El 2 diciembre de 2007 será una fecha que la historia de Venezuela recordará como la primera vez que el pueblo tuvo la oportunidad de decidir, mediante un referendo, si se apoyaba o no, un proyecto de reforma constitucional. Además se debe destacar el hecho de que por su contenido, dicho proyecto de reforma representaba una posibilidad cierta para el avance hacia el socialismo. Es pertinente acotar, a pesar de que la derecha se niegue a reconocerlo, que nunca el pueblo venezolano ha tenido la oportunidad de participar de manera tan activa, democrática y protagónica en la construcción de su sociedad, como en la Revolución Bolivariana.
Aunque es pertinente aceptar que, la aprobación del proyecto de reforma no garantizaba la materialización de la sociedad socialista en Venezuela, pues como la historia nos ha enseñado, y como lo plantea acertadamente la teoría marxista; el socialismo - por más apoyo popular que ostente- no se decreta, ni se edifica sobre la base de marcos jurídicos que pretenden coexistir con las estructuras, instituciones, relaciones y prácticas de la sociedad burguesa. Por el contrario, debe ser el producto de un complejo e intenso proceso de transformación radical de la sociedad y la totalidad de sus estructuras, mediante el accionar de la lucha de clases. Es decir, mediante la praxis transformadora conciente y sistemática de los trabajadores y trabajadoras, los campesinos y campesinas, intelectuales, estudiantes y demás sectores que asuman una postura progresista, en pro de la destrucción de la sociedad capitalista y la construcción desde las bases, en todos los espacios y a través del método que sea necesario, de la nueva sociedad.
Por supuesto, la Construcción de esa nueva sociedad debe concretar la socialización de los medios de producción, eliminar la explotación del trabajo y la consecuente expropiación de plusvalía por parte del patrón. Por más piruetas teóricas y “éticas” que la burguesía y sus agentes dentro del movimiento revolucionario inventen para tratar de exaltar una nueva versión del socialismo, la esencia es la misma. El referente teórico- práctico del socialismo bolivariano es el marxismo. La historia es un referente imprescindible para nuestro socialismo a la venezolana, los errores y aciertos, serán una referencia de un socialismo “ni calco, ni copia, sino creación heroica de nuestro pueblo”. El referente cultural lo representa la memoria indígena y la pluriculturalidad que nos caracteriza. El referente ético-político, se basa en nuestra gloriosa historia, en el pensamiento y la acción patriota del Libertador, en las ideas progresistas y el ejemplo de Simón Rodríguez, en el coraje de Negro Primero y José Leonardo Chirinos, en la teología de la liberación cristiana, y en la memoria de tantos revolucionarios que han ofrendado su vida por la libertad, la igualdad y la justicia social.
Sin embargo, es absolutamente previsible que a lo interno del proceso revolucionario, subsistan sectores que no están de acuerdo con el socialismo. La revolución bolivariana está apenas dando sus primeros pasos. En ese escenario hay que reconocer qué algunos artículos del proyecto de reforma, garantizaban a la burguesía espacios de poder económico fundamentales, como sectores estratégicos de la industria, la banca y el crédito, entre otros. Además reproducían y legitimaban relaciones y prácticas sociales antagónicas a las ideas socialistas. No obstante, debemos aceptar que para nosotros los revolucionarios era muy importante aprobar dicho proyecto de reforma, pues el mismo en gran parte de su articulado, permitía un margen de acción más amplio para agudizar las contradicciones y ganar terreno en la batalla por la construcción del socialismo, en el contexto de la imprescindible profundización de la revolución bolivariana.
Cabe acotar que, por el carácter inédito de este proceso, y por la realidad que impone el escenario político actual, es necesario efectuar un análisis objetivo (en la medida de las posibilidades), que se proponga hacer un balance que trascienda lo coyuntural. En esa dirección se puede afirmar que un factor muy importante que incidió en el desenlace electoral del 2 de diciembre, fue la ofensiva mediática brutal y tergiversadora de la derecha, que sustentada en el terrorismo ideológico y propagandístico de su campaña masificada por la mayoría de los medios de comunicación, y emprendida por las cúpulas eclesiásticas, la tecnocracia universitaria, las organizaciones empresariales, y demás aliados de la oligarquía criolla, lograron generar pánico en un sector de la población.
A pesar de esa realidad, es indispensable aceptar que la derrota obedece más a errores nuestros que a virtudes de la burguesía. Pues la derecha no ha logrado incrementar su base social de manera significativa. Aunque la idea no es caer en la subestimación del adversario, el problema consiste, en que los revolucionarios no pudimos movilizar a tres millones de personas que votaron por Chávez en diciembre de 2006, quien con una propuesta explícita y diáfana, que hablaba del socialismo del siglo XXI, logro una contundente victoria. Esta vez no fuimos capaces de convencer a tan elevado número de simpatizantes de la revolución bolivariana, sobre la necesidad de aprobar el proyecto de reforma constitucional. Definitivamente esto representa una derrota política.
Ante tal situación se deben plantear algunas inquietudes básicas para el futuro de la revolución, y por supuesto para que los revolucionarios identifiquemos el rumbo que debe seguir nuestro accionar político. En primer término, es imprescindible entender que la derrota electoral de la reforma, constituye una oportunidad inmejorable e inaplazable, para que todos nos revisemos y asumamos nuestra cuota de responsabilidad. En razón de que como se dijo, tres millones de personas que apoyan la Revolución Bolivariana, se abstuvieron de votar. Circunstancia que es producto, entre otras cosas, de la escasa capacidad de movilización y organización política del movimiento revolucionario en esta coyuntura electoral. Realidad que influyo en tres aspectos que no logramos contrarrestar:
1- Muchos revolucionarios no se activaron en la lucha ideológica y electoral por el triunfalismo excesivo que se ha cultivado en el seno del movimiento.
2- Un porcentaje elevadísimo de la base social de la revolución, se abstuvo de votar. Lo que expresa que la motivación de estos ciudadanos no es la misma que hace un año.
3- Muchos bolivarianos no votaron porque fueron manipulados por las matrices de opinión tergiversadoras emitidas por los medios de comunicación, y no se concretaron mecanismos o espacios de comunicación, discusión y formación política eficaces para contrarrestar esa situación.
En ese contexto tenemos que preguntarnos por qué se dieron las circunstancias enumeradas. Debemos ejercer la crítica y sobre todo la autocrítica. Por tal motivo, es fundamental la reflexión y sobre todo la acción revolucionaria que vaya dirigida a la superación de las contradicciones internas. Es preciso que la revolución trascienda el discurso y las consignas o eslóganes oficiales. El socialismo no puede seguir planteándose como nuestra alternativa para un futuro lejano. El socialismo debe empezar a concretarse, a practicarse y hacerse realidad en la vida cotidiana de nuestros ciudadanos. No es lógico pretender que el pueblo se conforme con esperanzas sobre un futuro mejor, pues el mismo, al observar tantas contradicciones, podría cansarse de esperar y decepcionarse de la acción política y percibir que este proceso es más de lo mismo. El pueblo trabajador de Venezuela ha demostrado que apoya la revolución, y lo seguirá haciendo. Por eso es vital convencerle sobre la necesidad y la pertinencia de avanzar hacia el socialismo. Y la mejor manera de hacerlo es demostrándole en la práctica que el socialismo es la mejor opción, en función de que éste le resulte tangible.
Ahora bien, como se afirmó anteriormente, los revolucionarios y revolucionarias tenemos la obligación de asumir nuestras responsabilidades individuales y colectivas ante la contradicción señalada en el párrafo anterior, y lo hacemos sin ningún problema. Sin embargo, también tenemos el deber moral de expresar nuestro descontento ante la actuación de muchos “dirigentes” del proceso que además de llevar a cabo pésimas gestiones en sus espacios de gobierno, jugaron al fracaso, pues de manera vil y traicionera, fueron indiferentes ante tan vital proceso electoral. El pueblo revolucionario es sabio, y fue testigo de la actitud despreocupada y el accionar pusilánime de la mayoría de Gobernadores, Alcaldes, Diputados a la Asamblea Nacional (que por cierto complicaron sin necesidad el contenido del proyecto de reforma) y demás sectores políticos que representan el continuismo con las prácticas burócratas y corruptas de la burguesía, quienes en conjunto se han dedicado a tergiversar la revolución (no sabemos si en mayor medida que la derecha) y a falsear el proceso con su praxis política.
Es obvio que éstos dirigentes (donde no incluimos la inmensa mayoría de los trabajadores del Estado que sabemos no forman parte de esa tendencia), no promovieron la aprobación del proyecto de reforma, porque no les interesa que se construya el poder popular y el socialismo. Es evidente que ellos no son revolucionarios, y que se han puesto una franela roja, con el objetivo de buscar beneficios particulares. Es sencillo, no apoyan el socialismo porque afecta sus intereses. No son más que unos oportunistas. Unos incompetentes que el pueblo sabrá castigar en su momento. ¿O cómo se explica el repliegue y la inercia del movimiento revolucionario y los retrocesos en la correlación de fuerzas electoral en formaciones sociales que administran “cuadros revolucionarios” después de años de gestión?
Por tanto debemos entender que el momento histórico nos impone la necesidad de comprometernos cada día más con nuestro pueblo. Tenemos que promover la agudización de las contradicciones de clase, la lucha contra la corrupción y el burocratismo, la organización popular, el debate ideológico, la movilización permanente, la acción política eficaz y la calidad revolucionaria en nuestra praxis.
Otro elemento que se debe señalar, está relacionado con el PSUV y los Batallones como estructuras de organización y movilización política y electoral. Aunque la mayoría de los revolucionarios apoyamos la propuesta del Presidente y dimos el paso al frente para sumarnos a este proyecto, y más aún, a pesar de que esta organización no se ha concretado como movimiento político con una filosofía, unos estatutos, y una plataforma de lucha determinada, en función de que apenas está en proceso de edificación. Es necesario examinar y reflexionar respecto a cuestiones metodológicas relacionadas con la praxis de esta organización política.
Por ahora debemos aceptar que fallamos, que los batallones no fueron eficaces, en gran parte porque su organización y articulación se realizó de manera anárquica, pues ubicaron a los aspirantes a militantes y conformaron los batallones desde comités “técnicos” que ni siquiera se preocuparon por consultar a las bases o por llevar a cabo ningún tipo de evaluación de la realidad política, social, cultural y geográfica del radio de acción de los batallones y de su estructuración. Debemos aceptar que los comandos no comandaban a nadie, así como los dirigentes no dirigían a nadie, que las estrategias electorales no produjeron los resultados esperados, y que estas situaciones, son el producto y la consecuencia directa, de que no existen espacios de discusión y participación efectivos en el PSUV, ya que los mismos están secuestrados por sectores politiqueros, que se aferran a estructuras y principalmente a prácticas que siguen desarrollando los vicios que en teoría el PSUV debe abolir.
Todas las circunstancias descritas, sumadas a muchas otras que puedan escapar a este análisis, dieron al traste con la posibilidad de aprobar el proyecto de reforma. Afortunadamente, la historia no se ha terminado de escribir. Y lo más importante es que el Comandante Chávez no se rinde y sigue promoviendo el socialismo, en conjunto con el pueblo revolucionario. Lo importante es que seguimos luchando, seguimos defendiendo las ideas socialistas, y sobre todo seguimos construyendo desde las bases el Poder Popular y el Socialismo. En ese escenario, es importante reconocer el esfuerzo de muchos camaradas, que desde adentro y desde afuera de la dinámica y las líneas de los batallones, pusieron todo su empeño para que se aprobara la reforma. Sustentados en su compromiso, y en su más sincero y espontáneo apoyo al proceso revolucionario.
El referendo fue apenas una batalla. El panorama se torna complejo. Sin embargo estamos seguros de que con un mayor nivel de compromiso por parte de los revolucionarios, en la lucha contra la corrupción, la ineficacia, la soberbia, el oportunismo y la ineptitud, y sobre todo, si logramos articular una organización política de avanzada, el movimiento revolucionario tomará un segundo aire, que sabemos, será definitivo en la medida en que sea posible consolidar una vanguardia política revolucionaria que logre ganar la confianza del pueblo trabajador, a pesar de la nefasta gestión de los “dirigentes” actuales (es necesario aclarar que al hablar de movimiento no me refiero necesariamente a una organización específica o un aparato político- electoral, sino más bien a una praxis política revolucionaria dentro, y por qué no, fuera de los aparatos).
Una vanguardia que se construya sobre la base del debate ideológico y la praxis política revolucionaria, que promueva el poder popular sin actitudes caudillistas, manipuladoras ni segregadoras, y procure la organización y la participación protagónica y corresponsable del pueblo. Una vanguardia que logre despertar la energía del pueblo trabajador, del proletariado del siglo XXI. Entendiendo que gran parte del mismo, no se ha convencido de la eficacia de la revolución, gracias a las contradicciones, mencionadas. Allí nos sumamos a la reflexión hecha por Fidel Castro cuando dice que en Venezuela no existen 4 millones de oligarcas. Por eso nuestra tarea es convencer a todo el pueblo que la revolución beneficia a las mayorías, y que la burguesía, sus instituciones y sus prácticas son antagónicas a sus intereses.
Tenemos la ventaja de que los dirigentes de oposición no son capaces de materializar un liderazgo consolidado. Eso nos brinda un margen de acción, en la medida en que la derecha carece de confianza popular y no logra deslindarse del imperialismo y del pasado.
Es el momento de la profundización definitiva y permanente del proceso revolucionario. No a la reconciliación con la oligarquía, no a la revolución por etapas, ¡Si a la revolución permanente! Es obvio que la burguesía no va a permitir que los trabajadores construyan el socialismo por la vía pacífica. Llegará el momento en que el movimiento revolucionario pase a la ofensiva y no tenga que seguir en su actitud “apaga- fuegos”. Mientras tanto vamos a prepararnos. Vamos todos a participar, a debatir y a luchar por el socialismo. Vamos a construir la vanguardia ideológica y práctica que por fin va a materializar la revolución. La batalla sigue siendo contra el capitalismo y su máxima expresión: el imperialismo neoliberal. La batalla sigue contra la burguesía, sus instituciones y sus relaciones sociales y culturales. Pero ahora también es contra los corruptos, arribistas, y oportunistas que a lo interno del proceso no permiten el avance hacia el socialismo. La batalla ahora es por el rescate de la revolución y por la dignidad del pueblo trabajador.
¡Llegó la hora del socialismo!
No el que se decreta o el que se convierte en letra muerta, sino el que construye el pueblo trabajador desde las bases y en todos los espacios a través de la lucha de clases.
¡Viva el pueblo trabajador!
¡Viva el Socialismo!
Estudiante Universidad de Los Andes Táchira
Cordero, Municipio Andrés Bello
Estado Táchira
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