La lectura es concomitante con la invención de la escritura. Es decir, tienen la misma antigüedad y, tal vez, la misma importancia. La lectura es indispensable para la formación conscientiva de los pueblos. Esa es la razón por la cual Víctor Hugo escribió que: “La humanidad que lee, es la humanidad que sabe”.
Fundamentalmente hay tres tipos de lecturas: la de pasatiempos o diversión, la informativa y la investigativa. De las tres, la que el venezolano más practica es la recreativa. Porque es la más amena, porque hace las veces de un excelente way out, ante tanto problema del diario vivir, o porque es el resultado de una estrategia capitalista que ha convertido a los medios en franquicias al servicio del más oscuro e indolente capitalismo, el cual siempre crea las rutas de la alineación y despojo de los valores éticos y morales de los pueblos.
Realmente, quien no lee, no puede saber y por tanto, no puede desarrollar un sentido crítico, independiente, que le ayude a dejar de ser un tonto útil al servicio de los grandes intereses que dominan el mundo. La lectura, junto con pláticas amenas, edificantes y trascendentales es lo que más rápidamente puede ayudarnos a salir del oscuro túnel de la ignorancia, de la inopia, de la terrible entropía en la cual adormecido e inconciente deambula nuestro noble pueblo, después de protagonizar las grandes gestas heroicas por la libertad de América.
La lectura recreativa es abordada por un escaso porcentaje de la población y no se realiza para coadyuvar a constituir una estructura de pensamiento, mucho menos para crear una despierta conciencia colectiva. O para participar con éxito y conocimiento de causa, de los grandes problemas nacionales o existenciales, en los cuales estamos inmersos desde los orígenes de la civilización. Por lo demás, los contenidos de este tipo de lecturas son patéticamente pobres, rayanos en lo cursi, de lo cual están separados solo por una delgada línea con lo ridículo.
Son contenidos alienantes que promueven decadentes estereotipos de personajes con cuestionada moral o con supuesta fama, que nada tienen que ver con los valores hermosos que hicieron grande nuestro gentilicio. Ruinas y escombros de otras culturas que fenecieron en el tiempo por ser vacías, huecas estatuas de falsa adoración como el dios Moloch de los antiguos tiempos, en cuyo vientre hirviente lanzaban los judíos precristianos a sus neonatos como señal de reverencia y acatamiento.
La lectura informativa es practicada por un pequeño número de personas, quienes leen medios impresos periódicamente. Esto comportaría una sana actividad, si no fuera porque las grandes empresas mediáticas están en manos de inversionistas que con sus gríngolas unidireccionales, solo apuntan a la formación de capitales, no importa si para ello tengan que caer en acciones vergonzosas y rayanas con la ética y las buenas costumbres.
Todavía menor es la cantidad de compatriotas que usan la lectura como instrumento para la investigación, porque dicho sea de paso, a la investigación y el desarrollo de tecnologías propias, no se asigna ni siquiera el 5% del PIB nacional. Todo lo cual atenta contra nuestra independencia científica y tecnológica, a lo que se añade el hecho insólito de que nuestras aulas son colonias, porque el aula nuestra no genera conocimiento, solo repite lo que se ha investigado o producido en otros países.
Menos mal que Venezuela cuenta ahora con un Presidente culto, con una formidable formación humanística y una paquidérmica fuerza oratórica, que enaltece los corazones de este y muchos pueblos hermanos. El hombre del “por ahora,”
se ha convertido en el gran promotor de la lectura, por tres grandes razones: porque tiene un liderazgo fuerte, vigoroso, nacional e internacionalmente; porque cada vez que en sus discursos nombra un libro, éste se pierde de los estantes de las librerías, y tercero porque es tan grande su deseo de que todos leamos, que ha regalado millones de libros de gloriosa y exquisita latitud filosófica y literaria. Prueba de ello, fue la repartición gratuita de El Quijote, Los Miserables, las antologías literarias que regaló el Ministerio de Educación, la cual estuvo poblada de grandes pensadores latinos y europeos, desde Andrés Eloy Blanco y Neruda hasta Nicolás Guillén, pasando por Shakespeare, Saint Exupery, Hemingway, Balzac, José Martí y tantas otras luminarias de las letras y el pensamiento universal de todas las épocas.
Recuerdo que cuando Chávez nombraba El Oráculo del Guerrero, que es una imitación chilena de El Arte de la Guerra, ese librito pequeño y de elevada factura doctrinaria para la vida, fue adquirido por millones de venezolanos y de hecho fue una gran contribución a la formación de una conciencia critica colectiva que sacudió las telarañas de la psicología social de nuestra patria.
En el pasado reciente, Chávez advirtió al mundo, tanto en Venezuela como en las Naciones Unidas, de lo que el intelectual norteamericano Noam Chomsky había plasmado en su libro Los Peligros del Imperio. Este magnifico libro presenta el patetismo de la extinción de la vida si continuamos con el modelo capitalista. El libro se vendió como pan caliente.
Verdaderamente que quien no lee, ignora y el que ignora no tiene luz ni en su alma ni en su corazón y por tanto es un vil esclavo, atado a la dura roca de la materia. La lectura es luz que libera el alma hacia las dimensiones sublimes de la existencia. Si esto es cierto, también lo es el hecho de que Chávez es el gran promotor de la lectura, en consecuencia, ahuyenta las tinieblas y se ha convertido en el Gran Prometeo del siglo XXI.
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