Prosigo. ¿En dónde está la raíz de los fracasos y las insuficiencias en el socialismo del siglo XX? Todo indica que en la cuestión de la democracia, como lo han señalado tantos combatientes y pensadores revolucionarios, como lo plantea a modo de conclusión Aurelio Alonso en su análisis del proceso cubano. Lo repito: “el dato clave es, a nuestro juicio, que reinventar el socialismo supone parejamente reinventar la democracia, y viceversa, y éste es un paquete completo en la agenda del siglo XXI”. El problema deriva, según me parece, del hecho de que los gobiernos revolucionarios se abroquelaron para asegurar la defensa ante los agresivos enemigos y a fuerza de cerrar rendijas a éstos terminaron cerrándolas también a la mayoría del pueblo. En lugar de fiar en las masas la defensa se fue estableciendo un sistema de verticalidad y centralización excesivas, que permeó todos los ámbitos de la vida social --política, economía, cultura, arte, etc.-- y culminó en la deformación y en algunos casos minimización y hasta quiebre de la democracia, y los gobernantes de ese modo alejados del pueblo terminaron estando más cerca de ser enterradores que constructores del socialismo. En Cuba, cuya revolución se enlaza con la tradición martiana y ha tenido al frente a un hombre de excepcional humanidad y personalidad y que no se ha desligado nunca de su pueblo, no ha sido exactamente así. La Isla ha desarrollado un sistema de mucha mayor amplitud democrática que sus congéneres del “socialismo real” y presenta rasgos socialistas consistentes, los cuales le permiten corregir y reimpulsar la marcha hacia “una sociedad de conocimiento, de cultura, del más extraordinario desarrollo humano que pueda concebirse (…) con una plenitud de libertad que nadie puede cortar”, como dice Fidel; pero la “inscripción” en el modelo soviético a que se vio obligada por las circunstancias presenta los problemas que revela el artículo del c. Alonso.
Hoy no puede concebirse el socialismo sin democracia, ni la democracia sin socialismo. Son partes consustanciales de un todo, y ninguna de esas partes puede llegar a plenitud sin la otra. Y es democracia multiforme, en todos y cada uno de los aspectos de la vida, pero con incidencia inmediata y definitoria en el aspecto político. Tiene que ser superadora dialéctica de la democracia burguesa, lo cual significa que debe incorporar todo lo racional y válido que en dicha democracia exista. No debemos desconocer que el curso del desarrollo democrático, desde la antigüedad clásica, tiene un doble signo: por un lado, es producto de las luchas populares y gracias a ello presenta un carácter progresista que busca extenderse al máximo; por otro lado sufre las limitaciones de la clase dominante, que trata de contenerla en el mínimo y está dispuesta a negarla cuando se le torne problemática. El carácter progresista, que en la democracia burguesa es la suma de todas las conquistas anteriores, tiene que ser incorporado y superado en la democracia socialista. Ese “paquete” socialismo-democracia o viceversa crecerá hasta su mayor expresión mientras sea necesario, y el análisis histórico indica, según creo percibirlo, que se extinguirá conjuntamente con la división en clases y el Estado cuando se llegue a ese estadio del desarrollo.
A la luz de lo visto pueden precisarse algunos rasgos del socialismo, que está planteado como necesidad, o como alternativa, más que de la barbarie, de la muerte:
La sustentación en la propiedad social de los medios de producción (al menos de los principales) es un primer requerimiento necesario, pero debemos reconocerla como un instrumento o vía hacia el socialismo, no como un fin en sí, y su validez depende de que no pueda ser confiscada por una camarilla burocrática; el objeto de la economía en el socialismo es la satisfacción de las necesidades reales de la población, y debe echar las bases para la superación progresiva de las contradicciones entre la ciudad y el campo y entre el trabajo manual y el trabajo intelectual; debe producirse un cambio cualitativo en nuestra conducta, de manera de ser solidarios y amorosos y también capaces de frenar la tendencia a consumir sin control y adoptar necesidades ficticias, pues el crecimiento ilimitado del consumo lleva al desbarajuste productivo que ocasiona el daño ecológico; los procesos de planificación, producción, distribución e intercambio de bienes y servicios deben ser realizados y controlados democráticamente, por los trabajadores y el pueblo; la remuneración debe corresponder al trabajo realizado (y en una fase superior, a las necesidades de cada quien); el Estado socialista debe ser una expresión democrática del poder del pueblo (entendido éste como el conjunto de clases y capas sociales nucleadas alrededor de la clase obrera), debe sustentarse en la articulación de las organizaciones populares y debe ser un instrumento del sujeto que lo conforma para avanzar hacia sus objetivos; la gestión y el control por los obreros y el pueblo deben erradicar el burocratismo, la corrupción y demás vicios que suelen enquistarse en los aparatos estatales; la conciencia del deber social ha de orientar toda acción de los trabajadores-ciudadanos y ser el acicate para el florecimiento en plena libertad de las ciencias, la cultura, el arte y los valores, así como para la superación de las discriminaciones de todo tipo existentes; el socialismo debe implicar el desarrollo a plenitud de la soberanía y autodeterminación nacional y popular, la relación solidaria y fraterna con todos los pueblos, el pleno disfrute ciudadano de las oportunidades y recursos de la sociedad y el ejercicio de la vida pública sin otras limitaciones que las derivadas del ordenamiento jurídico; la oposición que actúe democráticamente debe tener asegurado el respeto a sus derechos y espacios político-sociales.
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