La indisciplina pone en riesgo la concreción de una revolución bolivariana y socialista como la que se desarrolla en nuestro país. Durante estos años de gobierno la definición práctica de la democracia participativa ha sufrido tergiversaciones terribles, ya que una condición fundamental de la democracia es la participación directa y protagónico, pero dentro de un esquema de funcionamiento que permita acceder a mecanismos de toma de decisión eficientes para lograr la ejecución de acciones concretas que fortalezcan valores como la fraternidad, la equidad, la libertad y la solidaridad sin dejar de lado el desplazamiento de las desigualdades e inequidades de las clases sociales, profundizando la socialización de los medios de producción pero además potenciando tecnologías de producción propias para el desarrollo, en el marco de una planificación transdisciplinaria; sin embargo, estos valores se han utilizado como excusa para justificar indisciplina y desorden
La afirmación inicial responde al hecho de evidenciar una constante inoperancia en las formas de organización que hemos establecido como medio de superación de estructuras infuncionales para el logro de un Estado socialista.
Aun cuando estas formas de organización transitorias no responden a estructuras de mando colectivizadas por completo, sin embargo responden a una delegación de responsabilidad política y legal que aun no hemos modificado para generar las condiciones de horizontalización de las decisiones. En concreto, aun cuando existen instancias de organización política o social con amplia voluntad de participación, sin embargo el peso jurídico o legal recae en uno o alguno de los representantes, sin dejar de mencionar dentro del Estado a las nuevas estructuras de gobierno, que aun cuando deberían tener un modelo de funcionamiento dentro de la nueva institucionalidad con base en la nueva geometría del poder, sin embargo, esto es sólo aplicable en el nivel de ejecución de las políticas públicas pero no en la delegación de las responsabilidades ya que legalmente es inviable. Esto obstaculiza el desarrollo de una verdadera democracia en socialismo, pero también es la única forma que nos permite, con sus fallas, atribuir responsabilidades que generen controles en el manejo de los recursos.
La alternativa inmediata para solventar estos obstáculos radica en la disciplina, en la posibilidad de establecer orden, y este orden pasa en principio por una condición ética de compromiso colectivo. En este sentido se afirma que para el logro de los objetivos hace falta “voluntad política”, pero pareciera más trascendente el “compromiso político” con un proyecto claro y unas estrategias bien definidas.
La disciplina política no es sumisión, ni falta de crítica, pero es fundamental el compromiso con las decisiones y con el respeto a los mecanismos para tomar las decisiones. La disciplina fortalece éticamente la crítica ya que al basarse sobre los hechos concretos de disciplina, ante otros se adquiere una condición ética que permite, en el momento de hacer la crítica, proyectar seriedad ante los planteamiento, convirtiéndose así en un referente ético, siempre y cuando la crítica este bien fundamentada.
Sólo la disciplina garantizará la trascendencia, lo contrario nos enrumbaría inevitablemente al fracaso.
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