Nuestro país tiene una profunda debilidad estructural para lograr la consolidación de una revolución que desemboque en la reconstitución del Estado actual a un Estado Socialista. Esta debilidad parte de la carencia de cuadros que formulen y ejecuten adecuadamente políticas públicas socialistas, y aún más, que verdaderamente posean un espíritu socialista y una ética intachable en su accionar.
Nuestra revolución bolivariana ha tenido que basar sus acciones sobre algunos cuadros reproductores de modelos cuartorepublicanos, que ven a la política como un negocio y no como una forma de vida y de entrega al otro o a los otros. Después de 10 años de revolución bolivariana y de 4 años del anuncio de la construcción de un Estado socialista los avances en la formación y en la real transformación de valores ha sido nula, y las trampas del sistema para detener a quienes poseen las condiciones para profundizar una verdadera ética socialista con el ejemplo son interminables, ya que el camino se siembra de malas intenciones y conducen a desistir hasta al mas fuerte, prefiriendo retirarse antes que continuar arando en el mar.
El desarrollo real de una ética socialista que irrumpa de manera radical en nuestro proceso revolucionario se dará en el momento que se de un cambio inexorable de quienes desde arriba permiten que eso pase, pero además pasará cuando la impunidad desaparezca. La posibilidad de que la función pública pase a ser servicio público y que estos servidores ejecuten políticas formuladas por las comunidades pasa por generar las condiciones legales y normativas que permitan esta condición trasformadora, pero si en diez años no hemos trasformado las normas para lograrlo ésta negligencia propia de nuestro única responsabilidad no podrá nunca justificar acciones que violenten el Estado de Derecho, deberemos ganar legitimidad para generar la legalidad, ese es el camino revolucionario que hemos decidido ejecutar en Venezuela, o definimos de una vez hacer revolución con la violencia necesaria para irrumpir de una vez con los cambios más contundentes, y entonces esa sería otra revolución que no es la que hasta ahora hemos decidido con los votos. No descarto esta última opción, pero insisto, esta no es por la que hemos escogido con el liderazgo del presidente Chávez, por ahora.
Las contradicciones entre lo que se dice y lo que se hace en la vida de un ser humano, único que posee esa condición, es inevitable, pero el esfuerzo de hacer coherente el pensamiento y la acción es lo que forma la ética, y cuando ese pensamiento es crítico y humanista, entonces esa ética es socialista. El cómo lograrlo implica una profunda reflexión de vida sin negar la realidad y el contexto, pero nunca puede estar atada al exceso de presente, sino al deseo al logro de las utopías realizables, si no, la vida no tendría sentido y estaría destinada al fracaso.
Es también real el hecho de que nuestro proceso revolucionario se ha minado de gente que cree que son poseedores de la verdad absoluta y la soberbia los termina conduciendo a generar un terrible daño a la revolución por que alejan la voluntad de potenciales militantes. Toda política democrática y por ende socialista busca sumar, nunca restar y al enemigo neutralizar, cuando no sumamos, restamos y al enemigo exterminamos estamos desarrollando los principios de la antipolítica traducida en comportamiento fascistas, y en nuestro gobierno existes “seudodirigentes” que andan destruyendo cualquier esfuerzo por hacer de esta revolución una revolución no sólo de una mayoría relativa sino de todos.
El tiempo juzgará, por ahora pareciera haber más desacierto que aciertos en generar las condiciones para garantizar generaciones de relevo socialistas, y cuando se intenta con éxito, se atenta contra lo bueno para seguir imponiendo la kakistocracia (gobierno de los peores), ojalá podamos constituir una fuerza antikakistocrática para garantizar el cumplimiento de la tesis del buen gobierno. Esperemos eso llegue pronto en el marco de la 3R que no termina de arrancar con la fuerza que amerita nuestro país.
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