Salvemos al mundo… Construyamos el socialismo

Lo proclamó Rosa de Luxemburgo ya avizorando el crack del 29 y las cíclicas crisis económicas del capitalismo. ¡Socialismo o Barbarie! El socialismo como único camino para la salvación del planeta y sus habitantes, para la construcción de una interacción más justa con la naturaleza; de nuevas relaciones de producción basadas en las necesidades del pueblo. El capitalismo es la barbarie misma; la explotación del ser humano al servicio del capital, la sobreexplotación de la naturaleza y sus recursos. El capitalismo es un sistema en donde todo se compra y se vende, absolutamente todo se convierte en mercancía; incluso el mismo ser humano y su fuerza de trabajo.

Ya lo dijo Néstor Kohan: “Cuando hoy hablamos de “barbarie” estamos pensando en la barbarie moderna, es decir, la civilización globalizada del capitalismo. Nunca hubo más barbarie que durante el capitalismo moderno. Como ejemplos contundentes pueden recordarse el nazismo alemán con sus fábricas industriales de muerte en serie; el apartheid sudafricano —régimen político insertado de lleno en la modernidad blanca, europea y occidental— o los regímenes militares de contrainsurgencia de Argentina y Chile, que realizaron durante la década del ‘70 un genocidio burocrática y mecánicamente planificado aplicando torturas científicas y dejando como secuela decenas de miles de desaparecidos”.

Cuando decimos barbarie, hablamos del mayor asesino en serie de toda la historia de la humanidad: el capitalismo. El que en su fase superior denominada por Lenin: el imperialismo; es el causante de que sea el mismo ser humano una especie en extinción. Un sistema antagónico a la justicia y la vida, que incrementa las riquezas para unos pocos y la miseria para las grandes mayorías.

Los gritos de los barbudos que entraban de verde oliva a la habana, empuñando sus fusiles y gritando: ¡Patria o Muerte! Exclamaban la necesidad irrefutable de construir un mundo distinto, de construir la patria socialista. Los campesinos sandinistas de la década de los 60, que levantaban las banderas de la revolución y gritaban; Patria Libre o Morir. Exigían la irrenunciable tarea de una Nicaragua socialista. "Nuestra esperanza sólo puede venir de los sin esperanza." Escupían las paredes de aquel mayo francés del 68, protagonizado por movimientos estudiantiles que más allá de las reivindicaciones educativas, demandaban la necesidad de un mundo más justo.

El presidente Chávez en Copenhague, sin perderse en laberintos bizantinos, acusó al sistema capitalista como el único causante de las desgracias que sufre el planeta y su gente. Igualmente Evo Morales, quien además de acusar al sistema capitalista como único culpable del asesinato del mundo, propone la creación de un “Tribunal de Justicia Climática”. Tribunal que serviría para juzgar a los países que sigan contaminando y destrozando la tierra.

Copenhague pasará a la historia como una vergüenza para la humanidad. Los representantes del poder no pudieron ponerse de acuerdo para la salvación del planeta; entre divagaciones y el poco compromiso por la vida, fracasaron ante las acusaciones valientes que surgían desde el ALBA y un mundo que crujía desde afuera. “No cambien el clima, cambien el sistema”

Los pocos esperanzadores informes científicos, anuncian el inminente colapso del planeta en poco tiempo. El capitalismo no está ni estará nunca dispuesto a asumir perdidas para la supervivencia del planeta. Es el socialismo el único camino para la supervivencia; no es esto una consigna retórica, es la solución posible para un mundo que reclama, que cese la extraña cultura capitalista de la autodestrucción.


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Adal Hernandez


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