Este tema que trataremos a continuación, a pesar de su aparente intrascendencia para este momento político en la coyuntura revolucionaria y situación definitoria por la que atraviesa el país, no deja de ser menos importante. Más aun, motivado por algunos eventos por los que se han aprovechado los lacayos del imperialismo y muchos tontos útiles para arremeter contra la revolución, difamándola y haciéndola ver ante muchos como falsa e hipócrita, es por lo que consideramos necesario tocar este tema que alista principios fundamentales.
Los estereotipos y las ideas parecieran ser términos asociados, y por lo tanto, plantear una contradicción entre ambos pareciera ser un absurdo pero no es así. Para muchas personas, los estereotipos han servido para marcar la condición social, o incluso, las inclinaciones de gustos (la "onda"), etc., de las personas, pero también para catalogar a alguien con algunas ideas. Para otros, los más profundos, o los más conscientes, quienes escudriñan dentro de las superficialidades de un atuendo, los estereotipos no representan un carajo; simplemente, no dicen nada. Para ellos, las ideas no se pueden disfrazar con harapos y colores, etc. El hombre se mide por su consciencia.
Ha sido común, para el común de las personas -valga la redundancia- identificar al burgués por su traje y corbata; como al igual que a un revolucionario por sus harapos. Pero no se necesita del conocimiento científico de la psiquiatría o la sociología para comprender que en el fondo los estereotipos no representan a las ideas. Un “haraposo” muy bien pudiera resultar ser el peor de los reaccionarios, y defender al burgués como el que más. Para quienes no salen de sus casas existe el lumpen-proletario, los capataces, personas de orígenes muy humildes que son utilizadas por la burguesía para arremeter contra su propia clase, su propio pueblo. Las ideologías no distinguen el origen de clase.
Pero, paradójicamente para algunos, han existido y existen muchos elementos provenientes de las capas burguesas y medias de la sociedad que han aportado más a la revolución que ningún otro. Ejemplos nos sobrarían: el propio Marx, Engels (hijo de empresarios ingleses), Fidel Castro (hijo de terratenientes muy acomodados), el Che Guevara (sus padres pertenecieron a la clase medias argentina, provenientes de familias muy acomodadas), y no podría faltarnos por mencionar a Gustavo Machado (insigne comunista venezolano hijo de familias muy adineradas, burgueses), etc.
Marx, el máximo exponente de las ideas del socialismo científico, el filosofo más temido por la burguesía en todos los tiempos, en una ocasión nos aclaró este cuestionamiento cuando expreso, (las siguientes no son palabras textuales) “que son las condiciones sociales (el medio en donde se desenvuelve el hombre) lo que determina su conciencia, pero que también su consciencia podría inocularlo de ese medio”.
Quién podría dudar de la claridad de las ideas del Comandante Fidel Castro y de su infinito compromiso revolucionario. Acaso ellas se pusieron en dudas cuando el mundo vio a Fidel vestido de traje y corbata, o lo vimos vestido de chaqueta y gomas de marca Adidas. Esto no está en duda. Pero veamos el fondo de estas críticas.
Se equivocan fatalmente muchos quienes pretenden estereotipar al revolucionario con un tipo de vestuario, al igual quienes convocan al boicot de los socialistas de algunas marcas de productos que se necesitarían para vestirnos, alimentarnos, o vehículos, etc. Parece grave esta acusación, pero no es así. Más adelante comprenderemos el porqué. Podríamos concebir excepciones como son los casos: de no consumir productos de las franquicias McDonals, CocaCola, no adquirir vehículos Hommers, más por lo que ellos, en sí, representan. Esto lo aceptamos, está claro y no tiene discusión.
Podríamos también apoyar la tesis correcta de la lucha contra el consumismo, los falsos sueños envenenados que el capitalismo logra inyectar (a través de sus logotipos y los estereotipos) en las mentes de muchos para incitar al consumo desmedido bajo el engañoso estatus de clase que proporciona el uso de una marca. Pero nunca caeríamos el error maquiavélico, miserable y despreciable de emplear la critica destructiva contra alguien que apueste por las ideas del socialismo y que calce unas gomas o artículos de marcas: Nike, Puma, Adidas, etc., que muy bien pudieran estar a su alcance económico, y les son necesarios. En cambio, pedirles que calcen o vistan atuendos de marcas no reconocidas por que así debemos vestir los que estamos contra el capital, es un desastre. Aunque no lo aceptemos, los revolucionarios no estamos reñidos con la calidad, y lamentablemente las marcas muchas veces representan calidad. Esto no lo podemos negar.
Bajo ese entender, sólo dos conclusiones pueden extraerse de estas infantiles posiciones contradictorias: 1. El burgués que no ha logrado posesionar sus productos en el mercado es bueno, en cambio, el burgués que si lo ha hecho y, por tanto, logrado hacer reconocer su marca, es malo. 2. Los revolucionarios debemos boicotear y destruir estas empresas, desarrollar nuestros propios estereotipos en: ropas, vehículos y comidas, etc., “solo para revolucionarios”, y además competir con los capitalistas.
Para decepción de estos ignorantes, es un absurdo, por un lado, pensar en echar atrás las ruedas de la historia por eso de destruir estas empresas o fábricas que producen artículos de marcas reconocidas. Además, por otro lado, es un grave error el creer que existen “burgueses buenos” y “burgueses malos”. Todos los capitalistas son iguales: criminales y explotadores. Todos ellos explotan de igual forma a los trabajadores; les expropian la plusvalía, incluso, hasta les asesinan si se hacen de muy exigentes en sus luchas por mayores dádivas o migajas del gran botín del burgués.
Para mayor conocimiento de estos tontos útiles y acomplejados, es una realidad incuestionable que las empresas que fabrican productos de menor calidad son quienes más explotan y arrancan mayores plusvalías a sus trabajadores. Con esta afirmación tampoco pretendemos acreditar la locura que algunos podrían imaginarse de que, tendríamos que vestir, comer, calzar, etc., artículos que no contengan, implícita, una plusvalía expropiada a los Obreros. En otras palabras, entonces, deberíamos estar desnudos, no usar ni digerir nada, ni cubrir nuestras necesidades, etc. por que todos los productos están marcados por este crimen.
El cáliz de esta discusión se encuentra en la respuesta a las siguientes preguntas ¿Pero quienes son en realidad los dueños de las riquezas, de las empresas? ¿A quienes en realidad representan estos logotipos o marcas?
Una marca, para los revolucionarios, no representa al capitalista o al capital, porque no son ellos quienes en realidad producen o fabrican esos productos a los cuales se les estampan marcas como identificación. Son los obreros, los trabajadores quienes la hacen posible. Los revolucionarios vemos en las marcas representados a los trabajadores, quienes son los verdaderos hacedores de las riquezas producidas en una empresa. No es el capitalista quien emplea la fuerza de trabajo para hacer posible un producto, son los Obreros.
Ante las pirámides de Egipto el burgués sólo ve al faraón que las mandó a construir, mientras que el marxista ve a los esclavos que las crearon. De igual manera, el ideólogo burgués y los apologistas del sistema sólo ve a los propietarios de la empresa, mientras que el marxista ve a los trabajadores que lo crearon. Bajo este sentido, un gran homenaje les rinde Fidel a los obreros de Adidas.
Los Obreros están llamados a cumplir con su rol histórico de levantarse en lucha contra el opresor y hacer retornar las propiedades de esas riquezas usurpadas por el capitalista a su verdadero dueño, la sociedad, y construir la sociedad socialista; a emprender la lucha por la expropiación de los expropiadores del régimen burgués. Transformar la propiedad privada de los grandes medios de producción en propiedad social es la tarea de todos los obreros revolucionarios, y de su vanguardia más consciente. Es el paso fundamental de la revolución.
Es aquí el meollo de todo este problema, es por ello que se nos atacan con tanta furia y bajeza. Nos atacan por pavor a nuestras ideas. Banalizan en estereotipos nuestras subversivas ideas. Con ello pretenden, la burguesía y sus idiotas seguidores, desprestigiarlas. Pero ¿Como seria posible arremeter contra las ideas a las que tanto temen? Desprestigiando a la figura, enlodasen las ideas.
Los trabajadores de todas las empresas y quienes fabrican todas las marcas no son nuestros enemigos, sino, todo lo contrario, son nuestros aliados. Luchamos por su emancipación. Por posiciones infantiles como el boicot, y destructivas, nos convertimos, sin desearlo, en sus peores enemigos. Dejamos de ser realistas si nos dedicamos a las banalidades en lugar de atacar el fondo de los problemas, y ser fermentos de las ideas revolucionarias en los trabajadores. Con estas posiciones seudo-revolucionarias le hacemos un gran favor al enemigo.
Pero reconozcamos algo de las razones de estos injuriosos. Las revoluciones son procesos contradictorios en donde estamos obligados los revolucionarios, siempre, en ajustarnos a nuestras realidades y servir de catalizadores para irlas cambiando. Por ello, debemos distinguir entre una necesidad, la preferencia de todos a requerir productos o artículos de calidad, y un lujo innecesario. Una Hommers, un traje LouisVuitton, un restaurante de lujo, etc., fiestas y festines, gastos injustificables en decoraciones lujosas, Whiskys del más caro, etc., mucho más si se tratasen de personajes públicos y de dineros provenientes del Estado, ya representan, sin duda, una debilidad o una desviación peligrosa para un revolucionario, inconsecuencia y corrupción, aunque parezca una contradicción.
Para nuestros compañeros
que se sientan aludidos nos permitiremos recomendarles algunas lecturas.
El camarada Manuel Valladares siempre nos remite a las grandes experiencias
y lecciones que significaron y siguen significando la revolución rusa
para toda la humanidad. Valladares, en una ocasión, nos remitió al
estudio de la gran polémica a la que tuvo que enfrentarse el mismo
Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), padre de la revolución bolchevique,
por las posiciones tremendistas e infantiles de algunos ultrozos en
los primeros años de la revolución (1920), a quienes les dedicó un
fulminante y desenmascarador libro titulado: La enfermedad infantil
del “izquierdismo” en el comunismo”. Hacemos extensiva esta
recomendación. A ellos les va este adelanto:
“Los comunistas deben todos sus esfuerzos al movimiento obrero y al desarrollo social en general por el camino más recto y rápido hacia la victoria mundial de la revolución(...) El doctrinismo de derecha se ha obstinado en no admitir más que las formas antiguas y ha fracasado del modo más completo por no haber dado puerta al nuevo contenido. El doctrinismo de izquierda se obstina en rechazar incondicionalmente determinadas formas antiguas, sin ver que el nuevo contenido se abre pasos a través de toda clase de formas, que nuestro deber comunista consiste en dominarlas todas, en aprender a complementarlas unas con otras, y a sustituir unas por otras con la máxima rapidez, en adaptar nuestra tácticas a todo cambio, de este genero, suscitado por una clase que no es la nuestra o por unos esfuerzos que no son nuestros”. (Lenin: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo).
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