Alquimia revolucionaria

Volvamos al principio

Hace mucho tiempo que tengo la impresión de que vivimos identificados con las apariencias dando visos de realidad a nuestros hábitos y creencias, en su mayor parte heredados. Los hechos que comenzaron con la revolución bolivariana hace más o menos una década atrás, por darle una fecha de inicio y porque eso fue lo que viví, así lo confirmaron.

Parecía que una potencia hegemónica ganaba y ganaba en poder e imponía sus deseos e intereses, no había nada ni nadie que pudiera oponérsele. De repente sin previo aviso comenzaron a brotar gobiernos llamados de izquierda por doquier como hongos en la humedad siguiente a un día de lluvia.

Nuevos representantes populares llegaron al poder y comenzaron a intentar una dirección socio económica diferente. De inmediato se actualizaron las resistencias de la inercia de intereses predominantes, exigiendo movimientos estratégicos para que esa nueva intención o dirección pudiese avanzar.

Nada de esto coincidió con lo que esperábamos, con las teorías de que disponíamos. No fue una revolución como la concebíamos, no implicó lucha armada, muertes, presos políticos ni violencia. No se originó en un movimiento obrero organizado. Por el contrario irrumpió en el escenario político en el momento de mayor escepticismo e incredulidad política.

Los representantes del pueblo son de diferente origen y estratos sociales pero todos de un modo u otro interpretan la sensibilidad social del momento y por ello tienen amplia repercusión. Todos ellos han accedido por elecciones democráticas al poder y es desde allí que han comenzado las reformas. Unos son más decididos y otros más tibios, dubitativos y acomodaticios. Pero eso no necesariamente es un mal, solo que exige que sea el pueblo quien presione para que se ajuste a sus exigencias en lugar de a las del poder hegemónico.

Cuando uno es acomodaticio y no tiene principios firmes, solo responde a la presión de las circunstancias. Por tanto es necesario presionarlo lo necesario para que tome la dirección que nos interesa. La opinión más generalizada de estos eventos es que son los efectos acumulativos de décadas de neoliberalismo, los que han generado esta reacción colectiva de los pueblos.

Y ciertamente eso ha de tener mucho que ver. Pero no nos explica por qué ahora, de repente y en todas partes simultáneamente. Tampoco nos explica por qué ahora las revoluciones, si así las queremos llamar, crecen, se abren camino y se multiplican. Cuando hace solo unos años atrás eran aplastadas como hormigas pretenciosas por la bota del gigante hegemónico.

¿Por qué lo que funcionó hasta ayer ya no funciona más y por el contrario da exactamente los resultados contrarios a los esperados? Cuanto más fuerzas en esa dirección más y más resistencia generas a tus intenciones. Era de suponerse que a mayor poder bélico, económico, logístico, tecnológico, mayor sería también el dominio imperial sobre los pueblos sometidos.

Sin embargo los resultados son justamente los opuestos. El poder de control se desgasta, se va agotando, se resquebraja por dentro, así ha sucedido con todos los imperios antes o después. Al mismo tiempo pareciera que todos esos ciclos de dominio-sumisión tienen umbrales de tolerancia, que la especie humana no es tierna, flexible mantequilla ni arcilla manipulable a voluntad, no es un resorte eternamente estirable o comprimible.

Los motivos aparentes por los que los imperios tarde o temprano caen han sido múltiples, pero inevitablemente pareciera que entra en acción una condición diferente a la imperante y todo comienza a funcionar alterada y extrañamente para lo que hasta entonces era habitual.

¿Cómo explicar que lo que parecía totalmente débil, vulnerable, impotente, de repente se muestra crecientemente invulnerable e invencible, mientras lo todopoderoso se estrella y frustra en proporción inversa pese a todos sus recursos? A mi modo de ver una teoría interesante sería que la vida no es amorfa, tiene una forma, una estructura interna.

Mientras los estímulos operan dentro de ciertos niveles de tolerancia sin llegar a poner en peligro la continuidad de la estructura sicobiológica, las reacciones son de cierta modalidad. Pero al desbordar esos umbrales se activan otras funciones y la vida comienza a operar en una condición diferente, impredecible e inimaginable para los hábitos y conocimientos de la etapa anterior. En otras palabras, haciendo lo mismo que hasta entonces generas exactamente lo contrario.

Esto no es algo absurdo, sino la misma repolarización que puedes observar cuando alteras los hábitos de cualquier tranquilo ser humano. Si lo llevas a los extremos de tensión y temor que puede soportar, presenciarás como se convierte en valor agresivo capaz de realizar hazañas físicas que ni sueña en su estado habitual.

Un proceso similar sucede en el dócil niño al activarse su sexualidad dando señal localizada, es decir en su pubertad. Entonces el adolescente se comienza a diferenciar y oponer a sus padres y busca identificarse con los de su generación. Cuanto más insisten los padres en seguirle tratando como un niño más intensifican su rebelión.

Del mismo modo las pasiones son un ejemplo evidente de cómo las emociones se invierten o repolarizan de amores, adhesiones o apegos en odios, resistencias y rechazos. Los maestros de las artes marciales enseñan que uno de sus principios, particularmente en el judo, es usar la fuerza del contrario. Con lo cual dejan en claro que la fuerza del proceso es una y la misma. Lo que cambia es quien logra su centro de gravedad, dirección y control.

El problema que confrontamos con toda esta forma de concebir la vida y sus procesos expresivos, es que nuestras teorías e ideologías no tienen base sicobiológica. Parecen no notar que todo cambio de dirección tiene por base la entrada en escena o activación de una nueva función, de un nuevo nivel de energía vegetativo, como la sexual en la pubertad.

Por eso, apreciando cortos períodos en lo que a la mil millonaria historia se refiere, caemos en las concepciones ingenuas de evoluciones lineales, que fluyen en un supuesto tiempo de pasado a futuro. Mientras tanto la naturaleza como el ser humano viviente nos están poniendo ante la mirada, como los intereses se repolarizan continuamente según las circunstancias.

Si las sociedades existen en un ecosistema natural y somos los seres humanos quienes las actuamos, ¿cómo una sociedad podría ser diferente a nuestras conductas, a la dirección y acumulación de nuestros actos y hechos?

¿Cómo podría ser útil una constitución, leyes e instituciones que no toman en cuenta las funciones de nuestra siquis, no son coherentes ni compatibles con nuestras conductas? El único modo de imponerlas o superponerlas a nuestra naturaleza es mediante castigos y premios.

Así como en la guerra de secesión en EEUU se forzó una acelerada transición entre dos sistemas de intereses y visiones diferentes, el maquinismo y la etapa campesina de las grandes haciendas de algodón esclavistas.

¿Cómo puede pretenderse que alguien respete leyes impuestas violentamente, masacrando generaciones completas y que atentan contra lo más esencial en el ser humano, como es su respeto por la vida? Cualquier transición impuesta por la violencia, sin importar cuan elevados y hermosos sean sus principios y premisas, generará inevitablemente lo contrario de lo intentado.

Es por eso que nuestras conductas se han vuelto acomodaticias al ser disociadas de los principios que las guiaban, y ahora solo nos preocupamos de que no nos sorprendan con las manos en la masa para no hacernos merecedores de castigos.

Cuando un fin se vuelve tan importante para que no importen los medios por los cuales se lo impone, entonces se violenta el proceso generando un enorme sistema de tensión interna. En consecuencia la conciencia colectiva que lo sufre se enajena de su sensibilidad natural. A eso le llamamos hoy los males del capitalismo y la herencia de la cuarta república en el caso particular de Venezuela.

Pero es un mal que se genera y arrastra en la imposición violenta de cualquier transición. Esto tampoco es un invento que nos resulte extraño a la experiencia cotidiana. A mi madre la obligaron a estudiar violín cuando niña con diferentes medios de chantajes y castigos.

¿Saben cual fue el resultado? Que luego de ser profesora de violín y dar conciertos públicos, guardó su violín en un closet y nunca más quiso saber de el, pese a que le supliqué que me lo hiciera escuchar. ¿Y porqué todo eso? Simplemente porque todo ese aprendizaje se graba en memoria con la violencia con la que fue impuesta y se reproduce asociada a toda actividad.

Todo lo que se impone violentamente, y ya sabemos que la violencia no es solo castigo físico, se graba y se reproduce luego contaminando toda respuesta con esa misma violencia. Así es como llegamos a las circunstancias de que nuestros ideales, nuestra imagen de prestigio social, como nos ven los demás, vale más que lo que somos y como actuamos.

No importa como consigamos el dinero, el prestigio, el respeto social, solo importa aparentar, representar tal papel. No importa lo que eres sino cuanto vales en términos de dinero y poder. Nada de eso tiene respaldo sicobiológico, así como el dólar no tiene respaldo de oro. ¿Cómo podría tenerlo si el supuesto éxito no hace sino grabar y acumular violencia en memoria?

Es con estas circunstancias de violencia hereditaria, de imposiciones, de relaciones de dominio-sumisión, que se encuentra hoy en día todo intento de revolución o cambio. Por eso se dice con acierto que la oposición no tiene principios que guíen, den dirección, pongan límites a los intereses en cuanto a como y hasta donde es apropiado afectar los hábitos ajenos.

A eso es justamente lo que le llamamos comportamiento acomodaticio, astucia del lobo que se viste o disfraza de cordero. Porque diga lo que diga y aparente lo que aparente, solo tiene entre ceja y ceja sus propios intereses sin importar cuanto afecte la forma de vida de aquellos con quienes interactúa.

Cuando un tropismo violento evoluciona mecánicamente, es decir se acumula y concentra, inevitablemente llega el momento en que atenta groseramente contra la vida y por tanto se hace inviable para seguir expandiéndose. Por tanto la vida, llamémosla pueblo o como queramos, reacciona contra ello. Porque la vida abarca e incluye todas las expresiones.

Cuando ese nivel de tensiones que se experimenta o siente como violencia, sufrimiento íntimo, desborda los umbrales de tolerancia, es la conciencia colectiva completa la que reacciona. No hay clase, generación, género, raza, cultura ni religión que quede excluido o esté libre de este fenómeno. Eso es lo que activa entonces el escenario mundial que hoy presenciamos.

Desde este enfoque se piensa en estructuralidad de funciones que reacciona simultáneamente, en cadena al llegar a cierta intensidad, y no en elementos aislados o encadenamientos de causas-consecuencias lineales. Es decir la tecnología posibilitó esto y entonces la economía hizo lo otro y en consecuencia tal nación agredió a la otra, etc., etc.

Ninguna de esas entidades existe, todas esas son abstracciones. Lo único realmente existente es el ser humano quien decide, planifica e intenciona acciones con mayor o menor conciencia del alcance de las mismas y luego ha de afrontar sus consecuencias.

Lo que si existe sin duda son conciencias más equilibradas o alteradas, más lúcidas o supersticiosas, más dogmáticas o liberales, más solidarias o egoístas, más tensas y violentas o relajadas y pacíficas. También existen sin duda los modelos mentales organizadores de las actividades socioeconómicas.

Son justamente esos modelos que interiorizamos viviéndolos desde la infancia, los que luego reaccionan cual programación a las diferentes circunstancias que nos toca ir enfrentando. Por eso una vez más no es un problema de entidades aisladas e independientes buenas o malas, sino de modelos interiorizados y convertidos en hábitos y creencias.

Esto se representaría mucho mejor con una esfera en que todos los puntos están incluidos, como una forma mental continente que somete a todos sus contenidos a la misma presión. Y no con una pirámide jerárquica donde se supone que los elementos más elitescos son cada vez menos sujetos o más impunes a tal forma organizativa.

Podrá parecernos que eso es así cuando lo observamos desde fuera, sin sentirlo. Pero es solo una abstracción de la realidad, una foto. Si comprendemos que no existe realidad enajenada del cuerpo y la conciencia, se hará evidente que es desde dentro, desde la mente o la conciencia que se representa y opera ese modelo mental que todos hemos interiorizado viviéndolo, y que ahora opera a través de hábitos y creencias que nos resultan desapercibidos.

Todo lo hasta aquí esbozado podrá resultarnos sumamente extraño para nuestra forma habitual de pensar e interpretar la realidad. Sin embargo es coherente con los hechos que nos toca presenciar y vivir cada día y da un marco apropiado para interpretarlos, cosa que no posibilitan nuestros hábitos que se sienten totalmente extraños y desorientados.

Si tomamos el escenario particular de la revolución bolivariana, la simple intención de reorientar los recursos del estado hacia las clases más desprotegidas y necesitadas, como se suponía que debía ser su función, generó una desproporcionada y violenta reacción del sistema de intereses que por ese nuevo curso o dirección de acción se sentía afectada.

Los elementos que hasta entonces ostentaban el poder de decisión comenzaron a sentirse crecientemente desplazados de sus ámbitos y hábitos. Dicho de otro modo el mundo en el que creían existir comenzó a morir, sus hábitos y reacciones ya no tenían efecto, resultaban inoperantes. Por tanto reaccionaron autoafirmativamente con violencia.

Este tampoco es un comportamiento que nos resulte extraño en lo cotidiano, pero como dije tendemos a abstraer y enajenar el ámbito de las relaciones sociales, proyectando idealizaciones sobre él. La mayoría de nuestras relaciones se transforman un día u otro como todo lo viviente, y lo que nos resultaba habitual ya no puede ser.

Tenemos más que suficientes ejemplos de violencia familiar por que la esposa o los hijos se niegan a seguir soportando a la autoridad, a complacer sus expectativas. Todas esas expectativas autoritarias son herencia de un sistema de creencias, que así como entró en vigencia es depuesto y dejado atrás por las exigencias de nuevas circunstancias.

De ese modo es como lo nuevo va sustituyendo a lo viejo y resulta posible la evolución en las formas. La diferencia es que a cierto grado de acumulación se produce la aceleración de los hechos y un nivel de intensidad que afecta a la totalidad de la conciencia colectiva activándose reacciones en cadena.

Esta ha sido la característica del proceso de cambios en Venezuela. Desde el primer paso dado en esta dirección hasta hoy hemos vivido en una dialéctica continua de acciones y reacciones.

No se trata pues de discusiones filosóficas sino de hechos que exigen respuestas concretas, si es que esta nueva dirección de acción, este mundo naciente ha de abrirse camino dejando atrás una dirección ya decadente y agotada para la nueva sensibilidad de la época.

Creo que este escenario nos deja en claro donde está eso que llamamos mundo y creemos externo. No es sino un modelo mental colectivo interiorizado y su consiguiente dirección de acción. Cuando cambiamos la concepción que lo sostiene y damos un nuevo curso a nuestro accionar colectivo, un nuevo mundo comienza a nacer y otro viejo a ser desplazado.

El problema a la hora de los hechos, es decir más allá de las teorías, es que ese viejo mundo tiene grabaciones con fuerte carga en memoria, a las que llamamos hábitos y creencias. No es solamente un mundo intelectual, abstracto, sino también anímico y vegetativo, corporal.

Tiene una poderosa inercia acumulada por la repetición de actos en esa dirección generación tras generación. Y es justamente esa inercia, esa programación, ese sistema de hábitos y creencias el que reacciona autoafirmándose, buscando continuar y utilizando todos los conocimientos y herramientas de que dispone cuando sus intereses son afectados.

A eso también le llamamos temor y resistencia al cambio, a lo nuevo, y nos permite comprender por qué no solamente las élites son las que reaccionan, sino elementos de todos los estratos sociales que son tan fácilmente estimulados virtualmente en sus temores, por los medios de comunicación que disponen de herramientas tanto visuales como auditivas.

Lo cual una vez más nos demuestra que eso que llamamos mundo es en realidad un sistema de hábitos y creencias grabados con fuerte carga en memoria, que se superponen a la dirección real de los hechos, a lo que todos podemos ver. Sugestionando y engañando fácilmente las conciencias al punto de que haya un 40% que se resiste a lo que los beneficia.

Para comprender los eventos que se suceden hace ocho años en Venezuela hay que pensar entonces en términos de dialéctica estructural continua, de acción-reacción y toma de conciencia en un intento de cambio de dirección fáctico. Aquí no hay teoría que valga.

O puedes contrarrestar el continuo sabotaje e ir avanzando y profundizando en tu propuesta de dar creciente poder de participación protagónica a cada vez mayor cantidad de elementos. O tu política interna es coherente con la externa y gana crecientemente terreno internacional.

O tu intención no se abre camino, no es coherente ni resuena con la sensibilidad del momento. Por tanto solo es un contenido mental que no pasará más allá de las apariencias y espasmos emocionales circunstanciales, exigiendo un enorme esfuerzo de inversión para muy pobres y cortos resultados, que serán prontamente barridos del escenario.

Lo nuevo siempre tiene humildes principios. La propuesta bolivariana del Alba fue al comienzo algo así como la voz que hablaba en el desierto, como soplar en el viento. Fue solo un sueño hasta que se concretó entre Cuba y Venezuela. Hoy, solo dos años después, recibimos las buenas y frescas noticias de que se suman Martinica y San Vicente y ya son siete las naciones que incluyen acuerdos sociales y políticos además de económicos.

Hoy en día además de la continua publicidad agresiva del gobierno de EEUU, amenaza paramilitar en la frontera con Colombia, conspiraciones contra Telesur y sus reporteros, intentos de boicotear todos los proyectos de integración continental, etc., también soportamos una huelga de supermercados y acaparamiento de productos alimenticios de la dieta básica.

La misión Mercal sospechosamente presenta fallas en abastecimiento, aumenta la especulación de precios y se dispara la inflación. Por lo cual una vez más es necesario buscar medidas inmediatas para contrarrestar otro intento más de desestabilización, eliminar intermediarios, profundizar y afirmar, enraizar la nueva dirección democrática participativa.

Así es como se avanza paso a paso, acción tras acción efectiva, en los hechos, en interacción dialéctica con la inercia de la vieja dirección de hábitos autoafirmativos que desean continuar, permanecer, o se resisten a morir, a dejar lugar a lo nuevo. Pareciera que es de ese modo como los viejos hábitos van estimulando y entregando su energía a la nueva dirección.

Esto no es tan loco si recordamos que todas las funciones que hacen posible la existencia son estructurales y operan simultáneamente, son totalmente interdependientes. Además la inercia de los hábitos ya dijimos que no es una abstracción sino una poderosa carga acumulada por la repetición de actos en una dirección. Es, somos pura historia viviente y operante.

Por tanto si como antes dijimos se trata de una sola energía que reacciona de formas diferentes según los umbrales de tensión acumulada, para que algo nuevo nazca o comience algo viejo ha de morir o ser desplazado entregando, liberando la energía fijada en sus hábitos y creencias, en su memoria, en su programación reactiva.

Lo nuevo obviamente no lo van a lanzar en paracaídas desde sus naves los extraterrestres, sino que ha de nacer de la creatividad, intuición o inspiración humana. Y tiene que nacer en medio de este maremagnum de acciones y reacciones en que se transferencia la energía de lo viejo a las nuevas formas, así como las viejas generaciones deseándolo o no entregan sus vidas y conocimientos a las nuevas que las van desplazando en un círculo sin principio ni fin.

Una evidencia más de que todo este proceso es mental e íntimo al ser humano, porque no creo que nadie imagine o visualice chorros de energía fluyendo entre las personas y los objetos. Toda la revolución bolivariana ha sucedido dentro de un irrestricto respeto a las instituciones, derechos y libertades sociales, con claras y firmes reglas de juego. Tan es así que a RCTV se le termina de no renovar su concesión mediática en la fecha en que se le vence. Pese a que participaron de todos los intentos de desestabilización jamás se los censuró.

Así ha de ser necesariamente si se pretende realmente que este proceso nos conduzca a una nueva y más satisfactoria forma de vida. Porque ya es hora que aprendamos de nuestra historia las lecciones de adónde nos han traído las imposiciones violentas sin importar cuan loables, sublimes o groseros hayan sido sus fines.

Solo la ampliación de nuestra conciencia, el caer en cuenta de las consecuencias de nuestras acciones podrá guiarnos hacia ese nuevo mundo que todos aspiramos. La conciencia solo crece o se expande mediante el libre ejercicio de elección y decisión, que le posibilita reconocer de primera mano los resultados de sus acciones.

Si reconocemos que acumular actos violentos jamás nos conducirá hacia la soñada felicidad, llegará el momento en que necesariamente vamos a sentir un rechazo visceral, somático a todo tipo de violencia y por tanto ya no tendrá lugar en nosotros. Es tan sencillo como decir que no ingerimos veneno porque nos mata. Violentar también es un tipo de enfermedad y muerte.

Finalmente lo nuevo y lo viejo nacen juntos a la conciencia. Lo habitual, lo que vivimos todos los días se convierte en viejo e insatisfactorio ante una nueva experiencia que se siente más grata, ante una nueva sensibilidad y visión que se siente deseable y posible. Lo viejo y lo nuevo conviven en nosotros igual que lo alterado y violento con lo equilibrado y pacífico.

Es mediante tal reconocimiento e intención de cambio que se hace posible el ejercicio existencial, de vida, mediante el cual lo que heredamos, aprendimos y vivimos ingenuamente, los hábitos y las creencias pueden ser reprocesados y convertidos en algo nuevo desde una decisión conciente y con la suficiente firmeza para lograr tal objetivo.

A mi modo de ver el arte de recrearse, de convertirse a si mismo en alguien nuevo y diferente es el más elevado ideal y práctica posible para el ser humano, tanto en lo personal como en lo colectivo. Y si algo merece llamarse revolución sicológica es justamente esta síntesis histórica de toda la experiencia y conocimiento acumulado por la especie.

No creo que haya una ciencia y técnica más valiosa que esta que nos permita salir, liberarnos finalmente de lo circunstancial. Conocimientos y prácticas antiquísimas transmitidas de boca a oído, confirmadas por nuevas y sofisticadas ciencias, dicen que nuestro cuerpo es profunda y sostenidamente transformado por nuestros pensamientos, emociones y acciones.

Un motivo más para decir que somos historia viviente, resultante de lo que hicieron las incontables generaciones que nos antecedieron, y que todo lo hecho es posible sintetizarlo para crear el nuevo hombre. Es una hermosa paradoja el que el viejo y el nuevo hombre convivan y se transformen el uno en el otro dentro de nosotros.


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Michel Balivo


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