La Rusia de Lenin: ¡Y las revoluciones de hoy!

“Todo hombre es tonto de remate al menos durante cinco minutos al día. La sabiduría consiste en no rebasar el límite”.

Elbert Hubbard…..

La entrada de Rusia en la I Guerra Mundial agravó aún más la situación del país, uniendo el descontento por la guerra (levas forzosas, humillantes derrotas militares, enorme número de bajas), el colapso económico y el endurecimiento de las condiciones de vida. Esta situación provocó numerosos disturbios y protestas, negándose en febrero de 1917 las tropas de la capital (Petrogrado, la antigua San Petersburgo) a reprimir las mismas. A continuación se formó un Soviet de obreros y soldados, controlado por mencheviques y social-revolucionarios. Se da inicio así a la Revolución de febrero de 1917, sucediéndose rápidamente los acontecimientos. Tras un acuerdo entre representantes de la disuelta Duma y el Soviet se formó un gobierno provisional de corte liberal presidido por el príncipe Lvov, mientras que poco después abdicó Nicolás II y finalizó la monarquía zarista. El gobierno provisional decidió continuar la guerra pese a su impopularidad, al tiempo que concedía la amnistía y anunciaba una próxima asamblea constituyente.

La situación del país era entonces compleja por la coexistencia de dos poderes, el gobierno provisional y los soviets, representados por el Soviet de Petrogrado. En abril cayó el primer gobierno provisional, formándose otro de coalición en el que aparecían también mencheviques y social-revolucionarios. Ese mismo mes regresó a Rusia Lenin, formulando con las Tesis de Abril las reivindicaciones de los bolcheviques (fin a la guerra imperialista, paso a la fase proletaria de la revolución, creación de una república de soviets, nacionalización de la tierra y la banca). La impopularidad de la guerra, las nuevas derrotas militares, las manifestaciones de protesta, la carestía y la difícil situación económica originaron la caída del príncipe Lvov. Desde julio el social-revolucionario Kerenski dirige un nuevo gobierno de coalición, que inicia la persecución de los bolcheviques. Sin embargo poco después debe contar con el apoyo de éstos para abortar el intento golpista del general derechista Kornilov. En todo caso la posición del gobierno continuó debilitándose por la situación económica, militar y política, capitalizada por la oposición de los bolcheviques, que comienzan a obtener mayoría en los principales soviets, incluidos Moscú y Petrogrado (éste dirigido por Trotsky).

En octubre, Lenin regresa de Finlandia y lanza la consigna de “todo el poder para los soviets”, al tiempo que la dirección bolchevique decide tomar el poder mediante una insurrección. El 25 de octubre se inició la Revolución Bolchevique, al hacerse los revolucionarios con el control de Petrogrado, a la que siguieron rápidamente las principales ciudades de Rusia. Inmediatamente se forma un poder basado en los soviets, que llega a un rápido armisticio con los alemanes (seguido por la paz de Brest-Litovsk en marzo de 1918) y procede a la nacionalización de la banca, la supresión de la gran propiedad agraria, el control de las fábricas por los soviets obreros y la proclamación de la igualdad y el derecho a la autodeterminación de los pueblos de Rusia. Sin embargo los bolcheviques sólo alcanzan un 25% de los escaños en la Asamblea Constituyente que no acepta el poder de los soviets, optando la Guardia Roja por disolver la asamblea en enero de 1918. Poco después se reúne el III Congreso de los Soviets, que se declara heredero de la constituyente, aprobando en junio la Constitución de la República Socialista Federativa Soviética Rusa, con el objetivo de formar en torno a ella una estructura federal basada en el poder de los soviets de obreros, soldados y campesinos. La revolución hubo de hacer desde su inicio frente a difíciles circunstancias, tanto por la caótica situación económica del país como por el surgimiento de múltiples sectores de oposición, incluyendo militares y fuerzas zaristas, separatistas ucranianos y de otras zonas, liberales, mencheviques y social-revolucionarios. Desde el verano de 1918 los sectores contrarrevolucionarios (el llamado Ejército Blanco) desencadenan una guerra civil, aprovechando el descontento de muchos campesinos y grupos étnicos, hasta alcanzar en 1919 el control de buena parte de Rusia.

A su favor cuentan además con la abundante ayuda militar y financiera de las potencias aliadas (especialmente EEUU, Gran Bretaña, Francia y Japón), que además decretaron el bloqueo del Estado soviético. Sin embargo los bolcheviques reaccionaron con la organización del Ejército Rojo, dirigido por Trotski y caracterizado por su disciplina y eficacia, reconquistando la mayor parte del país a lo largo de 1920, pudiendo darse por finalizada la guerra con su victoria en 1921. Algunos focos insurreccionales aún se mantuvieron a lo largo de los años siguientes, accediendo además a la independencia Polonia, Finlandia y las repúblicas bálticas. Además el costo de la guerra fue enorme, al causar cinco millones de muertos, numerosos heridos y mutilados, una gran sangría económica e incontables pérdidas materiales. Desde el punto de vista político y económico el gobierno soviético desarrolló en este período el “comunismo de guerra”. Políticamente se tendió a una mayor centralización, reforzando la autoridad de los órganos del poder soviético (controlado por los bolcheviques), al tiempo que se suprimió la oposición, se creó la policía política o “Tcheka” contra los grupos opositores y se reprimieron las protestas campesinas y el levantamiento de los marinos de Kronstadt. Para eliminar la aspiración a una restauración zarista, la familia imperial fue fusilada en julio de 1918. En lo económico, el fracaso de las primeras medidas (autogestión obrera de las fábricas, incautación de las tierras por los campesinos) y las necesidades impuestas por la guerra, llevaron también hacia la centralización y el control estatal, a través de la nacionalización de la mediana y gran industria, el monopolio estatal del comercio, la autarquía ante el bloqueo exterior, la planificación central de la economía, la imposición de un servicio de trabajo obligatorio, la derogación parcial del dinero, la socialización de la tierra y las requisas de productos agrarios para permitir el abastecimiento urbano. La política internacional de los bolcheviques en este período se basó en la esperanza de una expansión del impulso revolucionario ruso a otros países europeos.

En efecto, la situación de descontento popular y el derrumbamiento de las potencias centro-europeas, unidas al ejemplo soviético, dieron lugar a una oleada revolucionaria en Alemania (derrocamiento de la monarquía en 1918, sublevación espartaquista en 1919 e intentos comunistas en 1921 y 1923) y Hungría (revolución comunista encabezada por Béla Kun en 1919, aplastada poco después), lo que fue unido a un recrudecimiento de las luchas obreras en otros países. En este ambiente se creó en 1919 en Moscú la III Internacional o Komintern, que pretendía sustituir a la socialdemócrata II Internacional. A diferencia de ésta, la III Internacional se constituyó con la concepción de un solo partido del proletariado internacional, disciplinado y centralizado, como se ponía de manifiesto en las “21 condiciones” exigidas para el ingreso, que se mantuvo siempre dependiente esencialmente de la URSS. La creación de la nueva internacional supuso una histórica escisión en el seno del socialismo de tradición marxista, surgiendo en la mayor parte de los países partidos comunistas separados de los socialdemócratas.

Fuente: Ojos de papel.

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Edgar Perdomo Arzola

Analista de políticas públicas.

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