sólo la clase política, sino también personajes de los grupos económicos que no pudieron, pese a los aportes económicos generosos que recibieron del Estado, reproducir la riqueza en beneficio del colectivo.
Es decir, la tarea de cambiar a Venezuela, comienza con la iniciativa de impulsar a todos hacia una actitud nueva; un proceder creativo, honesto, productivo; y por supuesto, continúa con la derrota de la corrupción, el egocentrismo y el sólo pensar en sí mismo y el estrecho círculo de partidarios.
No se trata de acorralar a quienes en la sociedad que debamos construir, tienen espacio y derechos válidos para ofrecer sus aportes. No es enfrentando irracionalmente a nadie, en una especie de "lucha de clases" de laboratorio, como vamos a hacer una Venezuela buena, brillante y generosa.
Pero tampoco es sano y ajeno al oportunismo, definir como enemigos a genuinos aliados en la tarea estratégica del cambio. Porque anteponer a ella nuestros proyectos personales, deseos de ser alcaldes, gobernadores o diputados, no es el proceder que se aviene con lo que demanda el momento nacional.
Esta última conducta, asumida por uno u otro sector de las fuerzas que hasta ahora han motorizado el cambio, que hasta alienta y abre espacio a quienes ansían que Venezuela siga siendo la misma, es simplemente reaccionaria, ciega y tan mediocre que no se aparta del viejo y rígido molde, que la mayoría, empezando por el presidente, desea romper.