La piedra de toque

La marcha del proceso revolucionario bolivariano, cuyo ritmo impone el Presidente --en cuanto a formulación táctica y estratégica-- y el pueblo que lo ama sigue con fervor, aunque no siempre cabalmente acompañado por la burocracia gubernamental y política, va haciendo camino al andar y el horizonte que despeja nos asoma lo que nunca fue un secreto ni un señuelo, salvo para quienes en razón de intereses, compromisos o inconsistencias ideológicas han tratado de darle un desenlace gatopardiano. Nos asoma el socialismo de verdad.

Hay muchos “socialismos”, pero una sola posibilidad de socialismo verdadero, auténtico. La piedra de toque es la actitud ante el capitalismo: ¿se trata de superar éste, o se trata de “hermosearlo”? Los socialismos “hermoseadores” son, bien mirados, un homenaje asustado de la burguesía, de sus intelectuales y teóricos, al poderío de ese concepto, un reconocimiento a la pertinencia de las ideas de cooperación y ayuda mutua, solidaridad, igualdad, justicia, democracia en profundidad, construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados, etcétera; son un intento de adueñarse de la capacidad de esperanza y sueño que el socialismo representa para las masas desposeídas, una pieza más de la gigantesca organización de la mentira con que el sistema capitalista, en todas sus expresiones, ha venido gobernando el mundo.

Ahora bien, lo que no es único es el modo de superar el capitalismo, ni la fisonomía que cada proceso nacional irá tomando; por el contrario, éstos son múltiples como los pueblos, como las vivencias de sus luchas, como sus especificidades históricas, y cada pueblo avanza o avanzará tremolando sus banderas, aunque al mismo tiempo, por ser parte de un mismo todo --la humanidad doliente--, amasará junto con los suyos los hallazgos y experiencias válidos del colectivo universal.

Nuestro “modo” es la Revolución Bolivariana, que bajo el fundamental liderazgo del presidente Chávez ha logrado el nuevo despertar nerudiano del Libertador, traducido en el pueblo otra vez despierto y en pie de lucha. Su guía para la acción es una síntesis de legados liberadores, de los rasgos igualitarios y comunitarios de ascendencia indígena y africana, de las prescripciones de amor y equidad distributiva del cristianismo originario, de los mandatos de soberanía, libertad, dignidad, justicia y unidad continental de Bolívar y los demás próceres, del humanismo de los socialistas utópicos, de las ideas de superación del capitalismo ligadas al pensamiento y la praxis de los revolucionarios marxistas.

Excepto el marxismo, nadie discute los demás legados ideológicos. Pero, ¿cómo prescindir de esa fuente inagotable? Para desmontar el capitalismo hay que empezar por conocerlo, y nadie ha penetrado en sus entrañas como Carlos Marx. Por él sabemos cómo se produce la riqueza de los ricos, mediante la apropiación del producto excedente del trabajo humano por los propietarios de los medios de producción; cómo ese sistema reposa en una contradicción insalvable, pues la producción resulta de un trabajo realizado socialmente, pero el producto es apropiado privadamente; cómo eso genera un inevitable antagonismo entre los dueños de aquellos medios y los trabajadores y ello se traduce en una lucha de clases que envuelve a toda la sociedad; cómo esto sólo puede resolverse restableciendo la armonía que hubo en el remoto pasado, o sea, haciendo corresponder la propiedad social a la producción social; cómo este acto significa la cristalización de la justicia, la desalienación y fin de la explotación del trabajo y la base para que la humanidad pueda erigir una sociedad verdaderamente libre, democrática en trascendencia, autogobernada, amorosa y fraterna, capaz de proporcionar a todos la mayor suma de felicidad posible. El marxismo suministra igualmente algunas luces para la lucha organizada, y la debida atención a los problemas que plantea es también piedra de toque de revolucionarios.

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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