Hugo Chávez
En estos tiempos de diatriba política donde algunos y algunas pugnan por alcanzar legítimos intereses personales o grupales, que nunca serán superiores al interés colectivo y mucho menos al del pueblo, necesario es que venza la patria, necesaria es la unidad de todas las fuerzas que apoyan el proceso revolucionario y necesaria es la reflexión y rectificación a tiempo.
Tomemos muy en serio lo que señala Juan M. Diaz en el texto que a continuación citamos:
“Una fuerza política puede quizás autoproclamarse como vanguardia política de un proceso revolucionario y no serlo en la práctica o haber dejado de serlo. Los síntomas que señalan que esa fuerza política es vanguardia sólo como título formal, y que se está convirtiendo en una élite burocrática conservadora, se revelan cuando esa fuerza trata de imponerse como vanguardia sin serlo, desarrolla una política sectaria y excluyente, pierde liderazgo y emplea su energía más para defender los privilegios y de grupo adquiridos que los intereses del pueblo. Y como resultado comienza finalmente a perder simpatía y apoyo popular (el subrayado es mío). Es el momento de rectificar a fondo o condenarse a la derrota política y moral que proponen los pueblos organizados. Sólo puede adjudicarse el honroso título de vanguardia política revolucionaria, aquella organización política que se lo gana día a día con su entrega total al servicio del pueblo. Vanguardia es aquel que incluye, no el que excluye es el que une, no el que desune; es el que aglutina, el que convence por la superioridad de sus ideas y lo demuestra con su ejemplo, el que marcha al frente de la causa revolucionaria sin miedo y sin vacilaciones. La condición de vanguardia revolucionaria no es algo que se alcanza de una vez y para siempre, no es un título nobiliario, es una cualidad que también se puede perder y que por tanto, hay que mantener con una acción consecuente y un ejemplo permanente. Vanguardia no es quien se autoproclama como tal, sino quien lo demuestra en pensamiento y acción. (...) Las ambiciones políticas personales, la percepción de los cargos públicos como un 'botín', la vanguardia y el deseo de poder como inclinación perversa, son ajenos a los verdaderos revolucionarios, y son el camino a la traición”.
Hoy en una etapa de conspiraciones internas y externas, con una oposición dispersa, pero con mucho poder económico; urge atender sin mayores reparos las orientaciones del mando único surgido de nuestro Comandante Presidente Hugo Chávez, transmitidas a través de diferentes discursos, escritos y alocusiones públicas, donde va impresa gran parte de la definición estratégica de la política de la revolución.
Si no se deponen las posiciones personales o grupales, si no se atiende a las orientaciones del líder (aunque se tengan diferencias), si nos infectamos de sectarismo, no se podrá alcanzar una gobernabilidad revolucionaria. Para ello, es vital que las organizaciones revolucionarias, grupos o individualidades, mantengamos la consigna de “ implacable con el enemigo y unidad en el combate hasta la victoria final ”.