Hace unos meses tuvimos un encontronazo con un "camarada" ibérico en las redes federadas: éste nos recriminaba que cuestionásemos el resultado electoral en EEUU y nos echaba en cara que no lo "seducíamos" ni lo "conquistábamos" con nuestro discurso, como sí lo hacía Barack Obama (¿?). ¡Vaya! Primero, habrá que aclarar al tipejo de marras que nosotros no buscamos "seducir" ni "conquistar" a nadie, sólo mostramos nuestros argumentos a los lectores y cada quien que saque sus conclusiones, a pesar de que nosotros dejemos bien diáfana nuestra postura en el desenlace de los textos. Segundo, los vocablos "seducción" y "conquista" los guardaríamos para otras esferas más íntimas en las que una fémina especial sería la receptora de nuestra estrategia romántica y halagadora (algo en lo que -al contrario de lo que muchos pudiesen suponer- no tenemos mucha suerte); nosotros respetamos las tendencias sexuales de cada quien, mas no nos interesa en lo más mínimo "seducir" o "conquistar" a personas de nuestro mismo sexo, ¿vale? ¡Adoramos a las mujeres! Tercero, el tener al asesino de Obama como "referente" cuando te vendes de "izquierda" hace un flaco servicio a la causa de la verdadera "gauche" que lucha contra el capitalismo y el infame imperialismo (*). Y es justo esta "falla de origen" de cierta izquierda europea (y americana), lo que nos empuja a analizar un fenómeno que ha contaminado las cuatro esquinas de "la gran esfera azul": el de la izquierda caviar.
Como su denominación lo indica, la "izquierda caviar" es una siniestra aburguesada y descafeinada u otra maniobra de marketing de la impresentable socialdemocracia. Viene del término galo "gauche caviar" con el que se denominaba a los políticos de izquierda de clase social privilegiada que, tras autoproclamarse defensores de la Revolución Rusa, lo único que conocían de la extinta Unión Soviética era el caviar y despreciaban, al mismo tiempo, los preceptos del marxismo-leninismo. El caviar se convirtió en un factor "chic" de la gastronomía de las capas acomodadas de Occidente después del triunfo de la Revolución de Octubre en 1917. Decenios más tarde, la izquierda caviar se ha caracterizado por abrazar la prédica "subversiva" pero no la acción o, en contextos peores, se ha mimetizado con el relato de la economía neoclásica para naturalizar las privatizaciones parciales o totales de empresas del Estado, la precarización laboral, el mantra monetarista y demás aberraciones del catálogo de políticas que coadyuvan a un sometimiento más salvaje de la clase obrera global. Tras la caída del Muro de Berlín en 1989 y la desintegración de la Unión Soviética en 1991, la "izquierda de vitrina" se envalentonó: organizaciones políticas socialistas y comunistas, en todo el orbe, renegaron de su "oscuro" pasado y se abrieron a un reformismo vergonzante patrocinado por los "tibios" de siempre. En el Viejo Continente hay vastas evidencias de la "gauche caviar": en el Reino Unido, el "nuevo laborismo" del período 1997-2010 continuó las privatizaciones de la era Thatcher en el marco de la cacareada "Tercera Vía" que buscaba una alternativa entre el capitalismo y el socialismo, lo que provocó mayor desigualdad y pobreza en las islas británicas; en Portugal, el Partido Socialista traicionó los principios de la Revolución de los Claveles, de 1974, y -siendo gobierno- ha apoyado las actuales sanciones criminales contra Venezuela. En España, el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) también ha secundado las agresiones imperialistas contra la Patria de Bolívar y ha sido incapaz de derogar la aciaga reforma laboral del Partido Popular (derecha), a pesar de ser "cogobierno" con Unidas Podemos (supuesta izquierda también). En Francia, el Parti Socialiste, que abandonó su programa marxista-leninista hace cuatro décadas, ha sido otra payasada que ha aupado medidas en detrimento de la clase proletaria gala, lo cual ha derivado -unos lustros más tarde- en las actuales manifestaciones de los "gilets jaunes" (chalecos amarillos). Para más inri, un presidente "socialista" como François Hollande amparó las intervenciones militares de Washington en Irak y Siria. Otro paradigma ominoso de la izquierda caviar ha sido Alexis Tsipras, del partido helénico Syriza, quien llegó a ser primer ministro de su país gracias a su discurso contra los banqueros y la burocracia de Bruselas, mas se rindió -sin mucha resistencia- a los draconianos dictados de la "troika" (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).
El compendio de organizaciones políticas bajo el paraguas de la izquierda caviar, en Europa, ha dado como resultado militantes que -consciente o inconscientemente- regurgitan las necedades o contradicciones de sus líderes políticos. Los disparates van desde la utilización despectiva de la palabra "populismo" (que se deriva de "pueblo"), hasta la solidaridad automática con el Partido Demócrata yanqui, sin dejar por fuera el ensalzamiento de las grandes tecnológicas y la sacralización de personajes nefastos como Greta Thunberg, una vulgar invención del "capitalismo verde" (¡vaya incoherencia!). Militantes que -como el "camarada" de las redes federadas- son la viva expresión de sus dirigentes y sus aberraciones teóricas y prácticas; arman auténticas pataletas si los sacas de su "zona de confort" y te acusan de diseminar "fake news" (noticias falsas) si lo que arguyes pulveriza sus decálogos de sintagmas "prêt-á-porter". Por un lado hablan de la "lucha de clases" y "el combate por la verdad revolucionaria", pero por el otro brindan su incondicional espaldarazo a la censura de Twitter y Facebook hacia quienes cuestionamos los guarismos de los recientes comicios presidenciales en EEUU, verbigracia. Ponen la hoz y el martillo en sus perfiles de Mastodon, aunque se les altera la presión arterial -y casi les da un ACV- si cuestionas algo sobre el "camarada" Joe Biden; se dicen "partidarios de la equidad entre géneros", mas les arde que una fémina diserte de manera extraordinaria acerca de algún tema y la despachan con frases venenosas al estilo "hablas mejor de lo que escribes". Eso es la izquierda caviar: la toxicidad vestida de "flores" para intimidar a compañeros brillantes e imponer la verborrea del "progresismo retrógrado" (¡valga el oxímoron!).
Esta "gauche caviar" que se asume "light" (como si fuese comida para dietas) colinda en desviaciones con aquel marxismo "radical" que defiende el monetarismo, no cuestiona en absoluto la grosera hegemonía mundial del dólar estadounidense y niega la guerra económica contra la Revolución Bolivariana, a pesar del precedente del Chile de Allende y la manifiesta intervención de la CIA en el derrocamiento del presidente mártir. Estos ¿marxistas? pueden vomitar secuencias textuales enteras de los tomos de Das Kapital, sin embargo, son incapaces de emprender un análisis dialéctico de la crisis actual del sistema de la plusvalía y mucho menos atinar que se trata de una demoledora depresión. La izquierda caviar, como los "ultramarxistas", pontifica que deben separarse las ideas de los individuos, no obstante, trata de descalificarte cuando platicas de economía porque "no eres economista", por ejemplo. Así de patéticos se atisban en su papelón.
La izquierda caviar -y sus derivados- no ha hecho el menor esfuerzo para diferenciarse en forma y fondo de la derecha: gobierna con las mismas políticas económicas y sólo hay tímidos matices con respecto a lo social. Ello es el pan nuestro de cada jornada en Europa. Por ende, una considerable porción del electorado se ha cansado de tanta ambigüedad, tanta cobardía, tanta hipocresía, y ha caído en el saco de la abstención. Otro numeroso sector ha dado su voto a la derecha o extrema derecha (por confusión o convicción) y de allí viene la explicación del auge de partidos como Vox en España, la Liga Norte en Italia o Agrupación Nacional en Francia. La izquierda caviar, a todas luces, hace el tajo a la reacción. Sus acólitos pululan por las redes como "policías de la verdad" y lanzan sus dardos de intriga y rastrera envidia a quienes voltean "patas arriba" sus dogmas. La verdadera izquierda debe tener líneas rojas: negarse a la privatización de la salud y la educación, así como de las empresas públicas, sobre todo las de energía eléctrica, agua y gas doméstico; oponerse a la flexibilización laboral que persigue la depauperización de los trabajadores; resistirse a cualquier empréstito de organismos multilaterales rapaces como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial; y repudiar cualquier intento de avasallamiento de las potencias imperialistas sobre las naciones "periféricas".
LA IZQUIERDA CAVIAR EN AMÉRICA Y SU ARMARIO DE "FIGURITAS"
La izquierda caviar en América, como en Europa, tiene su estantería de iconos que exhibe como paradigmas del "progresismo". En el norte, Justin Trudeau, Barack Obama, Joe Biden y Bernie Sanders, son los "modelos" de políticos que sí nos llevarán a una sociedad más igualitaria y más justa; de acuerdo con los "sesudos" de la izquierda "chic", los estadistas egresados de universidades reconocidas son superiores a izquierdistas trasnochados y pobres como Hugo Chávez, verbigracia. En México, la "siniestra VIP" (**) apoya a Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y rechaza las comparaciones con la Revolución Bolivariana, ya que los malucos de Chávez y Maduro son de la "gauche troglodita", no civilizada, chusma. En Centroamérica, Nayib Bukele "el Maluma de la politique" (quien viene de las filas del izquierdista Farabundo Martí para la Liberación Nacional [***]), se erige como el prototipo que viste de traje de diseñador y gorra volteada para enunciar que la polémica entre derecha e izquierda está "demodé", que las diatribas ideológicas están muertas, enterradas. Bukele ha aumentado de manera drástica el endeudamiento, pero no para la inversión pública sino para hacer préstamos a la iniciativa privada. Él es un arquetipo de la izquierda caviar mostrándose tal como es: una versión más "amigable" del capitalismo genocida.
En Suramérica, Gustavo Petro -en Colombia- ataca a Nicolás Maduro y a nuestro proceso bolivariano, no obstante, la izquierda caviar lo aplaude y lo idolatra, puesto que él sí convertirá al antiguo virreinato en una sucursal de la Confederación Helvética. Oh, yes! En Venezuela, la "gauche exquisita" declamaba que "Chávez sí, pero Fidel no" mientras se revolcaba en la infame etiqueta del "chavismo light". En épocas más recientes, la izquierda sifrina enfiló baterías contra Luis Britto García por sus pertinentes objeciones a la polémica Ley Antibloqueo, hasta que el Presidente, Nicolás Maduro, ofreció su total respaldo al intelectual de marras y sólo así se pudo detener la andanada de insultos y descalificaciones hacia éste. La "izquierda fresa" defiende nuestra economía absurda que orbita entre los bodegones y las carencias, los devengos en dólares estadounidenses de una minoría prepotente y los ridículos emolumentos de una abrumadora masa obrera esquilmada por la especulación con los importes. Cada vez que se resucita la narrativa del decenio de 1990, de que las privatizaciones serán la panacea y de que los empresarios serán los salvadores, la izquierda caviar se anota puntos en su tablero y retrocedemos décadas.
En Chile, el Partido Socialista ha devenido en una estructura aburguesada en el plató de la pomposa "Concertación" posterior al dictador Pinochet. De allí han surgido personalidades nefastas como Ricardo Lagos o Michelle Bachelet, acérrimos apologistas de la economía neoclásica y enemigos declarados de Venezuela. Encore une fois, nos topamos con la tarada izquierda austral que desea asemejarse más a Suecia o a Noruega, puesto que el "socialismo chavista" es muy "tropical", muy "negro", muy "tercermundista", muy "plebeyo", muy "bolivariano". No como los sofisticados nórdicos que son blondos, hablan bonito (así no se les entiendan sus lenguas germánicas) y no tienen la bemba como el "milico" Chávez o el bigote como Maduro. En ídem dirección, la izquierda caviar nos ha traído a "marxistas" como Camila Vallejo, quien avala las grotescas falacias de violaciones contra los derechos humanos en Venezuela, mientras en su país los cuerpos policiales han sacado un ojo de la cara (literalmente) a más de un centenar de ciudadanos, en manifestaciones contra el presidente Sebastián Piñera. Voilá! ¿No debería quedarse callada sólo por vergüenza?
En Uruguay, el célebre Frente Amplio es un océano de ambivalencias. El fallecido Tabaré Vázquez tuvo varios desencuentros con Chávez y hasta confesó que solicitó apoyo al gobierno de George W. Bush ante un hipotético conflicto bélico con Argentina (****). Así de pragmática es la "gauche caviar" de la Patria Grande, señoras y señores. Vázquez tuvo relaciones muy cercanas con Washington y hasta un Acuerdo de Libre Comercio estuvo mendigando al entonces inquilino de la Oficina Oval, algo que al final no se concretó. José "Pepe" Mujica, el sucesor de Tabaré, a pesar de su relación cordial con nuestro Comandante Eterno, en 2016 afirmó que Maduro -quien ya era Presidente- estaba "más loco que una cabra" y en 2019, en plena campaña electoral uruguaya, sostuvo que en Venezuela había una "dictadura" (¿?). Por cierto, de nada sirvió ese guiño a la derecha, porque el Frente Amplio perdió los comicios del mes de octubre de aquel año.
En Argentina, un presidente que se autodenominaba "peronista" -Carlos Menem- fue quien inauguró la abyecta década de políticas neoclásicas que privatizaron todo lo público y endeudaron al país hasta el delirio; escudarse tras la figura nacional y popular de Juan Domingo Perón para cometer desmanes contra la clase obrera, era una copia al carbón del aberrante proceder -que hemos descrito hasta ahora- de la izquierda caviar: disfrazarse de Caperucita Roja para acabar siendo Lobo Feroz. El actual mandatario peronista, Alberto Fernández, catalogado de "centroizquierdista", ha tildado de "socio" al FMI y tomado distancia de la Venezuela bolivariana, como era de esperarse. En lo que podría ser una ocasión inédita para establecer un sólido eje Buenos Aires-Caracas-Ciudad de México, el político sureño ha preferido seguir de largo hasta latitudes mesoamericanas e ignorar a los "incómodos" hermanos del trópico. Su gobierno critica las supuestas violaciones a los derechos humanos en Venezuela, mas en Argentina hay presos políticos como Milagro Sala y Luis D'Elía, quienes han sido víctimas de procesos judiciales viciados que deberían sonrojar al propio Alberto Fernández, quien también es abogado. ¡Otro agudo caso de hipermetropía presidencial!
En definitiva, la verdadera izquierda se ha convertido en rehén de la izquierda caviar y de su obrar infame que abre puertas a la derecha y la extrema derecha. En la práctica, muchos gobiernos "progresistas" no se diferencian -ni en facha ni en sustancia- de las clásicas políticas de la reacción, lo que ha ocasionado un daño garrafal a la credibilidad de la izquierda en todo el orbe. El apogeo del fascismo en Europa es, en buena medida, culpa de la misma ineptitud de una izquierda que no ha sabido marcar distancia del enemigo con el que cohabita y en el cual se desdibuja: la "gauche caviar" que se ha hecho de la vocería general en radio, TV, prensa escrita e internet. Muchos compañeros de la "izquierda pose" están confundidos y de buena intención creen en lo que profesan: a estos hay que convencerlos y ganarlos para la causa de la verdadera izquierda. Otros -como el ibérico que citábamos al principio de este ensayo- parecen conocer muy bien lo que hacen al atacar con saña a quienes los contradicen o sembrar cizaña en colectivos que dentro de su pluralidad podrían ser víctimas -paradójicamente- de quienes abogan por el pensamiento hegemónico de la izquierda caviar, que en realidad es el del capitalismo depredador.
P.D. Por cuestiones de espacio no enumeramos otros escenarios, en América Latina, donde la izquierda caviar ha abierto el sendero a la derecha y la extrema derecha. En Brasil, Temer y Bolsonaro han sido consecuencia -en considerable margen- de los graves errores de cálculo de los factores progresistas de esa nación que ostentaron el poder por varios años. En Ecuador, Rafael Correa creyó que podía irse de "retiro" a Europa y dejar la Revolución Ciudadana en manos de su vicepresidente. ¡Craso yerro! Hoy, el ombligo del mundo tiene a un banquero como presidente electo. La verdadera izquierda no debe tener miedo de platicar de la lucha de clases, de la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, de autogestión y cogestión obrera de las empresas. Mientras más transparentes seamos ante las masas, no sólo en el papel sino en el terreno, los resultados serán más satisfactorios y la propaganda negra de la oligarquía tendrá menos cabida en la clase trabajadora.
(*) El "camarada" que admita que la verbosidad de Obama lo "seduce" y lo "conquista", es parte del problema y no de la solución. El afroestadounidense, como todos los mandatarios yanquis, es un criminal de guerra que se "ganó" el Premio Nobel de la Paz si hacer nada por ésta. A Barack Obama le debemos los muertos de Siria, de Libia, además de los golpes parlamentarios en Honduras, Paraguay y Brasil. De acuerdo con la narrativa de la izquierda caviar, los demócratas son "menos malos" que los republicanos, cuando en realidad son iguales o peores que estos últimos. Dejemos de prestar atención, de una buena vez, a la letanía de que cada nuevo presidente azul será el "salvador" o "pacificador" del planeta. La verdadera izquierda debe abandonar la subordinación a los códigos de la "izquierda jet set" y asumir una voz propia en los medios y las redes. ¡No hay alternativa!
(**) La bases que brindan soporte a AMLO son muy extensas y diversas. Entre éstas se hallan la izquierda genuina y -por supuesto- la oportunista "gauche caviar" que busca pescar en río revuelto.
(***) Respetamos en demasía la lucha de la bizarra guerrilla revolucionaria del FMLN en El Salvador: por años sintonizamos las transmisiones de la legendaria Radio Venceremos, en onda corta. Sin embargo, el Farabundo Martí de la "pacificación" es otro fenómeno con muchas tonalidades.
(****) https://www.180.com.uy/articulo/21990_Vazquez-pidio-ayuda-a-Bush-por-posible-guerra-con-Argentina