RESUMEN: Una democracia sustancial solo puede construirse erradicando la dominación capitalista, eliminando la desigualdad y dotando a los ciudadanos de poder efectivo en todas las áreas de la vida social. Estas metas podrán alcanzarse con una democracia socialista diferenciada del fracasado totalitarismo burocrático, que actualice los viejos ideales e implemente nuevas formas de participación popular.
Este proyecto exige gestar otra democracia y no radicalizar la existente. Requiere partir de caracterizaciones de clase para comprender el constitucionalismo contemporáneo e introducir transformaciones radicales, que no se reducen a expandir un imaginario de igualdad. También presupone retomar la tradición que opuso a las revoluciones democráticas con las revoluciones burguesas.
La regulación de los mercados, el ensanchamiento del espacio público y la acción municipal son temas de controversia con la democracia participativa. En ausencia de perspectivas socialistas, las iniciativas democratizadoras en estos campos no modifican el orden vigente. El presupuesto participativo de Porto Alegre brinda un ejemplo de estas limitaciones, pero en Venezuela tiende a verificarse otro camino, en la medida que continúe la radicalización del proceso bolivariano.
Es un error mayúsculo desconocer la relevancia actual de la democracia para un proyecto socialista. Este desacierto se comprueba en los planteos favorables a la dictadura del proletariado, que eluden caracterizar el futuro régimen político. También es incorrecto identificar la transición post-capitalista con el liderazgo de un partido único, ya que esta organización no puede procesar la heterogeneidad política de las clases populares. Estas conclusiones son importantes para una renovación socialista en Cuba que impida la restauración capitalista. También son relevantes para la discusión que ha suscitado en Venezuela la conformación del nuevo partido socialista.
A diferencia del planteo consejista, la democracia socialista no equipara los organismos surgidos de una sublevación popular con las instituciones post-capitalistas. Reconoce las peculiaridades de la experiencia soviética y promueve la representación indirecta. También recupera el realismo que exhibieron los marxistas clásicos para concebir un sistema político emancipador. Las tensiones entre participación colectiva y desarrollo personal no desaparecerán en una transición socialista, pero se desenvolverán en un marco de principios igualitarios
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