Ordinariamente una Revolución -con mayúsculas- que se enfrenta a la heroica tarea de derrotar un sistema económico como el capitalista, poderoso, inteligente, dotado de inmensos recursos siempre estará en momentos críticos. No se transforma una sociedad cuyos valores darwinianos y egoístas nos vienen desde que nació la agricultura, la ganadería, la acumulación de excedentes y la división del trabajo sin que ocurran grandes enfrentamientos, vacilaciones y desconciertos. No obstante, hay momentos de momentos, hay los momentum (simbiosis particularísima de masa y velocidad, tiempo y movimiento). La Revolución Bolivariana -nótese que uso mayúsculas- está en unos de esos momentum. El llamado es, pues, a la unión dentro de la claridad de ideas y objetivos.
Veamos: Las aguas relativamente calmas por las cuales navegaba el barco bajo el mando del timonel relajó las tensiones necesarias de la marinería. No fue extraño conseguir tripulantes "sobrados" jugando dominó o dedicándose a contemplar sus hermosos marutos. Sin tener claro hacía donde se dirigía el barco, la confianza en el timonel libraba de angustias y las hacía postergables en medio de tanto éxito. Una buena parte de la tripulación navegaba con un puerto en mente distinto al de otra parte de la misma tripulación pero tranquilizados porque el "timonel no ha fallado nunca". Así, el debate, el estudio, la conciencia, durmió el sueño de los justos porque "no hacía falta".
Pero las aguas calmas, agitadas ahora por el formidable enemigo que no descansa y sabe mucho, así como por las inconsecuencias de una tripulación poco capacitada, apenas montada sobre el cómodo deslizamiento hacia el éxito seguro se tornaron procelosas amenazando con hacer zozobrar el barco. Son los momentum, esos puntos de inflexión crítica en los cuales sólo la claridad de ideas, la firmeza y el compromiso total pueden poner a salvo la nave. Lamentablemente, esos momentos no se han caracterizado precisamente por el orden y la disciplina justo porque no hay firmeza teórica ni claridad de objetivos.
Son momentos en los cuales el formidable enemigo agita las aguas consciente del alboroto que la inconsistencia crea en la tripulación. Surgen los "managers de tribuna", los desencuentros, las "echaderas de culpas", los señalamientos. Se descubren los "errores" siempre en los otros y emergen los planes propios que nunca fueron transformados en planes colectivos por déficit de conciencia. Las caras emergen desde detrás de las acomodaticias caretas. Unos, señalando la inconveniencia de haber "acelerado demasiado", clamando por la modificación de unos objetivos que atenúen o desaparezcan los "inconvenientes y extraños a nuestra naturaleza autóctona" del socialismo (son aquellos sectores no dispuestos a acompañar el proyecto socialista); otros, se apegan a un libreto "revolucionario" extremo, inmediatista y anárquico en cuya visión no existe la más mínima estrategia política, la disciplina militante ni el sentido profundo de la variable tiempo.
Los revolucionarios verdaderos, es decir, aquellos para quienes el movimiento al comunismo pasa por alcanzar una Venezuela socialista deben estar claros que es tiempo de unidad y contundencia. Comunismo -con mayúsculas- no esa desfigurada sociedad desdibujada por la propaganda capitalista, sino esa otra recogida por Jesús en el Evangelio, Moro en Utopía, nuestro Simón Bolívar allá en Angostura o por Wladimir Ulianov Lenin cuando traza las líneas maestras del comunismo como etapa superior del socialismo.
Es tiempo de transformar el delicado momento en victoria aplastante. Una Revolución siempre convertirá una dificultad en oportunidad para avanzar. Los buenos revolucionarios son más temibles en el fracaso que en la victoria, porque en la victoria son humildes y prudentes pero en la derrota implacables. El momentum exige en primer lugar absoluta lealtad hacia el Comandante de la Revolución. Convertir la consigna de que "sin Chávez no hay Socialismo y sin Socialismo no hay Chávez" en una premisa de valor absoluto. Ha sido el Comandante quien con su unión umbilical con el pueblo ha traído el barco hasta donde nunca pudieron los revolucionarios de siempre y los de nunca; los que han luchado siempre y los que mimetizados convenientemente, arropados por iconos, consignas y afiches no lo hicieron nunca. Olvidar -así sea por un segundo- que sin Chávez no hay Socialismo es más que una estupidez, un crimen. De modo que la primera urgencia pasa por la lealtad al comandante por encima de cualquier duda o incomprensión. Cualquier conducta que afecte esta confianza en el timonel simplemente destruye y obstaculiza haciendo el juego a la contrarrevolución.
Es tiempo de anteponer los objetivos de la Revolución a nuestros –incluso si nos parecen legítimos- planes o ideas. Es tiempo -hoy más que nunca- de llevar hasta el pueblo la savia revolucionaria, la teoría y el hacer socialista más allá de cualquier deformación que tendencias reformistas o anarquizadas -tanto monta, monta tanto- estén sembrando en el imaginario popular. Es tiempo de avivar y remozar la fe del pueblo en su revolución y su líder. Es tiempo de no contribuir, como tontos útiles, a las manipulaciones del aparato mediático imperialista siempre exacerbando los errores que puedan brotar por los resquicios del egoísmo o el oportunismo.
¡Es tiempo de hacer REVOLUCIÓN SOCIALISTA!
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