No es lo mismo estar en las barricadas que en el poder, que todo corrompe impone y negocia

1. Acabo de leer el magnífico artículo de Petras en Rebelión (como todos los que escribe) en el que hace una profunda reflexión histórica acerca del comportamiento de muchos dirigentes de la izquierda y revolucionarios en el poder ante coyunturas concretas que tienen relación con su propio gobierno. La izquierda siempre tratando de ser honesta, buscando ser incorruptible, tiene de manera obligada que enfrentar una realidad capitalista en la que no siempre sale bien librada. De los gobiernos de derecha y centro no me interesa hablar porque ellos son producto directo y constructores al mismo tiempo del sistema de explotación y opresión que vivimos. Parecería que por propia naturaleza tienen grabado en la mente el autoritarismo, el poder despótico, el racismo y el individualismo. En este caso, lo que interesa es la izquierda porque ella, y nadie más, ha representado los intereses de los de abajo, de los explotados, de los indígenas, campesinos, obreros, trabajadores.

2. El intelectual y activista de izquierda radical, James Petras, demuestra en su artículo cómo en circunstancias concretas los gobiernos de Lenin, Stalin, Mao, Ho Chiminh, Fidel, Chávez, se han visto obligados a tomar medidas que han tenido más que ver con sus intereses nacionales que con las luchas concretas de los trabajadores en cada nación. Que en determinados momentos han apoyado las luchas de los trabajadores pero en otras circunstancias intervienen para frenarlas habiendo provocado incluso represiones, ejecuciones y muertes de parte de la burguesía. Abunda Petras en el análisis de las causas de ese comportamiento, al mismo tiempo que desmenuza lo sucedido recientemente en Colombia y las declaraciones últimas de Fidel y Chávez acerca de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) El trabajo de Petras debe ser estudiado por la izquierda porque es un documento básico de principios y estrategia política, esto a pesar de que se esté de acuerdo o no con él.

3. Puedo decir que desde 1976, cuando en la pequeña organización espartaquista a la que pertenecí, comenzamos a hablar del “marxismo no leninismo”, nos pusimos a estudiar en serio sobre lo que había pasado con las llamadas revoluciones “proletarias y socialistas” en el mundo (y nos dedicamos a publicar nuestra revista Autogestión de carácter “marxista libertaria”) comenzamos a darnos cuenta de cómo los intereses de los gobiernos establecidos siempre estaban por encima de cualquier lucha particular. Recuerdo que lo primero que me llamó la atención fue que los llamados partidos comunistas (entre ellos el de México) se fundaron por consigna de la tercera internacional para cuidar a la nueva revolución rusa, que Stalin intervino en China y en España de los años treinta para negociar con un sector y que “bajo el agua” siempre habían tratos de gobierno que frenaban alguna lucha: como el caso de retiro de los misiles en Cuba que soviéticos y yanquis acordaron sin siquiera consultar.

4. Desde la polémica chino/soviética de los sesenta y el conocimiento de trotskismo frente al stalinismo, comencé a pensar que “no es lo mismo estar en las barricadas de la oposición que en el poder”; que en las barricadas somos libres aunque nos golpeen, y que ejerciendo el poder vivimos encarcelados, muchas veces avergonzados, aunque nos paguen millonadas y nos sintamos poderosos. Generalmente, o casi siempre, los gobernantes están subordinados a intereses inconfesables o no están capacitados para entender lo que sucede entre sus gobernados, por eso en vez de ayudar a que la gente esté contenta, crean inconformidades. El gobernante jamás es libre para actuar de acuerdo a su ideología o deseos; siempre se ve obligado a servir a los intereses de las clases dominantes y a los grupos que lo impulsaron para llegar al poder. Gobernar ha sido negociar y no siempre se hacen tratos con poderes honestos; muchas veces con organismos que piensan y actúan de manera distinta.

5. Aunque hayan algunas acusaciones de autoritarismo contra el “Che” durante el período que ejerció el poder, se puede pensar que al liberarse de él y continuar con su rebeldía, incluso morir por ella, limpió su persona. Quizá lo mismo podría decirse del Trotski en el poder como creador del ejército rojo y enemigo de los marinos rebelados de Kronstand o de los obreros del X congreso; pero al dar la batalla contra Stalin y al convertirse en perseguido, se liberó de la vieja carga del poder autoritario. El ejercicio del poder no solo lleva, en la mayoría de las ocasiones, a contradecir el pensamiento del gobernante cuando estaba en la oposición sino que al mismo tiempo lo obliga a hacer alianzas con quienes han sido brutales enemigos de su ideología. Se preguntaría entonces: ¿Cómo enfrentar el poder del imperialismo y de los ejércitos, de agentes internos, sin un poder fuerte y centralizado? ¿Cómo construir el poder de masas, el poder horizontal, popular y autogestivo?

6. Quizá por eso los anarquistas, con toda convicción, dirían: el problema político real no es de izquierda, derecha o centro, el verdadero problema es el poder. Ese poder que todo negocia (votos, aliados, amigos) sin principios ni moral; ese poder que sirve para “mandar con autoridad” y acumular mucho capital; ese poder que trata de justificar todo con el argumento de que “no hay otra salida para conservar el poder”. El poder no solo está en el gobierno; está en los padres, en los profesores, los curas, los intelectuales y en todos aquellos que de alguna manera se consideran superiores y con todo el derecho de mandar. Quienes usan “su” poder son los conservadores (quieren conservar su dominio) y quienes lo resisten o se rebelan son los inconformes: los hijos frente a los padres, los alumnos frente a los profesores, los seguidores de alguna religión frente a los dogmas, los obreros frente a los patrones, la mujer frente al hombre, los gobernados frente a los gobernantes. Todos ellos se oponen a los cambios mientras los demás buscan liberarse.

7. Fuera de las monjas, los hippies y los anarcos, no conozco a nadie que no busque poder económico, político, intelectual, cultural. Pareciera que el poder es parte de nuestro cuerpo, que es natural en nuestro ser; sin embargo, posiblemente sólo es una ideología impuesta desde que el derecho de propiedad y el individualismo dominaron el mundo. Aquí lo importante es tratar de comprender si la lucha debe ser contra el poder mismo que aparece por todos lados. Lo heredamos de nuestros padres, nos lo siguen enseñando en la escuela, nos lo impone la sociedad, nos lo aconsejan en la iglesia, lo implantan en el trabajo y nos obligan a respetarlo en las leyes. Resalta siempre un enorme deseo de mandar, de controlar, atesorar y ser superior a los demás. ¿Será, como dicen, que todos llevamos adentro a un pequeño dictador que sale cuando lo necesitamos? Por ello es importante continuar analizando esa realidad en que el poder sigue siendo determinante y las declaraciones de Chávez Y Fidel Castro sobre las FARC son esenciales.



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Pedro Echeverría V.


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