El 5 de marzo de 1871 --a punto de proclamarse la Comuna de París y en pleno fragor de las revueltas proletarias y de la guerra civil que sucedía a la conflagración franco-alemana, en esa Europa sacudida de iras y esperanzas--, nació en la ciudad polaca de Zamosc una niña que llegaría a unir un cuerpo menudo y algo desfavorecido con una mente excepcional, una voluntad de acero y un corazón amoroso. Su nombre sonoro, Rosa Luxemburgo, resonaría en las luchas de clases de Polonia, Rusia, Suiza y Alemania, organizando sindicatos y movimientos políticos, dirigiendo huelgas, iluminando encuentros socialistas internacionales, editando periódicos y revistas en los cuales las ideas comunistas volaban alto, escribiendo documentos y libros profundos, alternando con los más connotados y fogueados dirigentes, polemizando con muchos de ellos, afrontando con serenidad persecuciones y cárceles y lanzándose al asalto del cielo hasta caer abatida el 15 de enero de 1919, junto a su gran camarada de combate Karl Liebnetch, su compañero de vida León Jogiches y numerosos obreros revolucionarios.
Las fechas más resaltantes de su biografía pudieran ser: 1887, cuando a los dieciséis años ingresa en la lucha clandestina en su país natal; 1889, cuando viaja de incógnito a Suiza para realizar estudios universitarios: entra en contacto con exiliados famosos como Plejanov, Axelrod, Vera Zasulich y otros y amplía su praxis y su formación política; 1898, cuando se residencia en Alemania, ingresa allí en la socialdemocracia (recuérdese que así se denominaban los partidos marxistas de la época) y en la II Internacional, e inicia su más prolongada y apasionada actividad militante, durante la cual se enfrentará al revisionismo de Berstein y al reformismo de Kautsky, líderes principales del partido alemán, derrotando con solidez de juicio sus respectivos intentos de mellar el filo revolucionario de la teoría de Marx, y también discutirá con Lenin antes y después de la Revolución de Octubre, pero sin antagonizarlo y proclamando su apoyo al mismo tiempo crítico y vigoroso al gran suceso protagonizado por los obreros, soldados y campesinos rusos; 1904, cuando fue condenada a tres años de prisión; 1914, cuando rechaza la guerra imperialista, rompe con la II Internacional que bastardeaba el llamado a la unión de los trabajadores del mundo, funda la Liga Espartaquista como fracción de izquierda del partido y plantea la necesidad de fundar una III Internacional consecuentemente proletaria; 1919, cuando iniciando el año transforma junto con sus camaradas más cercanos la Liga Espartaquista en Partido Comunista Alemán, se lanza a la insurrección, cae prisionera y es asesinada.
Entre sus numerosas obras teóricas y polémicas sobresalen “Reforma o Revolución”, cruzada por el segundo término del título; “La crisis de la socialdemocracia”, en la cual lanza, inspirándose en Engels, la preclara consigna de ‘socialismo o barbarie’, y “La Revolución Rusa”, portadora de un testimonio lúcido y visionario.
Durante un buen tiempo el nombre de la rosa roja de la revolución quedó un poco a la sombra, pero ha vuelto a abrirse en todo su esplendor cuando en la conciencia de los revolucionarios, y tras todas las experiencias, se establece sin duda que no puede haber socialismo de verdad (superador del capitalismo), ni democracia de verdad (superadora de toda exclusión, discriminación y usurpación), sino entreconstruyéndose, pues son consustanciales. O, como Rosa dejó dicho, “la misión histórica del proletariado (…) es crear en lugar de una democracia burguesa una democracia socialista”.
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