En cualquier época, a cualquier hora, en todo lugar, el socialismo tiene una base fundamental que es imposible de alterar. Si se quiere denominar socialismo a un proceso político, tiene que tener unos ingredientes elementales. Tal como si se quiere hacer un pastel con el nombre de hallaca, que tiene una base única, aunque en cada región del país se le ponga uno que otro ingrediente extra, la receta original es el patrón de la hechura.
Establecer un sistema social, con unas implicaciones económicas y políticas, que bautizado, se llame socialismo: Tiene que ser corresponsable, distributivo, equitativo, con un ras de nivelación de oportunidades, que favorezcan al más desvalido frente al mas capacitado en todos los ordenes. Que estimulen la creatividad y la invención tecno- científica, para generar un beneficio social integral y no elitescos, donde el nivel de conciencia hacia el aporte del todo social; sea dirigido por convicción colectiva, a aportar beneficios generales y no parciales poblacionales.
Los medios de producción han de estar bajo el control colectivo organizado. Las individualidades solo destacarían por ser los que mas aportan al bien colectivo, y no de quien se sirve del colectivo, como es usual en el capitalismo. En el socialismo, el ego racista, es sustituido por un ego colectivo. Se nombra el termino “ego”, apartado del “centrismo” enfermizo y distorsionador. Como es lógico, el individuo como tal, no desaparece en la sociedad socialista. Al contrario, su reforzamiento, se dirige hacia la utilidad colectiva y no particular.
Esta claro que cada época o tiempo tiene sus características especificas, que son determinadas por los avances humanos, en lo atinente a: la educación, ciencia, tecnología, valores morales, espirituales, satisfacciones de necesidades y grado de compromiso con el aporte colectivo social. En la medida que la conciencia de que el bienestar de la sociedad; es el bienestar del individuo, en esa medida la inquietud por aportar, desplaza la del aprovechado, que todo lo disfruta y poco aporta, que guía al capitalismo. La adaptación de todas estas circunstancias a la ideología propia del socialismo, como fase de transición al comunismo armonioso y humanista, será entonces dada por la búsqueda de la mayor eficiencia de reparto, respecto a los beneficios sociales colectivos, de los mismos aportes del colectivo a la sociedad.
En una sociedad con estas características, la acumulación de cosas innecesarias, riquezas artificiales, no tiene cabida, ni valor. Pues lo necesario para la vida plena, será garantizado por el colectivo social. La vanidad, la jactancia, el engreimiento, la fantochería, y en fin, todos esos comportamientos enfermizos promovidos por el capitalismo, no tendrán cobijo en la mentalidad de seres que estarán pendientes de ser útil y no de utilizar a los demás.
Para llegar a esta etapa, es necesario destruir desde la esencia misma al capitalismo egoísta. Dado que mientras existan vestigios de su existencia, habrá el peligro de las ambiciones alimentadas por el desvió avaro. Este es un proceso gradual y permanente, que debe contar con una dirección plenamente consciente de la tarea y de los peligros que hay de voltear el rumbo hacia el reformismo. Que a la larga, será una vuelta al origen del problema ideológico. Esa dirección tiene que ser férreamente autocritica y tener muy bien definida la meta a conquistar en cada etapa. En la medida que avanza ese proceso, debe ir formando los relevos con la misma voluntad y visión propia o más comprometida. Dura tarea, pero no imposible; ya que se plasmó en alguna mente lucida del planeta. Lo fundamental en este caso es dar el primer paso, que ya se dio. A des alambrar pues.
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