El poder es una circunstancia donde confluyen las condiciones necesarias para el control de los recursos que pueden conducir en la historia a la pena o la gloria y puede tener como desenlace el bien o el mal, y en torno a él se teje la más grande red de adulancias y admiraciones, envidias y deseos, amantes y amados.
Incluso, el poder logra en el camino a él desorientar y generar una serie de subcaminos que no conducen a nada o conducen a otros destinos insospechados inicialmente. El poder suele generar soledades profundas y compañías inciertas, y lo seguro es que se construye con peñascos de mentiras y desengaños.
El poder, desde su intimidad más agobiante eternamente estará acompañada de la traición, como condición natural de aquellos que se atraen por el poder y se suman al éxito sólo por el placer, él hedonismo y el dinero y al no encontrarlo de manera permanente buscan otros derroteros para la satisfacción de sus deseos más inmediatos de acumulación de cualquier cosa, acumulación capitalista igual.
La traición y la deslealtad son dos características fundamentales de aquellos que no tienen proyecto de vida, o su proyecto es no tener proyecto, pero para ser traidor o desleal se debe tener talento pero sin probidad, se debe aparentar tener la razón sin tenerla y se debe saber dividir sin que se note, manipular sin que se sospeche y dar la estocada final con elegancia, con guante de seda, y hacer notar que él o ella no fue, que fue otro. Este arte no todo el mundo tiene la capacidad de lograrlo, y en general se queda en una burda imitación de traición como acción desesperada por sobrevivir a costa de lo que sea, en una evidente situación de revelación como puñalada trasera a un amigo que confió profundamente en él.
La lealtad, por el contrario, es una condición humana, profundamente desprendida y a su vez, comprometida, que permite de manera inteligente continuar un proyecto en el que se cree, o una forma o estilo de hacer las cosas que satisfacen o convencen en cuanto a su trascendencia, y es ahí donde se generan las condiciones para la entrega. La lealtad además esta llena de duda pero jamás de traición, y se nutre de la entrega y de la superación de la duda, para así consagrar una satisfacción individual más trascendente a través de otros que han asumido una misma dirección.
¿Por cuál camino apostamos?, ¿qué conduce a la verdadera felicidad? Yo opto por el poder de la lealtad, ¿y usted?
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