En nuestra declaración electoral previa al domingo 23 de noviembre, afirmábamos que el camino más corto para el retorno a la IV República era la desastrosa política del gobierno, que en vez de enrumbar el proceso hacia la ruptura definitiva con el sistema capitalista y su lógica de dominación y explotación, prefería profundizar las concesiones económicas, políticas y sociales a la burguesía y a la oposición golpista y pro-imperialista.
Los resultados saltan a la vista. Ahora son 5 las gobernaciones que han quedado bajo el control de los partidos de la burguesía, entre ellas las de Zulia, Miranda y Carabobo, los estados más poblados del país; más el Distrito Capital (Gran Caracas) y decenas de alcaldías. Esta realidad modifica sustancialmente el escenario político, y podría impactar negativamente sobre el curso revolucionario por el cual transita el país.
No podemos llamarnos a engaños ni utilizar subterfugios para tratar de maquillar la realidad, tal como está haciendo el gobierno. No es cierto que la obtención de 17 gobernaciones sea un triunfo o la consolidación del PSUV, mucho menos que el gobierno del presidente Chávez se ha fortalecido. Peor aún resulta afirmar que la gran ganadora es la “gobernabilidad”. Estas afirmaciones no son más que el intento por encubrir las causas reales del peligroso avance de la derecha, que apenas ayer dio el golpe y realizó el sabotaje petrolero. A diez años de haber asumido el control del aparato gubernamental y de haber disfrutado de una prolongada bonanza económica de casi 6 años, que le proporcionaron ingresos como nunca antes los tuvo la nación, el gobierno no ha hecho más que dilapidar la energía revolucionaria del pueblo y los trabajadores, de la misma forma en que ha echado por la borda de la corrupción y el burocratismo los cuantiosos recursos generados por la renta petrolera.
Afortunadamente en esta oportunidad el gobierno no ha responsabilizado al pueblo del resultado, con justificadas razones, porque nadie lo tomaría en serio, y por el contrario, semejante justificación de su retroceso sería rechazada por la opinión popular. Es el gobierno y su política de concesiones a los enemigos de clase, expresada en la flexibilización de la normativa para importar; en la liquidación progresiva y a cuenta gotas del control de precios y el control de cambio; en la amnistía a los golpistas, que permite que cadáveres políticos con rostro fascista, como Antonio Ledezma y César Pérez Vivas ganen alcaldías y gobernaciones, o un personaje como Henrique Capriles Radonsky, organizador de güarimbas y del ataque a la embajada de Cuba, se convierta en gobernador de un importante estado como lo es Miranda; así como en la no solución estructural de los problemas más acuciantes que padece la población y el constante intento por imponer un modelo de desarrollo económico dentro del marco capitalista, y que sólo se diferencia en que las grandes inversiones extranjeras no provienen sólo de multinacionales norteamericanas, sino que además favorece a esa nueva casta burguesa pro-imperialista surgida de la restauración capitalista en China, Rusia, y de países imperialistas europeos como España y Francia, o de los capitalistas de países emergentes, tipo India e Irán, entre otros.
Esta derrota puede tener repercusiones negativas para el curso revolucionario
Bueno también es reflexionar sobre el impacto que el nuevo mapa político tendrá para el proceso revolucionario. Si bien es cierto que el gobierno sufrió una derrota en diciembre de 2007, aquella fue diferente, porque los trabajadores y el pueblo nos libramos de la implementación de una reforma constitucional regresiva, cuya piedra angular descansaba en el recorte de las conquistas democráticas y la apertura para que las multinacionales se hicieran copropietarias del suelo, subsuelo, y de nuestro recurso más preciado, el petróleo, a través de las empresas mixtas. En aquella ocasión caracterizamos que rechazar la reforma constitucional fue un triunfo de los trabajadores y el pueblo.
En esta oportunidad corroboramos que el triunfo de los representantes de la burguesía golpista no es un triunfo popular. Esto es la resultante del desgaste y descontento de la población hacia el gobierno del presidente Chávez, sus ministros, gobernadores, alcaldes, diputados, funcionarios y administradores de las empresas de propiedad estatal. Al no encontrar soluciones consistentes y duraderas a sus problemas y necesidades, el electorado equivocadamente ha preferido estas opciones electorales, lo cual sin duda podría tener repercusiones negativas sobre el curso revolucionario y sobre la conciencia de millones que por la vía de la experiencia se alejan del gobierno, desgraciadamente sin encontrar por ahora una alternativa revolucionaria, precisamente porque el gobierno también se la jugó a cerrar esa posibilidad, intentando liquidar cualquier vestigio de opción revolucionaria en el seno del movimiento de masas. Para eso se creó el PSUV, fracturando a las organizaciones revolucionarias de base y dividiendo al movimiento sindical, con una guerra frontal contra la Unión Nacional de Trabajadores. Por ello se han venido aplicando retaliaciones políticas contra honestos dirigentes revolucionarios probados en largos años de lucha, y por eso se etiqueta como “contrarrevolucionario” a todo aquel que no comulgue con los postulados del gobierno y su nefasta política de acuerdos estratégicos con la oposición burguesa, pro-imperialista y golpista.
La perspectiva es de lucha y de radicalización de la situación política y social
Lo cierto es que el gran perdedor directo de la jornada electoral es el gobierno y su partido, aunque indirectamente esto pueda afectar a la población y el proceso revolucionario en curso. Pero más allá de esta realidad, se abre un nuevo capítulo en que los procesos de lucha se impondrán, ahora en un marco más complejo y combinado. Por ejemplo, el año 2009 estará surcado por los reclamos de dos millones y medio de empleados públicos que anhelan la negociación de un contrato marco que lleva cinco años en mora. Del mismo modo, 80.000 trabajadores de la industria petrolera deberán jugarse a fondo para reconquistar un contrato petrolero que le revierta las pérdidas ocasionadas por la traición de los dirigentes sindicales durante la negociación del año 2007.
Pero el hecho más significativo socialmente es que estamos en un momento en el que las luchas obreras y populares se intensifican, se extienden a todo el país y a todos los sectores sociales, y además amenazan con radicalizarse cada vez más. Desde nuestro punto de vista, y más allá de los resultados electorales, este proceso tenderá a agudizarse en la medida en que el gobierno continuará profundizando sus alianzas con la burguesía, cediendo a las presiones de los patronos y el empresariado, situación que envalentonará aún más a los patronos para atropellar a los trabajadores. En nuestra opinión, el país va a hacia una crisis política y social de grandes proporciones. La confluencia de las luchas obreras por salario, en defensa de las contrataciones colectivas, por una parte; y de las comunidades, contra los apagones, por vivienda y por más y mejores servicios públicos, por otra, en algún momento hará eclosión, planteando con claridad la necesidad de avanzar realmente hacia el socialismo, expropiando a la burguesía y a las transnacionales, como única forma de resolver los innumerables problemas que aún padecen los sectores más pobres de la población.
Es imperativa la construcción de una alternativa revolucionaria de los trabajadores y el pueblo
Pero para lograr esto, es necesario que el pueblo y los trabajadores comiencen a construir una alternativa política, un partido revolucionario que acoja a los más dinámicos luchadores y activistas populares, estudiantiles y sindicales, un partido dispuesto a movilizar en dirección de la toma del poder para profundizar el proceso revolucionario hacia el verdadero socialismo y al poder de los trabajadores y el pueblo. Es necesario y urgente construir una opción revolucionaria que se levante como alternativa ante el desgaste del chavismo y su partido, y evite un repunte de los partidos de la oposición burguesa; que se convierta progresivamente en la herramienta de todo el pueblo y los trabajadores para profundizar el proceso revolucionario hacia un socialismo sin patronos ni empresas mixtas. El principal antídoto contra un eventual resurgimiento de los partidos de la burguesía es que el proceso revolucionario sigue vivo, y es a lo que apostamos en la tarea de impulsar la construcción de un partido de los trabajadores y el pueblo, que se erija en dirección de la revolución.
Caracas, 24 de noviembre de 2008