Aprender haciendo y hacer aprendiendo

Luego de haber oído, masticado y digerido el contenido del discurso del Comandante Chávez ayer en la Asamblea Nacional se hace inevitable superar la tormenta de ideas y colocar las cosas en el lugar que les corresponde. Reflexionando sobre un intercambio sostenido con una persona de tan clara y brillante conciencia como su irreductible voluntad por la no figuración más allá del trabajo práctico y cotidiano -con lo cual no daré su nombre, como pueden suponer- concluyo que no hay soluciones mágicas, que no puede haberlas y no las habrá. Que sin conciencia revolucionaria no habrá revolución pero que sin revolución no habrá conciencia revolucionaria. Que a los problemas concretos del pueblo hay que darle soluciones concretas, pero que esas soluciones naufragarán en el océano de la conciencia rentista burguesa sino son asumidas desde la conciencia.

La conciencia revolucionaria de que el poder reside intransferiblemente en el pueblo y lo ejerce a través de su protagonismo evitará que "nos caigan a cuentos los burócratas de turno vestidos de rojo-rojito. Sin conciencia del poder que tenemos como colectivo, como poder popular, nada se podrá hacer" -dice esta persona, y continúa "Pero para que esa conciencia llegue es necesario que nos pongamos de acuerdo en lo práctico, en el cómo y en el por donde y en el con quienes y en el para qué. La conciencia es el para qué y también el ingrediente, además del amor fruto de la conciencia, más poderoso con el que debemos contar para echar adelante". ¡Todo un programa de acción!

Si no habrá revolución sin conciencia, si no habrá conciencia sin revolución, si no habrá revolución sin el protagonismo consciente del pueblo, si sólo el pueblo salva al pueblo... entonces, hay que ir al ámbito de lo concreto. Hay que construir en el pueblo con el pueblo y desde el pueblo protagonismo concreto: desde la práctica cotidiana, desde la organización popular ejercida sin protagonismos, sin mezquindades, sin alimentar recelos, egoísmos o resentimientos subalternos, con conciencia revolucionaria verdadera. Aprender haciendo y hacer aprendiendo. Conciencia desde la praxis y praxis con conciencia. Oír, leer, escuchar para hacer. Las ideas sin acciones son ideas muertas, las acciones sin ideas bochinche y río revuelto para pescadores oportunistas.

Cada revolucionari@ desde la trinchera que le ha correspondido en suerte: el maestro en el aula, el obrero en la fábrica, el campesino en su conuco, el ama de casa en el barrio, el soldado en el cuartel, el cura en su parroquia...todo el que se llame y se diga revolucionario tiene que hacer la revolución. Con coherencia absoluta entre el pensamiento, la palabra y la conducta, entre el decir y el hacer, conscientes de que tomará tiempo...enlazándonos, haciéndonos colectivo, participando, ampliando el radio de acción de la revolución hasta hacerlo omnipresente, con ideas, con respuestas concretas a los problemas de quien los tenga, activando las fuerzas invencibles de un pueblo en marcha.

Entonces habrá llegado el momento en el cual no podrán campañas de miedo... no podrán las manipulaciones... nada podrán contra la voluntad férrea de un pueblo que ha ido construyendo con conciencia su propio "reino de Dios en este mundo". Nadie podrá hacer retroceder a un pueblo que decidió salir del infierno. Por eso, en términos concretos, el gobierno revolucionario tiene que mostrar el camino a ese reino, facilitarlo, hacerlo presente, con respuestas concretas a las urgencias más caras de ese pueblo. Hay que cortarle las uñas al diablo de la burocracia, de la corrupción, de los malos ejemplos...con las tijeras del poder popular practicado y ejercido de manos de la conciencia. Valorar lo conseguido, con buena memoria y objetividad, pero obligar a cumplir lo postergado, lo olvidado, lo preterido. Construir los perfiles prácticos del socialismo de las cosas más sencillas, sin desalientos, sin voluntarismos estériles, con la firmeza de la bondad endurecida.

¡Para mañana es tarde compatriotas!

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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