El que ama la vida y no le tiene adversidad a la muerte puede ser revolucionario; sólo que, habría que preguntarse sobre el concepto de vida y lo que creemos después de la muerte. El que ama la sinceridad sin aspavientos y dice las cosas sin ofender, lejos de la discriminación cualesquiera que esta sea, podría ser revolucionario; el que es humilde en la percepción y uso de la vida, podría ser revolucionario; el que es justo, equilibrado, respetuoso y nada tortuoso, podría ser revolucionario; el que no miente al prójimo y no esconde intenciones desconocidas, podría ser revolucionario; el que entrega en transparencia su forma de vida y es un espejo que nada oculta, podría ser revolucionario; el que no guarda recelos xenófobos y acepta la condición social y la diversidad, podría ser revolucionario; el que no es calculador en sus propósitos y medroso en su andar, podría ser revolucionario; el que no engaña mintiendo y dice las cosas sin herir, podría ser revolucionario; el que es cortéz, amable y educado, podría ser revolucionario; el que solo habla y no ejecuta, jamás podrá ser revolucionario.
¿Hasta dónde podemos llegar en cada una de las interrogantes, reflexiones y/o afirmaciones anteriores?; pues bien, se puede ser revolucionario y cristiano, católico, musulmán o ateo y ser revolucionario, por supuesto, la pregunta pertinente es: ¿Cuál es el concepto de revolucionario?, existe tal concepto, es una creación humana por excelencia o ideológica por creación, para que exista un revolucionario, es inminente que tiene que haber el porque y el para que luchar; la revolución la hacen los revolucionarios aún equivocándose en los objetivos y metas; tan solo que, la concepción del mundo que se quiere es distinta a la realidad que se quiere transformar, si no es así, nada tendría sentido y la vida en revolución sería un vacío existencial.
No se puede ser revolucionario y conservador en una misma unidad de ser; el interés del revolucionario solo y único es la patria, la soberanía nacional, humanista en lo individual y colectivo, anticapitalista en uso y costumbres, no puede haber retórica en el decir de un revolucionario; el principio de actuación básico de un revolucionario es la humildad, una sola línea entre el decir y el hacer, no se nace revolucionario, el revolucionario se hace, se forma política e ideológicamente, el egoísmo y el individualismo se anteponen a la solidaridad y el colectivo cuando la actuación es antirrevolucionaria.
Es un estilo de vida, que debe derrotar a cada instante las reminiscencias del crecimiento cronológico y biológico, impuestas por el estamento sistémico capitalista y burgués, indudablemente que, no es tarea fácil y mucho menos de corto plazo; lo importante es la disposición a celebrar la unión del ser que se es, con el objetivo que se quiere; el éxito revolucionario en las relaciones interpersonales están directamente conectadas con la aprehensión de las ideas señaladas y las condiciones necesarias para alcanzar a ser un verdadero revolucionario. No se es revolucionario porque domines la teoría revolucionaria, poner en práctica lo que va más allá del conocimiento intelectual, es sencillamente, la condición natural del cumplimiento de la teoría con la práctica.
Y tan importante como todo lo anterior, es el operador político revolucionario que coadyuve a la facilitación y preparación de multiplicadores, concebidos en la formación descrita, que, preparados celebren el camino de la construcción y la incorporación de miles para el desarrollo de la practica revolucionaria repleta de compromiso, valentía con la suficiente sindéresis y sobremanera honestidad y lealtad a prueba completa.
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