“Caminante no hay camino,
se hace camino al andar,
golpe a golpe, verso a verso”
  ; &nb sp; Antonio Machado
Estas bellas frases del poeta español Don Antonio Machado, se hicieron herramientas del movimiento revolucionario universal. Y expresiones como “condiciones objetivas y subjetivas”, que fueron como íconos para quienes juraban que la revolución era una cosa de “echarle bolas”, se acompañaban con las del maestro y bardo.
Casi siempre aquellos se equivocaron. Porque es también indispensable trazar el rumbo cierto y orientarse por la “Rosa de los Vientos”. En verdad se hace camino al andar con la audacia envuelta en aquella frase trascendente de Simón Rodríguez, “inventamos o erramos”, pero también atendiendo a la sensatez del loco.
El revolucionario, instalado en Caracas o Cariaco, no debe esperar que “san Juan baje el deo”. Que las respuestas le lleguen enlatadas de ninguna parte del mundo. Debe responder aquí y ahora. Cada espacio tiene su propia particularidad y cada momento sus rasgos específicos y por eso la revolución, la acción por cambiar las cosas que entraban la sociedad, requiere respuestas que cerca estàn.
Esperarlas desde allá, de alguna parte lejana e inaccesible, o de un ser omnipotente, no lo define a uno como apto para ser promotor del cambio en parte alguna.
Razones le sobran a Chàvez, cuando demanda de los revolucionarios que en la AN, alcaldías, gobernaciones, ministerios y en la calle, respondan con la audacia y creatividad que debe serles inherente. Que comprendan que lo que aquí pasó, no puede considerarse como un “quìtate tú para ponerme yo”. Por eso, es insuficiente, superficial, pensar que el problema se resuelve sólo con unas elecciones, por cualquiera de las fórmulas posibles.
De lo que se trata, es que al mando del instrumento que debe impulsar la ansiedad de cambios incubada en la sociedad venezolana, llegue por la vía más democrática y racional, un equipo que entienda que el esfuerzo de todos hace falta y que debe prevalecer el interés colectivo. ¡Qué una y no divida!
No es de revolucionarios desvelarse por los beneficios que el poder puede deparar. Es sensato que, en medio de las dificultades, privaciones, algunos que pusieron su hombro para que Chàvez llegase a Miraflores y todavía allí se mantuviese contra viento y marea, marginados por el anterior estado de cosas, aspiren que se les meta la mano. Cuando el hambre aprieta es natural que la gente desespere. “Más cornà da el hambre”, dijo un viejo torero, cuando alguien le preguntó si no temía a las cornadas. Pero aspirar a acumular dinero y bienes, prevalido de las ventajas del poder, es conducta ajena a quien se piensa revolucionario.
Es decir, quienes estàn en el rol de dirigentes revolucionarios o esperan asumirlo, no pueden pensar, como quienes creen que la política es un negocio. A esta altura de los acontecimientos en Venezuela, debe estar suficientemente claro que el papel de dirigente dentro de este proceso implica desprendimiento y sacrificio. En la IV república, los partidos y dirigentes de la derecha, concibieron al Estado como una vaca de ubre generosa y chuparon insaciables y la cola era enorme. Pero ahora, el asunto, la cultura, demanda otra actitud. Se ha puesto en boga, ahora como nunca, aquella frase de Fidel Castro, según la cual, “a mayor responsabilidad más sacrificio”.
Cuando se está constituyendo el PSUV, pensando en quienes serán sus dirigentes y en los nuevos candidatos para ocupar los cargos del Estado, no es válido el procedimiento de escoger, como cuando se selecciona una reina de belleza o al buen mozo o simpático del grupo, con la deliberada intención de mantener el control fraccional o constituir cortes que, lejos de unir, separan y restan. Esto es lo mismo de siempre o reminiscencias de la IV república. Hay que dejarle al colectivo que expresa, en cierta medida, el ritmo del movimiento, que haga sus selecciones, porque sólo así se garantiza el liderazgo.
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