Como se ha dicho, y para bastantes venezolanos y algunos latinoamericanos es un lugar común, José Vicente Abreu Rincones, apureño paisano del Negro Primero (y por ello certeramente bautizado por nuestro común querido amigo y maestro Pedro Elías Hernández Figueredo como el Mestizo Primero), alumbrado el 20 de junio de 1927, talabartero entre otros mil oficios ciertos o inventados, fue un héroe. Uno de los genuinos en la Venezuela del siglo XX. Para mí, pues, el primer elemento de consideración es que fui conterráneo y amigo, a lo largo de varias décadas, de un héroe de verdad, y que anduve con él en diversos avatares y circunstancias como con una persona común y corriente. Lo conocí cuando apenas despertaba mi adolescencia, él cuatro años mayor que yo, y desde entonces me pareció tan humano y sencillo como al mismo tiempo singular y fascinante. Yo entraba en el liceo, 1946, él salía. Había varios dirigentes estudiantiles destacados, pero dos sobresalían: José Vicente Abreu en 4° Año y Manuel Bermúdez en 2°. Eran los líderes respetados y admirados por todos, con influencia extraestudiantil considerable. Yo, recién llegado pueblerino, veía a Vicente en los grupos y me acercaba a oírlo. Su poder de fabulación y fantasía comenzaba a evidenciarse. Su seguridad, y hasta su simpático dejo jactancioso, lo ganaba a uno de inmediato.
Él se fue a proseguir estudios y lo volví a ver unos cuatro años más tarde, reino de terror perezjimenista, en Caracas. Me buscó para encomendarme mi primera tarea clandestina en la capital: llevar un maletín lleno de volantes antidictadura a lo que se llamaba en la jerga “una estafeta”, que en el caso era un apartamento situado en El Silencio. Tres o cuatro encomiendas más y no tuve otra ocasión de militar directamente a su lado, pues él estaba en la organización partidista y yo pasé a la juvenil. Nos encontraríamos tiempo después en la cárcel, en Ciudad Bolívar, aunque en pabellones distintos. Pero él me mandaba recados de fortaleza y estímulo, y su prestigio creciente nos confortaba a todos. Había retornado de Guasina, adonde fue “para morir o para nacer” (como expresa en uno de los relatos de su libro homónimo), y en efecto, en “la isla donde el río perdió las siete estrellas” --decir suyo evocador de Andrés Eloy el cumanés--nació como un héroe para ya no morir.
Luego de caer la dictadura viajamos a San Fernando. Nos entrevistaron por “La Voz de Apure” y allí recibí una de sus lecciones más memorables: sus palabras no trasuntaban ni la más leve sombra de odio, amargura o rencor. Creo que fue entonces cuando se me reveló a plenitud su superioridad humana. Auténtico, digno, generoso, cultor de la amistad, poeta, revolucionario, hombre. Ése es el Abreu a quien no podrá matar el tiempo y a quien sus amigos debemos inmensa gratitud y amoroso recuerdo. Fíjense, él cuenta en “Palabreus” que su abuelo le hizo saltar dos veces sobre un cadáver en una gallera (el de un hombre asesinado), a fin de que no muriera ni de cuchillo, ni de picada de animal ponzoñoso, ni de plomo, ni de malderrabia, ni de caimán, ni de rayo. Y en efecto, no murió de nada de eso, y más aun, no murió en absoluto.
En el camino están, casi nada, “Tribuna Popular”, al lado del general de revolución Gustavo Machado; la lucha contra la feroz dictadura cipaya de envoltura “democrática” en que degeneró el 23 de enero del 58, lucha que incluyó la gran rebelión en armas de Carúpano (con Jesús Molina Villegas, Eloy Torres, Simón Sáez Mérida, Pedro Vegas Castejón, Julio Bonet Salas, Octavio Acosta Bello, Héctor Fleming Mendoza, Pedro Duno y muchos más patriotas civiles y militares); el amor, los hijos, los escapes de juerga --algunos de los cuales compartí-- que con otras sabias enseñanzas le transmitió Pedro Elías; la cárcel y el exilio de nuevo; los libros luminosos. Para siempre.
Y no me extrañaría verlo aparecer cualquier día por ahí con la lanza de Braulio Fernández. (Para los jóvenes: procuren leer “toma mi lanza bañada de plata” y las demás obras de Vicente, todas amasadas en amor, coraje, majadería bolivariana y belleza).
freddyjmelo@yahoo.es