En la instalación, en el extinto cuartel San Carlos, del congreso fundacional de la organización que asumirá la responsabilidad del proceso revolucionario socialista y bolivariano fue repartida una propuesta que es un excelente papel de trabajo, una estupenda guía para el análisis y el debate. Contiene anteproyectos de estatutos, de principios y de programa que son un despliegue de sentido común, aunque de ninguna manera, por muy buenos que nos parezcan sus argumentos, debemos considerarlos como santa palabra, sino que, por el contrario, tenemos que desmenuzarlos y pasarlos por el tamiz de la crítica.
Y podemos empezar con el nombre, Partido Socialista Unido de Venezuela, que parece ser una sugerencia del propio presidente, pero que como bolivarianos no deja de producirnos cierto escozor. “Si mi muerte contribuye a que cesen los partidos...” nos dejó dicho, y por supuesto que entendemos la pertinencia y necesidad de la organización revolucionaria, pero llamarla partido desde ya, nos parece que la encasilla en los moldes burocráticos, dogmáticos y sectarios tradicionales y que es levantar talanqueras que nos separen del pueblo al que pertenecemos y al que estamos llamando constantemente para que se incorpore y participe.
El socialismo del siglo XXI es un invento y reinvento cotidiano, estamos rompiendo paradigmas, concretando sueños posibles. El instrumento para lograrlo debe también ser original, corresponder a la utopía sin dejar de tocar el suelo. Hemos definido nuestro objetivo como la Revolución Socialista Bolivariana y eso es lo que somos y lo que seguiremos siendo aún después de que nuestros restos individuales se incorporen a la Pachamama.
Somos nuestros propósitos, nosotros mismos y nuestras circunstancias, nuestro tiempo, nuestros sueños y nuestra voluntad. Somos este torbellino que enrolla y enrola, que incorpora pero que también purga y repele. Somos este estado de deconstrucción y reconstrucción. Somos una revolución.
Queremos la justicia social, la equidad y la racionalidad en la producción y el consumo, es decir, la economía planificada y en libertad. Somos socialistas.
Y no perseguimos la mayor suma de dinero, sino “la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política.” Somos bolivarianos. Somos la Revolución Socialista Bolivariana. Pa’ qué más nombre.
En femenino, Chávez y demás camaradas. No un partido machista y prepotente, sino una organización femenina, irreverente, alegre y maternal. Pata en el suelo y con pedigrí.
¡Dios y Socialismo. Necesario es Vencer!
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