El comandante Fidel Castro, en su famoso discurso de noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana, dijo al mundo, y se lo ratificó después al comandante Hugo Chávez, que el mayor error de su vida fue haber creído que alguien sabía cómo construir el socialismo. En labios de la persona viviente más autorizada para tratar ese tema, la frase tiene una importancia que no se puede medir. Significa que debemos acercarnos al estudio de la cuestión con la mayor humildad, sin desplantes de “nos las sabemos todas”, sin arrogancias, autosuficiencias, ni pretensiones de dispensadores de recetas; significa el reconocimiento honrado, por uno de los más grandes revolucionarios de la historia, de los inmensos tropiezos, errores, fallas y frustraciones sufridos en el proceso de construcción del socialismo, y de que, no obstante los fundamentales logros, los resultados, o bien fueron el fracaso terrible, o bien son insatisfactorios y obligan a seguir tanteando los caminos.
La expresión de Fidel explica por qué la Revolución Cubana, tan cara a nuestro corazón y al corazón de los pueblos del mundo, está hoy envuelta en una “batalla de ideas”. Un testimonio de esto lo da un artículo publicado en Le Monde diplomatique (año V, n° 55, abril 2007, edición colombiana) por Aurelio Alonso, director de la gran revista habanera Casa de las Américas. Me permitiré destacar algunas de sus afirmaciones medulares. Primero, lo logrado: “Resistir (palabra clave para una ideología afincada en la soberanía), dar seguridades de subsistencia a la población (superación de la pobreza), formar un sólido capital humano, practicar una solidaridad sistemática y masiva con otros pueblos. Y por encima de todo, ese valor, en apariencia intangible, de la dignidad de no dejarse someter por la fuerza del aparato imperial”. Segundo, las observaciones críticas: “tras experiencias socialistas tan cargadas de reveses, todos somos aprendices” (…) La economía de los primeros tiempos “está repleta de desaciertos y reveses (…) a causa de la inexperiencia;(…) la que se desarrolló bajo el CAME (la dependencia soviética) padeció menos reveses, u otros distintos, pero tal vez desaciertos mayores (…) por los defectos del modelo, la pérdida de ingenio implícita y otras deformaciones” (…) “Después del derrumbe del sistema soviético se abre en Cuba (…) un segundo proceso, que pudiera calificarse de transición del modelo socialista frustrado hacia la búsqueda de un socialismo viable. Con lo cual subrayamos que la necesidad de reinventar el socialismo del Siglo XXI, a la cual se ha referido Hugo Chávez con reiteración, es un propósito tan válido para los cubanos como para quienes tratan de emprender el camino desde otros contextos económicos, políticos y sociales” (…) “Pero la otra cara de la verdad es que no basta que el proletariado tome el poder ni que la burguesía sea expropiada ni que se derogue la legalidad del ancien régime ni que se barra con sus instituciones y se desechen sus fundamentos ideológicos. El dato clave es, a nuestro juicio, que reinventar el socialismo supone parejamente reinventar la democracia, y viceversa, y este es un paquete completo en la agenda del siglo XXI”. Por su parte Fidel, en el mencionado discurso, señala: “Nosotros debemos tener el valor de reconocer nuestros propios errores precisamente por eso, porque únicamente así se alcanza el objetivo que se pretende alcanzar. Pues sí, se creó tremendo vicio de abuso de poder, de crueldad, y en especial el hábito de imponer la autoridad de un país, de un partido hegemónico, a los demás países y partidos”.
Sin duda muchos teóricos militantes han manejado el escalpelo crítico y planteado estos problemas desde dentro y desde fuera de experiencias revolucionarias, antes, durante y después del derrumbe de la URSS y el “socialismo real”. Pero sus planteamientos --por ejemplo, Rosa Luxemburgo: “La misión histórica del proletariado (…) es crear en lugar de una democracia burguesa una democracia socialista”--se dieron en condiciones de confrontaciones muy severas entre actores de mucha autoridad y con difíciles posibilidades de contrastación con la realidad. La implosión de la URSS vino a ser para muchos, tal vez la mayoría, la confirmación de las previsiones que al respecto se realizaron y el descubrimiento de otros rasgos negativos de carácter estructural, con lo que el reexamen total del modelo soviético y la exploración de nuevas vías se convirtió en una necesidad. No obstante, para otros revolucionarios lo que ocurrió no fue el fracaso del modelo, sino la degradación de la conciencia y el compromiso en los círculos dirigentes, lo cual facilitó la penetración del enemigo imperialista y condujo al naufragio. Proseguiré.
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