Praxis revolucionaria y formación ideológica en el Socialismo Bolivariano (II)

En la anterior parte (I), me adentré de forma general y con alguna que otra particularidad en la dialéctica praxis revolucionaria-formación ideológica introduciéndome en el complejo pero necesario campo de la definición de categorías centrales y de sus premisas conceptuales, y por ello abordé la relación entre valores-actitud-conducta revolucionaria que son los componentes esenciales de la praxis revolucionaria. Continuaré aquí en el movimiento hacia ese conjunto de múltiples determinaciones dadas en llamar “lo concreto”, en ese proceso social al que -desde hace más de tres años- he considerado llamar el “socialismo bolivariano” luego de comprender algunas de sus particularidades y singularidades, muchas de ellas, luego de ser reveladas o construidas a la luz pública en plena oratoria del Comandante Chávez, momento crucial del proceso creativo en un líder de pueblos, según nos decía José Martí.

La praxis revolucionaria en Venezuela comienza a desarrollarse por más vertientes y espacios públicos a partir de iniciarse el período gubernamental del Presidente Hugo Chávez en febrero de 1999 quien como representante de las fuerzas políticas de izquierda había resultado victorioso en unas de las elecciones de mayor índice de participación en la historia del país. Hago estas precisiones históricas por los lectores jóvenes que pudieran encontrarse entre los casi dos millones que han arribado en Venezuela a la mayoría de edad, de febrero de 1999 a la fecha y que por ello o por otras razones, no conocen esos importantes datos para evaluar el proceso bolivariano.

Recordemos que todo 1999 lo dedicó el Presidente Chávez a echar a andar el proceso constituyente propuesto en su campaña, hasta que llegó a aprobarse la actual Constitución y comenzar la “V República”, la primera fase de la República Bolivariana de Venezuela. La praxis revolucionaria se concentró masivamente en todo el trabajo de elección de los constituyentes, debate del nuevo texto constitucional y su aprobación en Referéndum nacional en diciembre de 1999. Una vez aprobada, comenzó la praxis revolucionaria del líder y sus colaboradores más cercanos en formar las nuevas directivas de los Ministerios e instituciones públicas, y a fortalecer las organizaciones del movimiento social y político popular desatado por el triunfo del Movimiento Quinta República (MVR) bolivariano, continuador del MBR200. Más que todo, la praxis revolucionaria estuvo centrada en el amplio subsistema gubernamental, ya sea a nivel nacional o a nivel regional de algunos aparatos estadales; en el fortalecimiento de las bases sociales de las tres fuerzas armadas, y al hecho de la preparación y el anuncio de un conjunto de Leyes Habilitantes revolucionarias, lo que le facilitó o garantizó al incipiente poder revolucionario tener un mayor conocimiento y control sobre el tren ejecutivo, que permitiera comenzar a crear condiciones reales para el ejercicio del poder gubernamental revolucionario, amenazado históricamente en Nuestra América por el brutal poder imperial “del norte”.

Entre el 2000 y el 2001, comienza un mayor nivel de la resistencia contrarrevolucionaria de la oligarquía, en correspondencia con la praxis revolucionaria del pueblo que comienza a conocerse allende los mares, y a ampliarse hacia otros poderes públicos y hacia el interior del sistema político y de los partidos políticos tradicionales que en este período de tres años ven profundizar su fase de descomposición, también como consecuencia de sus derrotas sociales (electorales, políticas y económicas) frente a una fuerza popular liderada por el Presidente Chávez que va demostrando al pueblo, con su amplio respaldo, que la esperada revolución social podía hacerse realidad, primera comprensión que debía tener el principal protagonista de la praxis revolucionaria, el pueblo, para poder decidirse a profundizarla de forma masiva. Podríamos decir que es un momento de inflexión, el primer momento, en este proceso social bolivariano, donde se puede observar un cambio sustancial de la formación ideológica que va alcanzando el pueblo.

De manera que la praxis revolucionaria en Venezuela está asociada directamente al fortalecimiento de la participación popular aunque, esencialmente, en su forma tradicional, o para decirlo de otra forma, a través de los limitados canales de la democracia representativa, y también, a través de un conjunto de organizaciones sociales y políticas propias que van encontrando nuevos espacios y van rompiendo viejos mitos y hábitos de los “viejos” tiempos de clandestinidad y de hostigamientos de los aparatos de represión y vigilancia de la anterior oligarquía dominante. Es a finales del 2001 cuando un prominente vocero de la burguesía, dueño de un medio de comunicación, con fachada de demócrata, declara algo así como que “ya Chávez hizo lo que esperábamos, es hora de que pare”. Unas semanas después, la burguesía lanza un llamado a huelga general y resulta en otro fracaso estrepitoso, ante una praxis revolucionaria en crecimiento, firmeza y profundización.

No es casual, entonces, que a partir de esta variación en la correlación de fuerzas políticas, el gobierno imperialista decide dar el visto bueno al sector de los políticos y militares venezolanos que le presentan la opción anticonstitucional para derrocar al gobierno bolivariano electo democráticamente. Todo el show mediático para enmascarar el clásico golpe de Estado organizado militarmente por el alto mando militar, convertido en una cúpula de generales sin tropas, pero muy apoyado por ello en los canales privados para tratar de falsear la realidad y neutralizar así a las tropas de base, es una muestra fehaciente del avance de la formación ideológica revolucionaria en el pueblo venezolano y de su praxis en ascenso.

En toda esta etapa, hasta ese golpe de Estado de abril del 2002 y el sabotaje petrolero que termina en febrero/marzo del 2003, se mantuvo un alto nivel de lenguaje patriótico y un bajo perfil de lenguaje revolucionario en los medios públicos de comunicación, los cuales continuaron centrados en las tareas urgentes, con mucho personal heredado del anterior sistema público de comunicación donde el poder oligarca mantenía a ciertos profesionales de izquierda para velar su dominación. Tales tareas urgentes estaban impuestas por la resistencia oligarca, pero contrastadas con un nivel más alto de praxis revolucionaria, la cual fue incrementándose en la misma medida que el ritmo de la revolución popular fue aumentando, tanto como consecuencia de las necesidades de defensa del proyecto bolivariano, ya sea en las filas de las Fuerzas Armadas o en las filas de los trabajadores petroleros y de todos sus espacios, como por las acciones estratégicas ofensivas que comenzaba a tomar el Comandante Chávez y que el pueblo fue comprendiendo.

Los saludos el 13 de abril del 2002, con las boinas rojas en alto, de los jóvenes militares patriotas desde la azotea del Palacio Blanco, anunciando el nuevo poder revolucionario, rescatado y fortalecido, y los cornetazos de las gandolas de gasolina en febrero/marzo del 2003, saliendo de los depósitos hacia las bombas de todo el país en medio de la euforia popular y el pueblo movilizado en el rescate del control petrolero, constituirán las imágenes más relevantes de este crucial momento de la historia de Venezuela, de la praxis revolucionaria y de la formación ideológica bolivariana. Son dos expresiones de un singular momento revolucionario que jamás los medios de comunicación privados volverán a pasar por sus canales. Y son las imágenes que los medios de comunicación (televisivos, cine, teatro, pintura, escultura) e instrumentos comunicativos del pueblo deben hacer conocer a las nuevas generaciones y recordar a quienes se les hayan olvidado.

Es entonces a partir de las victoriosa praxis revolucionaria en el terreno militar, político, tecnológico y económico, donde se produce otra variación cualitativa en el nivel de la formación ideológica, que se enriquece más, motivada y estimulada con los programas televisivos Aló Presidente y con el inicio de una labor más intensa de lectura y capacitación en algunos sectores sociales decididamente dispuestos a defender, hasta con sus propias vidas, al Presidente Chávez. Aquella exclamación de una mujer del pueblo, tan serena y segura que circuló por ciudades, valles y montañas: “yo quiero que mi Presidente continúe”, debe sumarse a esas imágenes y voces que iluminarán el imaginario popular de la nueva cultura venezolana.

Por todo ello, no resulta reiterativo recordar, luego de casi diez años de ofensiva revolucionaria y de resistencia oligarca que la praxis revolucionaria tiene hoy muchos más espacios para realizarla. Por ejemplo, es echar a andar, dirigir o trabajar con pasión en una misión social bolivariana; es la praxis revolucionaria del líder con el grupo más cercano de colaboradores exigiéndole eficiencia y eficacia administrativa; es la praxis de los protagonistas encargados de la ejecución de la Misión Social y de los beneficiados por ella, que deben contribuir para que la Misión se desarrolle correctamente y muy acorde con la ética bolivariana. Praxis revolucionaria debe ser también la que deben realizar los que se encargan de suministrar a tiempo los recursos para las Misiones y obras. Praxis revolucionaria es la que realizan los trabajadores con esmero para que una obra social o de repercusión económica de la Revolución Bolivariana sea exitosa y con ella se cumplan los beneficios esperados por el pueblo.

Tal como nos exigía el Che, praxis revolucionaria es la que deben realizar más profundamente los servidores públicos para elevar la eficiencia y eficacia de los servicios ofrecidos por las instituciones del gobierno revolucionario que cada día debe ser más el gobierno del pueblo. “Este gobierno –ha reafirmado el Comandante Chávez en más de una ocasión- es un gobierno popular, es un gobierno del pueblo”. Y la praxis revolucionaria debe garantizar que así sea.

La praxis revolucionaria no debe circunscribirse o limitarse -ni mucho menos- a la crítica o la acción moral contra aquel o aquella, dentro de una institución pública, que no comparte o no comprende las ideas del bolivarianismo, sino que ante todo, debe centrarse en lograr hacer cumplir los deberes como trabajador o trabajadora y velar porque todos los cumplan, y paralelamente contribuir con la educación bolivariana de todos y enfrentar con determinación y decisión revolucionaria a los que asumen conductas capitalistas que torpedeen los proyectos sociales para el pueblo.

Lejos de ser una verdadera praxis revolucionaria, el sentarse a criticar por criticar, o poner unos cuantos ejemplos adversos de personas inescrupulosas que no cumplen su deber revolucionario, sin reconocer las grandes transformaciones logradas, esa conducta “criticona” o “criticista” responde a la vieja práctica de los renegados o de los oportunistas y arribistas de los procesos revolucionarios. La crítica debe comenzar a hacerse en el sitio adecuado y en el momento adecuado, según las normas de organización bolivarianas que van adoptándose por los colectivos en formación.

Praxis revolucionaria es estudiar con esmero los documentos claves de la Revolución Bolivariana, las alocuciones –ante todo- del líder máximo y de sus colaboradores, por ser estos quienes, luego de analizar las diferentes condiciones y recursos con que se cuentan para llevar a cabo una determinada estrategia en todo el territorio nacional y su entorno, lo informan abiertamente al pueblo trabajador y se produzca así los “feedback” o retornos comunicativos necesarios, y con ello se de aquella unidad dialéctica a que se refería el Che “entre el líder y las masas”. Praxis revolucionaria es también estar atentos y denunciar las acciones de sabotajes de los servicios o de acaparamiento de productos, es apoyar al INDECU a ejercer su labor nacional en cada rincón del país, e incluso al SENIAT denunciando a los evasores de impuestos y a los que tratan de sobornar a los funcionarios de ese cuerpo institucional.

Sea trabajador del sector público o privado, la praxis revolucionaria puede y debe llevarse a efecto para consolidar la Revolución que es consolidar y garantizar el futuro grande de la Patria y la felicidad de nuestros hijos y nietos.

Por ello, praxis revolucionaria es hacer la revolución, sea en la creación del partido unido socialista o impulsando los Círculos Bolivarianos o fortaleciendo los Comités de Salud o exigiendo localmente los arreglos de los gabinetes médicos de la misión social Barrio Adentro. Es en esta amplia praxis revolucionaria, y sólo en ella, donde se va a ir produciendo la verdadera y más profunda “formación ideológica”.

Creer que la “formación ideológica” se alcanza por el hecho de pasar un curso en un aula de clases o en un “centro de investigación” es pecar de iluso. Más efecto en la formación ideológica tendrá el debate abierto y sincero en un colectivo de trabajo, sean de jóvenes o de adultos mayores, acerca de las tareas a emprender en su ministerio o en su misión social o en su empresa de producción social para satisfacer necesidades sociales, que leer diez libros sobre la construcción del socialismo. Por supuesto, si ambas cosas se realizan conjuntamente, siempre será mejor para el proceso revolucionario, porque la teoría ilumina la práctica, y hay que mencionarlo e insistir en esto porque a diario se escucha, incluso por algunos cuadros revolucionarios, que “el pueblo no tiene formación ideológica”, que “la gente no sabe nada de socialismo” y que es porque “no hay escuelas de formación ideológica”, y con ello, estos cuadros pierden la gran oportunidad –cada uno en su centro de labor o espacio bolivariano- de aprovechar la diaria praxis revolucionaria y socialista para incrementar y mejorar los niveles de formación ideológica.

No obstante, se debe reconocer que el pueblo no tiene un nivel homogéneo de ideología pero en su conjunto posee cierto nivel de “formación ideológica” y algunos segmentos de la población trabajadora lo tienen más elevado que otros. Cierta población vinculada al sector público o a alguna de sus dependencias o proyectos como es el caso de las veintitantas misiones sociales ya tienen cierto nivel importante de formación ideológica, más avanzado que aquellos no involucrados, desempleados o joven estudiante. Estamos seguros que la gran mayoría del pueblo reconoce que la opción de la violencia o de la guerra civil es dañina y que es la opción alentada por el imperialismo. Eso es formación ideológica. También, la mayoría reconoce que en el capitalismo predomina la ambición y la desigualdad. Y sin dudas, esa gran mayoría del pueblo reconoce que los servicios de salud y de educación deben ser gratuitos y de excelente calidad. Eso es formación ideológica. Así como también reconoce que el pueblo debe disponer de sus recursos naturales para satisfacer sus necesidades básicas y promover el desarrollo nacional.

Si todo esto, recordado tan intensamente en estas reflexiones, es cierto, aun con leves variaciones, entonces ya hemos logrado un cierto nivel de formación ideológica que aún cuando sea insuficiente, será la base de una ideología socialista consolidada, que se logrará en la medida en que también se vaya consolidando la estructura económica socialista, base del sistema socialista en Venezuela y en la región, apoyándose en el ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) y otros procesos unitarios que surgirán frente al entonces moribundo sistema capitalista. Será entonces cuando la ideología capitalista dominante dejará de serlo y dará espacio –como decía Marx, Lenin, Che, Fidel o el propio Ludovico Silva- al predominio de la “conciencia de clase” trabajadora en la vida nacional o a una ideología esencialmente veraz, es decir, un sistema de ideas socialistas que exprese legítima y fielmente, en un plano teórico, las transformaciones permanentes que debe darse con la praxis revolucionaria.

Hasta aquí podríamos inferir que la praxis revolucionaria se desarrolla con una mayor plena conciencia, característica de la construcción socialista, en tanto desarrolla con ella el “sentido de pertenencia” y el “sentimiento de autoestima” en sus protagonistas, aspectos que abordaré en la siguiente parte por estar vinculado ello a la política comunicacional del gobierno del pueblo, variable crucial en la formación ideológica.

(*) Email: wongmaestre@gmail.com



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Ernesto Wong Maestre


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