Anónimo
El cristianismo
surgió como una verdadera Revolución Social. Su protagonista,
Jesús de Nazaret (Jesucristo, denominado así luego de su crucifixión
por mandato del gobernante romano, Poncio Pilatos), encierra la característica
mítica de un visionario; de un hombre que con las palabras amor y paz,
condensó los anhelos de un pueblo judío incrédulo y carente de valores
humanos. Más tarde, con Constantino, el cristianismo será declarado
religión y sus apóstoles, que habían diseminado las enseñanzas de
Jesús por los territorios del antiguo Imperio Romano, conformaron,
encabezados por San Pedro, la Iglesia Cristiana.
A partir de
entonces la presencia del pensamiento cristiano ha oscilado entre la
sociedad civil, la comunidad de creyentes y el poder político (sociedad
política). Un oscilar que va desde las ideas puras de amor hacia la
humanidad, hasta el dogmatismo férreo de un culto a los valores prescritos
en los textos sagrados. En lo que respecta a los textos sagrados existe
cierta variabilidad, puesto que si bien es cierto, que la creencia en
un solo Dios motoriza la religión contemporánea, no lo es menos que
existe más de un texto que se erige como genuino exponente de los mandatos
de ese único Dios. Pero ese pensamiento de eminente peso mítico y
religioso se pronunció, no sólo acerca de los problemas que atañen
al alma, sino también de los que atañen al hombre, como ente social
y político, en su constante lucha por sobrevivir dentro de un sistema
civilizado: la sociedad.
En la doctrina
cristiana los elementos esenciales que interesan al federalismo parecen
ser la negación de la relación persona-sociedad. El individualismo,
doctrina que insiste en la realidad de lo individual y lo concreto,
había situado al Estado y al individuo frente a frente. La doctrina
cristiana tiende a subsistir esta idea por la síntesis necesaria entre
persona y sociedad. Cabe destacar la diferencia que establece la doctrina
cristiana en cuanto a los objetivos individuo y persona.
Para el cristianismo
“individuo” equivale a una especie de átomo psicológico abstracto,
considerado como señor de sus propios fines. La “persona” constituye
un ser real, con vocación sobrenatural. La persona está ligada a los
lazos sociales. El aporte del cristianismo a la idea Federal está en
“impulsar a sus pensadores políticos a reunificar el federalismo,
a utilizarlo en su totalidad, a la vez en el orden interno y en el orden
internacional”.
En la medida
en que los pueblos fueron compenetrándose más con las ideas del cristianismo,
fue surgiendo una alternativa política que abrigaría las inquietudes
religiosas a la par que las sociales. Así, y de un conjunto de costumbres
y tradiciones, enmarcada en la premisa de salvar a la sociedad mediante
la restitución de un rango social a la iglesia y la instauración de
un sistema de corporaciones que encadenen a todas las clases en los
derechos y deberes de una comunidad sólida, surge la Democracia Cristiana.
Esta, como movimiento, no es más que “círculos puros de pensamiento
y de doctrina”, a la vez que se constituye en grupos de acción.
La idealidad demócrata-cristiana presenta en forma definida e inequívoca su mensaje de justicia social e internacional, de respeto a la dignidad de la persona humana y de solidaridad universal. En el espacio de la idea Federal, la democracia cristiana ha buscado el federalismo internacional. En esta corriente de pensamiento el federalismo tiende a encontrar su unidad y se desarrolla, a la vez, en el plano de la organización de las sociedades nacionales y en el de la comunidad de naciones.
En lo que respecta al sindicalismo revolucionario existen tres fórmulas que lo definen como un movimiento de dimensiones federales. La primera, que encara la estructuración del sindicalismo como tal, en pequeños grupos autónomos que trabajan en coordinación y que manejan sabiamente el principio de replegarse y distanciarse en los casos en que la unidad sea objetivo necesario en la conquista de un fin. La segunda, que corresponde a la táctica de huelga general, consiste en la descentralización del ataque. La tercera fórmula, se funda en la apropiación de la economía por parte de los trabajadores y la posterior formalización de la misma, a través de una federación general de trabajadores. El sindicalismo revolucionario permanece anclado en una sola dirección: todo verdadero socialismo está sustentado por el trabajador libre en el taller libre; el trabajador dueño de su propio instrumento de producción, de trabajo.
Hablar de marxismo-leninismo,
no es hablar del pensamiento de Karl Marx. Aquél es una interpretación
llevada a una praxis revolucionaria (Revolución Rusa de 1917); éste
corresponde a un pensamiento teórico de carácter filosófico, social
y económico, que valiéndose del materialismo dialéctico, formula
su visión de la sociedad capitalista en el siglo XIX. En
el primero, descuella la figura de Lenin (1870-1924); y en el segundo
la de Marx (1818-1833) y la de Engels (1820-1895).
El Marxismo
es un método de análisis económico-político, concretamente
enfocado por Marx sobre el capitalismo.
Marx, en su exposición analítica más trascendental (“El Capital”),
analiza la sociedad capitalista y la expone con sus errores y aberraciones.
Como modelo alternativo, propone la “revolución proletaria”. Pero
esta revolución debe darse por un proceso de continuas transformaciones
que culminen en una abolición del Estado explotador.
Estas ideas
políticas se encuentran en el “Manifiesto Comunista” de 1848. Claro
está, las apreciaciones de Marx nunca se formaron como praxis en el
lugar que él lo esperaba (Inglaterra), sino en Rusia zarista, a comienzos
del siglo XX.
Marx abogaba
por un centralismo; había que suprimir a la clase burguesa privilegiada,
pero no así a la institución estatal. Esta mantendría que permanecer
a fin de organizar la nueva sociedad y crear condiciones para que la
libertad e igualdad de los hombres subsista. Al ir el Estado cumpliendo
estos objetivos inmediatos de la revolución, va sembrando las bases
de una conciencia de clase y por ende, de una conciencia social, que
encaminaría al poder proletario hacia un comunismo que daría por terminadas
las funciones del Estado. Lenin asume también esa idea transitoria
del Estado en su fase socialista, pero vislumbra la necesidad de fortalecerlo
para que el verdadero cambio vaya dándose con los correctivos necesarios
que le impidan corromperse o flaquear en lo futuro.
La substitución del Estado burgués por el Estado proletario es imposible sin una revolución violenta. La supresión del Estado proletario, es decir, la supresión de todo Estado, solo es posible mediante un proceso de “extinción”. Pero el proyecto no lleva a concretarse; la s realidades históricas le dan un vuelco. José Stalin sucede a Lenin a su muerte y transforma los objetivos de la revolución. El Estado Socialista Soviético pasa a conformar, específicamente a raíz de la Segunda Guerra Mundial (1945), un Estado Socialista con pronunciados matices de despotismo.
En este tiempo
se fortalece la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS),
y los países satélites, generando una política federal característica.
Dicha política resalta en tres campos de aplicación. El primero plantea
esencialmente cuestiones tácticas, pues afecta a los problemas de organización,
a los métodos de acción del movimiento obrero. El segundo corresponde
a la presencia del movimiento obrero, de diferentes nacionalidades,
en una comunidad estable, históricamente constituida, de territorio,
lengua, vida económica y formación psicológica comunes, que se calificó
de Nación. A diferencia ésta de la Nación del régimen capitalista,
que no hace más que propiciar la división de clase y fungir como instrumento
al servicio de la clase dominante. Y el tercer campo, la descentralización
ideológica, a nivel internacional, de las ideas socialistas, a fin
de crear focos anexos que propicien un internacionalismo de la revolución,
como sabiamente lo había planteado Trotsky (1879-1940) en los inicios
de la revolución proletaria.
A partir de
1987 se inició en la URSS una ola de cambios muy significativos.
Lenin había logrado organizar el partido, imponer luego el comité
central en lugar de la organización del partido y por último, un dictador
que reemplazaba al comité central. Lenin caracterizó su autoridad
en su personalismo; Stalin por su parte, lo hizo en la violencia del
aparato. De un centralismo democrático se pasó a un centralismo burocrático
(a tal respecto el Nobel Camilo José Cela, expone que a raíz de la
muerte de Lenin, lo que prevaleció fue una “dictadura del funcionariado”).
La URSS ya había muerto en sus objetivos ideológicos desde 1924. Pero
un nuevo líder, educado en esa escuela ideológica de Lenin y Stalin,
Mijail Gorbachov, había logrado en 1987 llevar un Estado Centralizado
y ortodoxo hacia una apertura democrática que redimensionó los postulados
marxistas-leninistas y se enrumbó hacia una descentralización del
poder político; igualmente Gorbachov, ayudado por ese espíritu descentralizador,
puso las bases para una economía capitalista, para bien o para mal,
o hasta en contra de su voluntad.
El territorio
donde existió la URSS es ahora una Comunidad de Estados Asociados
e Independientes. Los países satélites que conforman la URSS han iniciado
hoy por hoy un camino de autodeterminación. La política se maneja
en estos territorios, a través de un discurso de unidad, de resguardo
de la dignidad y libertad y de un proceso, quizá muy lento, de apertura
comercial que logre expandir el beneficio de la capacidad adquisitiva
y del desarrollo económico en la región. A nivel internacional se
ha mantenido una política de unidad, de respeto a las reglas del Departamento
Internacional y de muta cooperación, tanto con los pueblos vecinos
como con los de otros continentes.
Estas características
definen claramente la nueva idea Federal de la Rusia post URSS Por un
lado, la unificación interna, y por otro, la integración a una comunidad
internacional.
El anarquismo,
por su parte, ha sido más extenso en su aporte a la Idea Federal. Proudhon,
como uno de los primeros que abarcó la federación como contrapartida
de la teoría de Estado y, al mismo tiempo, de la economía política
clásica, fundamentó su aporte a la idea federal en la argumentación,
según la cual, “en la federación los atributos de la autoridad central
se especializan y restringen, disminuyen en número y en intensidad
en los gobiernos centralizados los atributos del poder supremo se multiplican
y extienden.
Para Proudhon,
el objeto de la federación (o federaciones), consiste en sustraer a
los ciudadanos de los estados contratantes de la explotación capitalista
y bancocrática tanto en el interior como en el exterior. En su conjunto,
estas federaciones, forman la federación agrícola-industrial.
La federación
agrícola-industrial es para Proudhon el eslabón más importante; el
que redefine el concepto del contrato social (cambiando la idea de Rousseau,
sobre un contrato entre el Estado y la sociedad, por un contrato entre
los hombres), y formaliza la figura del contrato como la de un pacto
“sinalagmático y conmutativo”; trata de sustituir con su propuesta
de una federación agrícola-industrial, el feudalismo financiero por
un conjunto de pactos libres.
En tanto, la
cosmovisión de Proudhon sobre la federación agrícola-industrial,
le lleva al corolario: “Todas mis ideas económicas pueden resumirse
en tres palabras: federación agrícola-industrial”.
Los seguidores
de Proudhon desarrollaron variantes en la concepción de la idea federal,
Mijail Bakunin plantearán l organización gubernamental en el plano
de abajo hacia arriba, tomando como base de la descentralización del
poder político la comuna (o municipio), y generando una conciencia
colectivista según la cual la tierra y los instrumentos de producción
deben ser comunes. El pensamiento bakuniniano tuvo gran acogida en la
España de la Guerra Civil (1936-1939), creándose, ciertamente, praxis
anarquista en algunas regiones, como Cataluña.
Kropotkin, el príncipe uso, desarrolló igualmente un pensamiento acorde con las líneas federalistas de Proudhon, diferenciándose, sin embargo, en que concentraba todo su esfuerzo n el grupo básico de todo federalismo: el Municipio. No intenta un trabajo de erudición en cuanto a generar una nueva versión del federalismo. Se contenta con los aportes de Proudhon y Bakunin, y se inserta en la reconstrucción del edificio federal desde abajo y la idea de la libre federación para con esa unidad territorial, económica y cultural que es el Municipio.
A nivel económico
profesa un comunismo anarquista, el cual se va a basar en dar a cada
uno según su capacidad y según su necesidad. La distribución aparece
jugando papel predominante. En líneas generales, el anarquismo atomizó
sus aportes a la idea Federal en un programa de organización desde
las estructuras sociales más distantes del influjo de la toma de decisiones
políticas (la comuna, el Municipio), hasta las cúpulas de dirección
administrativa, pasando por una abolición total de las instituciones
estatales, hasta llegar a una sociedad natural que forme y trasmita
su propia naturaleza material, intelectual y moral, sin la imposición
de una clase dominante ni de los intereses despóticos que fecundan
al Estado. El anarquismo en la Idea Federal rescata el principio de
integridad que el respeto a la dignidad humana da.
El cristianismo
reunifica la idea Federal colocándola en una organización interna
y externa que se encamina, a través de la derivación política de
la doctrina demócrata-cristiana, a una búsqueda de la unidad que permita
salvar a la sociedad mediante la restitución de un rango social a la
Iglesia y la instauración de un sistema de corporaciones que encadenen
a todas las clases en los derechos y deberes de una comunidad.
El sindicalismo
revolucionario, por su parte, experimenta un nuevo modelo de protesta.
Basándose en la premisa de autogestión (todo verdadero socialismo
se basa en el trabajador libre en el taller libre; el trabajador dueño
de su propia fuerza de trabajo); dirige sus acciones a una descentralización
de la huelga, como instrumento táctico; y a la conformación de una
Federación General de Trabajadores, por la vía de la apropiación
de la economía por parte del movimiento obrero organizado.
El marxismo-leninismo
desarrolla un aporte a la idea Federal basado en el discurso de unidad
y en la conciencia de nación. Esta conciencia nacional pretende consolidar
las bases de un sistema Socialista que se imponga como segundo
frente en el Orden Mundial. A su vez, la expansión ideológica hacia
el exterior, convierte al extinto sistema soviético en uno de los constructores
de un bloque ideológico y político distinto al Capitalismo Occidental,
generando en el ámbito de la comunidad Internacional un lugar de respeto
y poder decidor.
El anarquismo
surge como una respuesta a un mal enfoque liberal de las relaciones
del Estado con la sociedad. Plantea, en su tesis más amplia, la organización
social basada en el libre acuerdo, que lleve a sus últimas consecuencias
lógicas el federalismo liberal, integrando lo político-administrativo
dentro de lo económico-social.
Resaltan, en esta tendencia del pensamiento, Proudhon, con su propuesta del contrato federal y el mutualismo económico; Bakunin, con su organización desde abajo hacia arriba y su colectivismo económico; y Kropotkin, con su anteposición de las necesidades a las obras y su comunismo que resalta la primacía de lo humanitario sobre lo legal.
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