El fin de una ilusión

Socialismo integral y economía mixta: un amor imposible!

La tesis, en boga, sobre un socialismo que tolera parcialmente -y más que tolera incluye- prácticas propias del modelo capitalista, es necesariamente falaz. Mejor conocida como tesis en favor de un modelo económico "mixto", hoy ésta pretende por desgracia ser fundamental en la construcción del Socialismo del Siglo XXI. De hecho, ya ha ganado ciertos espacios en nuestro país puesto que la puerta, al parecer, estaba abierta mucho antes que el debate. Y está a punto de legitimarse!

Si hay culpa -eso no se discute- es nuestra. Porque esta tesis tiene su origen en la cándida suposición, ya generalizada entre nosotros, de que el mundo moderno no debe ser ni tan calvo ni con dos pelucas...

No sabemos por qué, pero insistimos en suponer -con supremo e irremediable angelismo- que el fracaso de las experiencias socialistas en el mundo, y en especial la soviética, tuvo por causa un ciego extremismo en materia económica. Aun cuando todos reconocemos íntimamente que la causa no fue exclusivamente de orden sistémica, sino moral.

Sabemos que los modelos, por sí solos, dicen por lo general mucho menos de su eficiencia operativa que de la intención ética subyacente de sus operaciones. Todo se conjuga en lo poco o mucho de justicia que un modelo dado adscriba en lo moral. El modelo capitalista, por ejemplo, de explotación del hombre por el hombre, puede ser o no exitoso en términos cuantitativos, pero siempre será inmoral en términos éticos por su falta de honestidad con relación a los principios de igualdad, de derecho y de respeto a la condición humana.

Pero las "nuevas izquierdas" parecen querer pasar ante la historia como más "amplias" que las anteriores, comenzando a acariciar en su propuesta, con flexibilidad sospechosa, la permisión de prácticas capitalistas. Es claro que sólo pueden llegar por esa vía a una revolución burguesa. Es decir, a medias revoluciones.

El nuevo socialismo no puede estar hecho de medias tintas, de morales dobles: el siglo XXI no toleraría la miopía de los socialismos precedentes, ni una timorata reforma de los mismos. El futuro de la humanidad y del planeta depende ahora de una absoluta integridad moral, inscrita en el propio modelo emergente.

Necesitamos un socialismo integral, cuya especificidad sea la defensa de la vida humana como indisociable de su entorno, donde el fundamento filosófico sea un respeto real y profundo por el equilibrio providencial de la naturaleza. Un socialismo que se respete debe, ante todo, trascender la esfera de lo humano (puramente antropomórfica) y no basarse en paradigmas de dominio sobre la naturaleza, de progreso, de industrialización, de conquista; debe rechazar todo cuanto constituye el código genético de la sociedad que hoy padecemos en ridícula agonía planetaria. Si no logramos parir algo nuevo en términos ideológicos, ésta es una sociedad en la cual continuaremos nuestra sádica y masoquista estancia tanto tiempo como sigamos reportándonos a modelos socio-económicos puramente liberales, mixtos o de corte soviético que niegan de facto "el alma del mundo".

Lo que necesitamos es un cambio profundo, pues no hay diferencia real ni fundamental entre un capitalismo privado y un capitalismo de estado: en el primero, la industria explota al pueblo y ejerce una presión colosal, onerosa y permanente sobre el gobierno, el cual termina dejando al pueblo a su propia suerte; en el segundo, es el propio gobierno quien monopoliza la industria y encarna el patronato y la explotación de los trabajadores, sin garantizar la participación proporcional de éstos en el beneficio del estado (el cual se presenta, con extrema ironía, en tanto que único y legítimo ente sindical).

En el plano económico internacional, ni el capitalismo privado ni el capitalismo de estado convierten al país en cooperativa, pues deben responder a una lógica maquiavélica: la de una mayor producción al menor costo posible. A nivel nacional, ello se traduce respectivamente en una explotación de tipo "clasista" de los ciudadanos (EEUU), y otra de tipo "igualitaria" (China).

En cuanto al modelo mixto, es sólo eso, una mezcla interna de lo mismo con efecto y consecuencias internacionales semejantes. En este modelo, que permite la explotación en uno u otro sentido, los principios morales pueden perfectamente continuar siendo pisoteados en todo momento. El mismo no garantiza un alto al irrespeto de los derechos humanos, ni una promoción de propósitos armónicos, ecológicos e integrales (cuya violación, o simple omisión, se encuentra ahora desplazada bajo una nueva estructura, "barajeada" en ella, por así decirlo).

Cierto que en Venezuela estamos en un proceso, pero es crucial que hagamos lo necesario por que éste sea realmente uno de cambio. El modelo "mixto", tácitamente propuesto y en vías de legitimación dentro del nuevo socialismo, puede crear la peligrosa ilusión, la diabólica apariencia, de una certitud redentora: la de una efectiva y más justa redistribución de nuestras "riquezas". Pero de nada serviría si sólo estamos frente un espejismo, mezcla de justicia social y humillación capitalista, donde sigue el planeta sufriendo la canalla y nosotros con él, merecidamente...

xavierpad@gmail.com


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Xavier Padilla


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