El análisis que de manera individual pero con extensión colectiva se ha venido haciendo a través de los medios, presenta un conjunto de coincidencias que confiere a sus afirmaciones un convincente rostro de verdad y sienta las bases para superar el descalabro electoral y retomar la marcha victoriosa del proceso revolucionario. Se han detectado aspectos positivos (el pueblo ha dicho siempre que “no hay mal que por bien no venga”) y se han puesto de relieve con crudeza los negativos, causantes de la derrota.
Entre los primeros resalta el desenmascaramiento ante el mundo de la trabajada imagen dictatorial del Presidente y de su “régimen”, con la que habían logrado marear o confundir a muchos en muchas partes, a pesar de que nunca pueblo alguno había sido tan consultado por la vía del sufragio y llamado a unirse, organizarse y concienciarse para recuperar la facultad soberana, históricamente arrebatada por las oligarquías y los imperios, de manejar las riendas de su destino. Buena parte de los confundidos han tenido que reconocer al demócrata esencial que es Hugo Chávez Frías. Se evidencia también que hay otros derrotados: el imperialismo en su versión buschista y el fascismo criollo mercenario, cuyo plan B, centrado en el desconocimiento de la presumible victoria del Sí, pretendía llenar de sangre y terror al país, propiciar la intervención extranjera y derrocar al gobierno, sin importarle que una acción semejante, en el remoto caso de que tuviera “éxito”, sumiría al país en la tragedia de una guerra que demostraría al orbe una vez más la pasta de que están hechos los descendientes de Carabobo y Ayacucho y desataría en el Continente y en la economía mundial un verdadero terremoto. Ese plan B sigue allí, pero se ha complicado la manera de activarlo y se ha abierto la posibilidad, ni la sobrestimo ni la subestimo, de que surja una oposición democrática capaz de zafarse del extremismo de derecha. Igualmente, la derrota obliga a la reflexión y el examen crítico y autocrítico, palancas vitales de toda revolución, y con ello a ver lo que no marcha o marcha mal y estudiar y aplicar los remedios necesarios.
Aunque el No activó todos sus recursos: medios, cúpulas eclesiales, universidades privadas y como si lo fueran, colectivos estudiantiles programados para la desestabilización, desertores, factores económicos y altavoces internacionales, las causas fundamentales hay que buscarlas adentro. Porque había terreno fértil para la mentira goebbelsiana, dadas las fallas y carencias sentidas y denunciadas por sectores populares y mal atendidas por diversas instancias de gobierno, y dado el hecho de que la educación ideológico-política no ha sido consistente, orgánica y masiva en suficiente medida. Esta vez la batalla fundamentalmente se libraba en el vital terreno de la ideología y el Sí tenía también que tensar y empeñar todas sus fuerzas. Necesitábamos contar con un partido bien estructurado, claro y unido intrínsecamente al pueblo, y sólo tenemos uno en formación; necesitábamos que los responsables de la ejecución de los programas produjeran la convicción de que los problemas de inseguridad, desabastecimiento, vivienda, empleo, salud, etc. están siendo atendidos con dedicación, eficacia y eficiencia, y no parece ser ésa la imagen; necesitábamos que el pueblo encontrara cómo acceder a la denuncia y que nuestros medios dieran el combate palmo a palmo contra cada mentira y pusieran a la luz cada verdad de la reforma propuesta, y hay demasiada insatisfacción en este aspecto. Sólo contábamos con la formidable voz del Presidente y con algunos de sus ayudantes que se entregaron en cuerpo y alma, pero el reto exigía todos los hierros. Seguimos necesitando lo señalado para recuperar lo perdido y proseguir avanzando, y ése es el reto de hoy.
Además creo que el Presidente, ya se ha dicho, al que nada de lo humano le es ajeno y tal como lo percibió él en un principio, no acertó en cuanto a la oportunidad de presentación de la propuesta. Contó posiblemente con informaciones inexactas. Y al sector suyo que el goebbelsismo logró neutralizar debemos ir con el mismo amor de siempre a rescatarlo. E ir también en busca de una parte de esos cuatro millones adversos, que no son oligarcas y cuyos auténticos intereses sociales, políticos y humanos están en este lado del río.
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