I
Se trata de un simple silogismo: Si toda revolución es una crítica del status quo, y esta crítica constituye una indisciplina frente al mismo, entonces toda revolución es también, esencialmente, indisciplina.
Por ello, es muy raro que un revolucionario haga un llamado a la... disciplina. La única disciplina verdaderamente revolucionaria sólo podría ser la indisciplina, la rebelión.
Y esto no es anarquía, o mejor dicho caos, que es como erróneamente se acostumbra a entender este término..
Cuando se le toma en su justa acepción, anarquía es por cierto algo muy distinto al caos: no excluye para nada el concepto de organización. Simplemente es el proceso por medio del cual se opera la auto re-organización de la sociedad, pero según un modelo en el cual la verdad no está administrada por un centro de poder.
Más aún, la anarquía no implica la negación de la existencia -y méritos- de un centro administrativo. O de varios centros administrativos confederados dentro una nación, encargados por ésta de los asuntos sociales y de interés común. Anarquía sólo significa negación jurisprudencial de éstos mismos centros de poder en tanto que presuntos detentores de la verdad.
Todo revolucionario debería saber que el término anarquía tiene una acepción positiva y de alto interés para la revolución. En otras palabras, debería saber que anarquía no es sinónimo de caos; que muchas veces es lo único que consigue formular ejemplos concretos de solidaridad social, genuina y duradera. La anarquía es aquello permite que se originen en el individuo precisamente el tipo de acciones espontáneas que desembocan en movimientos de lucha trascendentales, los cuales sirven luego de eventuales modelos teóricos.
En general, podría decirse que la anarquía es aquella cualidad del individuo en sociedad que lo convierte de forma autodeterminada en un propulsor espontáneo de causas y principios adoptados tácitamente por un colectivo.
Anarquía se traduce, en fin, en iniciativa revolucionaria y, por decirlo así, en expresión asimétrica de soberanía. Los individuos de un colectivo se unen por afinidad de convicciones y tienen la libertad de organizarse en todo momento, sin esperar las directivas de un alto mando -al cual de todas formas raramente llegan las propuestas individuales o grupusculares.
La efectividad de este tipo de acciones no subordinadas a un plan, mas no desprovistas de plan, tiene numerosos ejemplos a través de la historia de las revoluciones.
Pero recordemos cuáles son generalmente los motivos que impulsan al individuo a "producir" estas iniciativas. Estos motivos se reducen básicamente a dos, los cuales son muy simples e intercambiables:
1) una defensa urgente de la Verdad;
2) una denunciación eficaz de la mentira.
De la conservación de la Verdad y de la abolición de la mentira todo el resto depende: la justicia, la libertad, la igualdad, el desarrollo de todas nuestras facultades vitales para la vida, incluyendo el sustento material y la paz espiritual.
Por ello, si las revoluciones han de tener alguna disciplina, esta sólo puede ser la de una fidelidad absoluta a la Verdad. Una fidelidad que es ante todo un deber revolucionario -el más alto- y que no puede por lo tanto ejercerse plenamente por mediación administrativa externa de su materia prima.
La Verdad se erige en principal objeto de lucha y reivindicación revolucionaria, y ha de permanecer asequible a todos y cada uno, en todo y cada momento. Es allí cuando la atención, la vigilancia revolucionaria, se concentra en la instituciones del Estado. Pues éstas, estando concebidas en función de la gestión de muchos y muy diversos asuntos, no son inmunes al error humano. Ni mucho menos al tacto humano...
Lo cierto es que la Verdad sólo puede ser vista y no tocada. No tolera ser puesta en manos de nadie, pues pasa a ser Verdad manipulada.
La Verdad no teme ni puede temer la revisión pública de los haberes administrativos en el seno de una sociedad libre. Sus verdaderos defensores, antes bien, han de tener siempre una enorme sed por esta revisión. Saciarla es su única garantía de felicidad.
Se trata de un cuestionamiento necesario y que debe ser permanente. Incluso debería ser auto solicitado por parte del funcionario público. La falta de un control y auto-control en nuestras instituciones pone en peligro el equilibrio de una sociedad de principios, en la cual se espera del ciudadano que tienda por convicción hacia a la reafirmación constante de una existencia justa.
Tampoco teme nunca (la Verdad) poner a prueba su... veracidad. La cual es siempre infaliblemente demostrable. La transparencia es su singularidad auto-probatoria, su condición implícita, inmanente.
Condición que no puede ser accesoria, ni política. Y que trasciende todo propósito estratégico. Pues no es externa.
Esta transparencia intrínseca de la Verdad, que nos permite, no sólo mediante herramientas intelectuales, sino también a través de nuestros sentidos, comprobar, constatar, sentir lo verídico, lo verosimil, lo verdadero, y diferenciarlo de lo falso, falaz, incierto es ante todo atributo, propiedad, condición sinecuanon de la Verdad.
En lo social, en lo externo, la transparencia de la Verdad es en cambio circunstancialidad: no está garantizada. Ello la convierte en requisito incondicional para la moral revolucionaria, así como muy a menudo en objeto de lucha y rebelión.
Por ello, no hay excusa válida ni posible en un proceso revolucionario para ocultar la Verdad. Ni tácticas, ni pretextos de "timming", ni coyunturas ideológicas que justifiquen un bloqueo deliberado de los derechos constitucionales sobre el acceso a la información.
Aquellos que, pretendiendo tener la Verdad en su poder, se rehusan a mostrar sus íntimos atuendos e intentan excusarla por "indisposición estratégica", la desconocen por completo. Ignoran el poder inexorable de su naturaleza independiente, de su realidad desinteresada, de su falta de escrúpulos, de su confesa desnudez.
Revolución es ante todo CRITICA, y nunca habrán razones estratégicas suficientes para prohibirle esta facultad, pues le es consubstancial. Lo propio de la revolución es cultivarla. Pues en ella tiene a su mejor estratega.
Ningún centro de poder puede atribuirse derechos exclusivos en su nombre. Tampoco se trata de un accesorio de la revolución al cual los individuos tendrían un derecho temporal de uso regulado desde arriba. Sobre todo cuando desde esas mismas alturas se insta a las masas insistentemente a hacer de ella un ejercicio constante.
La crítica es por definición indomable. Si se quiere ser un buen estratega revolucionario, hay que ser ante todo un buen crítico. Recordemos que, motor de motores, fue el espíritu crítico de la mente de un gran revolucionario lo que produjo una frase como esta (por todos venerada, por muchos aplaudida, y por algunos reiterativamente citada):
"Con la verdad, ni ofendo ni temo".
Disciplina revolucionaria es, en todo caso, indisciplina suprema, crítica; y mientras ésta no consista en un ciego acatamiento de directrices, tampoco puede un liderazgo revolucionario consistir en un constante llamado a la vigilancia, a la crítica, a la denuncia de lo irregular, resultando en la ejecución sistemática de quienes toman consejo...
II
Respecto a las costumbres (o formas de ver de los) militares, también habría que decir algo.
La disciplina militar tiene sus obvios valores, pero los militares a veces pueden sorprendernos con sus métodos. No podré nunca olvidar lo que presencié cuando era músico regular de la Orquesta del Ejercito, con base en el Fuerte Tiuna, por allá en los años ochenta.
Era una orquesta tipo Billo, mitad de la cual estaba compuesta por músicos civiles, como yo, y el resto por músicos "vestidos de verde", soldados o sargentos. Un día, en vistas de algunas reivindicaciones laborales pendientes que inquietaban desde hacía algún tiempo al personal militar que allí operaba, el Coronel responsable del sector decidió hacer una reunión en la que todos aquellos que tuvieran quejas y proposiciones pudieran expresarlas. Esa misma tarde, frente a una audiencia de unas trescientas personas, el Coronel comenzó con una introducción tipo "corazón en la mano", humanista y llena de buena voluntad en la que aseguraba que la intención de la reunión era poder, gracias a una exposición de los problemas de cada uno, darle solución a los mismos en beneficio de todos y, claro está, de la Patria. La atmósfera de confianza que creó el Coronel fue tal que todos los que habían decidido hablar, al principio muertos de miedo, lograron desenvolverse sin timidez y con una gran sinceridad (e incluso con humildad, pues en un acto de generosidad espontánea dejaron fuera algunos reclamos pendientes). El caso es que, para mayor sorpresa de los presentes, el Coronel, ya habiendo todos hablado, comenzó a leer a viva voz y con ahinco los nombres de aquellos que habían tomado la palabra. Por el tono de su voz, todo parecía indicar que al llegar al último de la lista íbamos a escucharlo decir algunos elogios en honor a estos soldados cuya crítica constructiva aportaba mejoras al cuartel. El caso es que una vez finalizada la lista, dijo dicho Coronel: "Mañana serán transferidos a la fronteras del Esequivo, de la Selva Amazónica y del Arauca. Buenas tardes." En medio de una audiencia petrificada, uno de los mencionados en la lista no tardó en caer al suelo, inconsciente; otro comenzó a privarse, a asfixiarse medio de violentas convulsiones, cayendo también al suelo; entre de aullidos, llantos y la horrible conmoción colectiva que se fue apoderando de la audiencia vi también cómo un soldado, al que que yo conocía y que acababa se ser padre, empezaba a golpearse brutalmente en el pecho, y a tratar de estrangularse. Nunca había visto algo semejante, la escena me produjo tanto dolor, tanta indignación y frustración que ese mismo día dejé mi trabajo, más nunca volví.
Sólo quería compartir esta anécdota con ustedes. Se me ocurrió que tal vez ilustre un poco el ambiente en que se forman nuestros militares y nos ayude a mejor comprenderlos.
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