¿Chávez cedió ante lo electoral y el destino de la inversión y hasta el gasto cambió lo estratégico?
"Nuestro mundo es un enredo o una porquería".
El Estado Anzoátegui, después de largas décadas de producción petrolera y exportación por Guanta, de cuando comenzó a producirse petróleo en "Oficina N° 1", cuyo nombre sirvió para una excelente novela de Miguel Otero Silva, hijo de esta entidad, hasta el momento de la nacionalización, los gringos apenas dejaron carreteras de tercera o cuarta categoría, más apropiadas para llamarles caminos.
El petróleo, lo del interés de los gringos, llegaba al puerto de Guanta por oleoductos, desde el interior Estado y del de Monagas, donde esperaban grandes tanqueros. ¿Qué importaba a ellos las carreteras?
El Estado, incompetente y postrado, no fue capaz de exigirles a los jerarcas extranjeros del petróleo que dotasen a la zona de una vialidad de buena calidad y tampoco asumió el deber, pese a la inmensa cantidad de dinero que la actividad proporcionaba a los gringos y la no menos despreciable al tesoro nacional. Los gobiernos estaban concentrados en construir la infraestructura adecuada donde los capitalistas, en su mayoría extranjeros, preferían invertir y crear sus industrias, por la cercanía a los puertos.
Claro, esa preferencia extranjera y capitalista, aceleró la concentración de la población venezolana en el área central del país. Y esta concentración, que se tradujo en abundante y barata mano de obra, también profundizó o racionalizó la tendencia del capital de quedarse preferentemente en esas áreas. Caracas está justo en el mero centro de Venezuela, cercana a los más importantes puertos y aeropuertos y es la capital.
Alguien dijo en su tiempo, en repetidas ocasiones, en Caracas no se produce nada, pero es el asiento de los Poderes Públicos, residencia de los grandes capitalistas, donde se acumula una gran población inserta en las áreas de servicio, y próxima a las ciudades donde el capital internacional creo sus enclaves relacionados con aquella industria del ensamblaje, pero donde se invierte la mayor parte de la renta. Es también el viejo esquema colonial, según el cual, los grandes propietarios de tierras, esclavos y explotadores de los trabajadores "libres", tenían sus posesiones en el "interior", áreas rurales, pero vivían con toda su familia en la ciudad colonial; la de la plaza, la iglesia y el asiento del poder público.
Eso generó la desbalanceada distribución de población de Venezuela, que se concentró en el norte, en la costa montaña y particularmente en la zona central del país, pese que el petróleo, el gran productor de la renta, se extraía lejos de esos enclaves. Por eso, como ya dijimos, en Venezuela, la renta se producía en un sitio, pero se invertía en otro, para beneficio del interés capitalista. Se arrejuntó la población en un área, para crear enormes contingentes de mano de obra barata y al mismo tiempo, potenciales consumidores para la industria ligera y alimenticia. El campo quedó desolado y un país, premiado con un extenso territorio propicio para todo tipo de agricultura y, a lo largo del año, por ausencia de estaciones y presencia de abundante agua, a disposición para producir a gran escala, se convirtió en importador de alimentos que entraron por los puertos cercanos a los enclaves, como la Guaira y Puerto Cabello. Y Caracas, en el medio de todo, como asiento de los poderes. Otras ciudades, con enormes potenciales, por no estar dentro del espacio que definieron los inversionistas, quedaron casi desoladas y en cierta medida en el abandono.
Muchos venezolanos previsivos otearon que esa distribución poblacional se correspondía con aquella economía capitalista de puerto, de enclave y era contraria a una competente para desarrollar armónicamente al país. Por eso, desde la escuela, los partidos y grupos progresistas, se habló de sembrar el petróleo, volver al campo, diversificar intensamente la producción y de un reacomodo poblacional. El proyecto inicial de Chávez, en sus primeros discursos se dijo aquello. No significa, como parecen hacer creer algunos propagandistas o ellos se lo creen, que tal proyecto, iniciativa, concepción o estrategia fuese autoría del de Sabaneta. Su mérito en este sentido es retomar el discurso y hasta sueño. Eso significaba hacer un gran esfuerzo por "desalojar" en buena medida las ciudades que, en el caso de Caracas, se habían – digo así por qué no sé qué piensan ahora no los políticos sino los técnicos – convertido en bombas de tiempo próximas a estallar por la aglomeración, falta de servicios, construcciones abundantes en áreas por demás inestables, acumulación de violencia.
Es decir, el nuevo proyecto económico estaba asociado casi inseparablemente al reacomodo poblacional. Estructuralmente hablando, dicho así exprofeso, parecía que no había otra salida diferente a la de cambiar la sociedad, pero también la organización poblacional y la dirección de la inversión, al margen que ésta fuese pública o privada. Pero un asunto cultural, de esos que en veces "parecen no ser determinantes" en primera "ni última instancia", como lo electoral, cambió todo el panorama y la manera de hacer las cosas. No se explica suficientemente el asunto sólo en decir, lo que sí tiene mucho de verdad, que ha faltado una clase competente que, desde la perspectiva capitalista, asumiese el proyecto. En Caracas y tres o cuatro ciudades se concentra un porcentaje enorme de la población venezolana. Caracas tiene incluso las llamadas ciudades dormitorios; espacios urbanizados para que pasen la noche quienes en la gran ciudad desarrollan sus diarias actividades, en determinante mayoría asociadas con el área de servicio y en buena medida ajenas a la producción y creatividad. Tanto que ese porcentaje puede decidir, sin importar cual tendencia gane en ellas, lo importante pudiera ser el margen con el cual lo logre, sobre los resultados electorales presidenciales.
Por ejemplo, en 1958, Betancourt perdió en Caracas, pero la ventaja que alcanzó en el resto del país, le permitió superar ampliamente aquella desventaja. Pero el hecho que Caracas, Valencia, Maracay, aglutinen una alta población, sin importar lo que se diga en las leyes de presupuesto, les garantiza una mayor inversión, aunque en ellas no se produzca la renta. Es más, la ley determina la distribución del presupuesto en función de la población, lo que en principio pareciera justo, pero ahoga todo intento regional de impulsar un proyecto productivo significativo aprovechando las ventajas y condiciones del área. Esa forma de distribuir el presupuesto, sin duda alguna, está asociada al asunto electoral y es una herencia de la IV República. Lo electoral priva en nuestro destino. Por supuesto, no se trata aquí de responsabilizar a nadie, pero sí dejar constancia de un hecho trascendente.
El fracaso de la lucha armada en América Latina, por lo menos después de la "Revolución Cubana", como medio para acceder al poder, sirvió para prender en Chávez y sus colaboradores, habiendo sido ellos también derrotados cuando el alzamiento del 4f, la idea de jugar las mismas cartas de la derecha, sobre todo en un momento que ésta vivía su peor momento, con la imagen deteriorada, totalmente desacreditada, habíase producido el "Caracazo", dos alzamientos militares, destituido CAP por sus antiguos socios y el gobierno Caldera II derivado en un nuevo fracaso.
Pero llegados a la constituyente y determinados en buena medida en lo que ya estaba sucediendo, como la elección de gobernadores, aparte que la de concejales y alcaldes ya se estaban haciendo por la vieja ley, la nueva Carta Magna, la bolivariana, no tuvo, sino que recoger lo que ya estaba estatuido y se tenía como avances democráticos importantes. Pero como dice un viejo y sabio refrán quien hace la ley, hace la trampa.
Las demandas constitucionales obligan que en Venezuela vivamos como en un permanente carnaval electoral y eso genera una presión y demanda una atención que conspira contra todo intento de cambio que por su naturaleza y trascendencia deba desarrollarse a mediano, largo plazo y signifique grandes inversiones.
¿Cayó el proceso revolucionario en una trampa?
No lo sabemos, pero creemos que el cumplimiento de esas obligaciones, hace de lo electoral un factor determinante en el diseño de la política y los planes de cambio que deban implementarse. Es elemental que los revolucionarios en el poder ahora, como Chávez en el pasado, están obligados, aunque no lo quieran a pensar y actuar en función de los eventos electorales, lo que significa distraerse en ellos en detrimento de los proyectos de cambio que, en veces, por no decir siempre, producirían resultados satisfactorios a mediano o largo plazo; lo que equivale a decir a lo largo de lapsos en los cuales se realizarían unas cuantas elecciones. Hemos pensado que, justamente por eso, habiéndose dado cuenta del asunto, el presidente Chávez y no por otra razón, solicitó una reforma constitucional que ampliase el período presidencial a 6 años, una manera de pedir "time", para decirlo en el lenguaje de los infantes.
No era mucho, pero sí una manera de ganar tiempo y respirar con mayor comodidad. Chávez mismo, por ese condicionamiento, el mismo que pareciera haberle obligado en cierta medida a tomar decisiones que provocaron frases que se atribuye así mismo Giordani, "presidente ya basta del regalado", como la de optar intentar pagar la deuda social de manera peculiar, lo que es justo y generoso, pese que eso del reacomodo poblacional, o una más equilibrada distribución de la población, le tuvo como asunto prioritario en sus planes iniciales, se dejó convencer por ciertos personajes, posiblemente piensan mejor que uno, que "en Caracas, caben dos o tres Caracas más".
Atendiendo a ese razonamiento "más fructífero", sin importar ahora el "en base a qué", se ha planificado reacomodar la población caraqueña, de muy alta densidad, dentro de la misma ciudad y achicando los espacios. ¡Qué carajo importa la soledad que impera en los espacios extraordinarios para el sembradío, la producción y la soberanía alimentaria! "Caracas es Caracas y lo demás monte y culebra" ha dicho sarcásticamente el caraqueño por décadas.
¡Qué carajo importa que la renta se produzca en un sitio si al fin de cuenta la gente, quienes votan, quieren vivir en otro lado! Además, el cielo está bien alto y es asunto de subir a tocarlo. Pero en el interior del país, donde el poder pudiera tener asegurado sus votos, pero no como para influir determinantemente en los resultados globales, allí donde se produce la renta y hasta los pocos alimentos que nuestra economía rentista permite, la gente suele carecer hasta de espacios para encontrarse.
En estas, aunque pequeñas ciudades, parece algo contradictorio, es un drama trasladarse de un sitio a otro por lo incipiente de la red de transporte. Si usted se pone a pensar sobre lo escrito anteriormente y en la parte final, se percatará que, en eso, sin duda, derechas e izquierda, parecieran ponerse de acuerdo para hacer lo que el soberano aspira, atendiendo a sus veleidades primarias, instintos primitivos y deseos hasta acomodaticios.
Digo lo anterior, porque la derecha, está todavía conforme y feliz como se distribuye nuestra población, que determina como se invierte nuestra renta y les facilita las cosas a sus capitanes del capital. Este es su proyecto. Citemos aquí, el curioso detalle que, en la más reciente distribución del excedente generado por la contribución tributaria, el Estado Miranda, donde gobierna Capriles (tome en cuenta el lector que este trabajo fue redactado en aquel tiempo, pero nada ha cambiado), recibió la mejor tajada; no porque su gobernador haya demandado eso para planes significativos sino simplemente porque su espacio acumula mayor población.
Lo electoral tiene tanto peso, que hace que lo secundario y hasta postergable, se defina como estratégico. "Si no lo hacemos ahora, lo posponemos como deberíamos para cuando dispongamos de los medios o hayamos alcanzado el ansiado nivel de productividad, perderíamos las elecciones", suelen discernir. Entonces por eso, se hace una cosa primero y lo esencial, estratégico, se pone en segundo plano.
-"¡Reúnanme la gente en espacio pequeño! Así tendré ejércitos de desocupados compitiendo por el salario que quiera yo pagar. Tendré promontorios de necesitados de las cosas que traiga por ese puerto que está allí mismo. Les tendré apretujados comprándome hasta lo que no necesitan y a los precios que me vengan en gana. ¿Por qué preocuparse por producir algo, irse a aquellos montes a criar vacas, chivos y cochinos, sembrar maticas, si toda esa vaina la podemos traer por estos puertos, ya listos y hasta envasados?" ¿No es este el sueño del capital internacional y la clase que le sirve de puente y hasta de sonda para penetrar hasta el alma nacional?
Lo estructural, asociado a la acumulación local o regional de capital, que determinaba en buena medida la inversión estatal, pudiera ahora estar compitiendo o ayudando en el mismo sentido geográfico de la inversión, con la población electoral de alta densidad. Quienes más peso político tienen en Venezuela son también aquellos que de una manera u otra, están muy identificados con los jefes políticos de los grandes conglomerados como Caracas. Que, de paso, tienen la enorme ayuda de los medios nacionales que actúan como si fuesen primordialmente voceros de esas enormes urbes.
Además, no es nada difícil de percibir que los líderes de las grandes ciudades, no por haber nacido en ellas, sino porque en ellas ejercen su "liderazgo", para decirlo en lenguaje coloquial "son más dados a buscarse entre ellos para rascarse, como los burros", que preferir aliados de pequeñas poblaciones. ¡Lo cuantitativo priva sobre lo cualitativo!
Los políticos provinciales, aún aquellos que representan entidades que aportan en gran medida a la renta nacional, aparecen como convidados de piedra, diputados o dirigentes políticos de segunda o al estar en Caracas, creen prudente, quizás por asunto de subsistencia, plegarse a aquella especie de oligarcas de nuevo cuño. Dije plegarse, lo que implica subordinación y asentimiento.
Hasta que el "provinciano" se arraiga en la ciudad, se desvincula de su espacio original y da el salto "cualitativo" que le lleva a los grupos de mayor jerarquía, lo que pudiera significar hasta la máxima figura que jefaturea desde Caracas e identificándose, por encima de todo, con ella.
Esto es un estado muy particular, demasiado ascendente y por encima de todo, que se le asocia a valores muy elevados, asunto en el cual, los medios de comunicación, privados y oficiales, que dominan lo que llaman el espectro nacional, o gozan de mayor penetración, juegan un rol determinante. Su opinión vale no por los pergaminos que posea, los trabajos que haya hecho, de fácil evaluación, su presencia respetable y respetada en cualquier foro, no. La primera valoración estará sujeta a la ubicación geográfica y política territorial de sus espacios; donde usted mea habitualmente. ¡Acaso los tigres no mean sus espacios! Si tiene angurria mayor será su prestigio y la expectativa que despertará su presencia. ¡Ese carajo que habló es de Caracas!, se suele comentar.
Y eso ya es un respaldo de alta calificación. Nunca olvidaré cuando un diputado a la Asamblea Legislativa del Estado Anzoátegui por uno de los partidos de la izquierda, pidió un derecho de palabra para referirse a una tragedia familiar ocurrida en un barrio de Barcelona. Se produjo un conflicto lamentable y doloroso entre una madre y su hijo, envuelto este en asuntos de drogas. De aquella confrontación resultó un hecho lamentable cuyos detalles ahora no recuerdo.
El diputado se regodeó en aquel asunto que creyó necesario hacerlo del interés de los diputados de manera muy particular. Yo, por casualidad, motivo que tampoco recuerdo, pues no acostumbro visitar esos espacios, estuve presenciando la sesión, mientras llevaba en mis manos un periódico regional de la edición del día anterior. Cuando aquel diputado terminó de hablar y después de cerrada la cesión con un acuerdo formal como por no dejar, como acostumbramos decir en estos casos, encontrándome cerca de él, me sorprendió cuando me interrogó hasta ingenuamente:
-"¿Qué tal te pareció mi intervención?"
-"Bien", le dije por simple formalismo, "pero", agregué, "me hubiera gustado más que hubieses intervenido sobre este asunto".
Al terminar de hablar le mostré el periódico que todo el mundo, medianamente informado en este espacio, ha leído habitualmente por años, poniendo énfasis que leyese la nota que interesaba. En ese diario se informaba que, según el sector bancario, el 95 % del ahorro de la región donde vivíamos, se iba a la inversión en la zona central del país. Al diputado, que había leído la noticia, según pude comprobar, eso no le dijo nada y menos le importó, como sí aquella tragedia familiar.