Como consecuencia de las acciones transformadoras en la revolución bolchevique (1917) liderada por Vladimir Lenin, se inicia el proceso de Planificación de la economía o del desarrollo de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, Luego ese modelo de Planificación fue adoptado, con sus variantes particulares, por muchos de los países socialistas y capitalistas del mundo; hoy día la planificación es una especialidad profesional que poco a poco va construyendo nuevas teorías, métodos y técnicas para optimizar la aplicación de políticas públicas. En Venezuela se comienza a planificar en los inicios del Sesenta (Siglo XX) y queda establecido como obligación constitucional en 1999, en particular en el Artículo 299 que ordena: “El Estado, conjuntamente con la iniciativa privada, promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con el fin de generar fuentes de trabajo, alto valor agregado nacional, elevar el nivel de vida de la población y fortalecer la soberanía económica del país, garantizando la seguridad jurídica, solidez, dinamismo, sustentabilidad, permanencia y equidad del crecimiento de la economía, para lograr una justa distribución de la riqueza mediante una planificación estratégica democrática, participativa y de consulta abierta.”
Ahora bien, desde el año 2002 comienzan a crearse en cada Estado el Consejo de Planificación y Coordinación de Políticas Públicas y en cada Municipio el Consejo Local de Planificación Pública; espacios regionales y municipales de Planificación establecidos en los Artículos 166 y 182 respectivamente. Más reciente aparecen los Consejos Comunales, que vienen a fungir como espacios comunitarios para planificar y ejecutar políticas públicas bajo el control de quienes son o deberían ser los beneficiarios. Sin embargo, por las naturales contradicciones entre un modo de gestión que vivimos en el siglo XX y el que surgió a partir del último año de ese Siglo, no hemos logrado consolidar el sistema nacional de planificación; además como un adagio popular dice que “el Zorro pierde el pelo pero no las mañas”, se quedaron en los espacios públicos muchos “Zorros” viejos que a través de sus malas costumbres evitan el fortalecimiento del Poder Popular y sabotean la posibilidad de hacer gestiones de gobierno verdaderamente “democráticas, participativas y de consultas abiertas.”
Hoy muchos gobernantes se olvidan olímpicamente del compromiso anunciado en la campaña electoral que precedió la consulta electoral, es así como muchos pueblos habitados por los que eligieron al gobernante (regional o municipal) de turno permanecen en el más abyecto abandono y desidia. Generalmente los entornos integrados por personas llenas de avaricia, mezquindad, odio e ignorancia; muy cerrados alrededor del gobernante, haciendo las veces de “asesores políticos”, generan conspiraciones inexistentes, animadversión hacia otros integrantes del partido de gobierno, crean conciliábulos para trancar a tal o cual funcionario de menor nivel y a la larga terminan creando la anarquía y el caos donde ellos operan a sus anchas, sacando provecho personal en detrimento de los ciudadanos electores, quienes habían cifrado sus esperanzas de bienestar en una buena acción de gobierno articulada con todos los niveles.
La garrulería mediocre de algunos voceros de gobierno, que a diario se oye por medios de comunicación anunciando el socialismo, no pasa más allá de la hipocresía y falsedad enorme de quienes trasmutaron de adecos o copeianos a neorrevolucionarios pequeño burgueses. No es congruente decirse o jactarse de ser revolucionario o bolivariano y en la práctica se comporta perjudicando a las grandes mayorías para favorecer a sus más cercanos adulantes, los mismos que lo llenan de estupidez y odio, elementos estos que al final lo conducen al estercolero de la historia política.
Si de verdad cada gobernante quiere ser coherente con el discurso transformador del líder de la revolución venezolana, su gestión de gobierno debe partir del compromiso adquirido y continuar permanentemente con la planificación especializada y metódica, acompañada de las experiencias y expectativas populares de quienes le otorgaron, en la consulta electoral, el mandato con las esperanzas de un mejor porvenir. Lo contrario es creerse ellos la octava maravilla del mundo y a nosotros como los soberanos… pendejos.
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