Por estos campos de Montiel…

Entre los políticos maniobreros no me ha quedado otro camino que conducirme como un provocador, y entre intelectuales como un desgarbado aventurero. Pasé 36 años como profesor universitario, nunca fui ni siquiera consejero de Departamento, ni jamás me postulé para nada. Me daba verdadero dolor de cojones tener que pedirle el voto a alguien. No quería que alguien creyera en mí y que pusiera su esperanza en que le resolviera algo, porque desgraciadamente la política en nuestro país muchas veces se entiende como la solución inmediata de algo personal. Sobre todo en el mundo de las universidades donde casi todas sus contractuales criaturas piensan con el vientre, con las agallas abultadas en algún bono extra de cada mes o de cada día, con una casita en el campo, con el veraneo, algún crucero por el Caribe o el Mediterráneo. Me parecía repugnante, digo, pedirle el voto a alguien porque me escamaba cuando me lo venían a pedir a mí. Es como si te estuvieran manoseando por lo bajo.

Toda acción politiquera siempre me ha parecido de lo más bajo y detestable. Y conmigo nadie contaba para esas cosas, por lo que los candidatos me evitaban en las campañas electorales. Fui muy antipático en mi desempeño como profesor de la ULA, y gracias a Dios viví en ese mundo bastante aislado. Solitario, escéptico y frontal. No obstante mi estilo no podía ser sino radical, y si hubiese querido dedicarme a la demagogia habría pasado por toda la gama de altos cargos polítiqueros a los que tanto cocochueco aspira en este país: rector, diputado, ministro, laureado académico, etc.

La pura verdad.

Prácticamente me dediqué a atacar sin tapujos a la burguesía; la iglesia merideña pidió mi execración. Le eché una gran vaina al doctor Eurípides Moreno del diario católico “El Vigilante” porque se atrevió a publicar mis artículos. Baltazar Porras se indignó y echó de ipso facto al pobre Eurípides. Esa vaina, de veras me dolió. El vicerrector Académico Leonel Vivas pidió mi expulsión de la ULA por las denuncias de corrupción universitaria que hacía en varios periódicos nacionales; dos poderosos bufetes de abogados me demandaron, uno de ellos el de Allan Brewer Carias; varias instituciones de la ciudad me declararon persona non grata, entre ellos el Colegio de Periodistas y el Colegio de Médicos. Los Miquilenistas del MVR allanaron el diario “Frontera” solicitando un artículo mío para proceder con otra demanda (¡Cómo me odiaban en el MVR por mis ataques sin compasión a Luis Miquilena, así como me odiaban los comunistas por yo despellejar a Petkoff y a Pompeyo Márquez!). Escribí con Giandomenico Puliti “Obispos o Demonios”, a quien asesinaron a pocas de presentar juntos un libro en APULA, y corrió la voz por ciudad: “el próximo serás tú, Sant Roz”.

Para completar, recientemente también fui demandado por gente del PSUV. En el juicio llegué a ver hasta camaradas que hacía poco me abrazaban y elogiaban.

Sin medias tintas la ultraderecha ordenó buscarme el 11 de abril de 2002, para eliminarme. Personajes muy poderosos, como el ex rector y ex senador José Mendoza Angulo, el ex gobernador William Dávila Barrios, me han señalado como enemigo público número de la oposición en Mérida. El actual gobernador de Mérida Marcos Díaz Orellana y una larga lista del Buró del PSUV en Mérida me odian a muerte. Han lanzado contra mí marchas, han hecho reuniones extraordinarias para despedazarme. Esta es una historia sin fin. Si usted busca una razón para atacarme, para odiarme sin medida y sin cuento, quizá no encontrará otra que mi posición de no transigir con la traición, con los negocios, con las melosas mentiras con las que tratan de embaucar a medio; siempre he despreciado a los medias tinta, demagogos y farsantes.

Acabé por inscribirme en el PSUV, y me uní al Batallón que quedaba en el Galpón de Pedro, por la Pedregosa Sur, el llamado Batallón Giandomenico Puliti, y religiosamente asistía a sus reuniones todos los sábados. Mi presencia allí causaba gran escozor entre maniobreros del PSUV. Finalmente, uno se encuentra totalmente solo en este mundo de acuerdos, codazos y negocios de partidos que heredamos de la IV republiqueta. Uno ve a ciertos personajes que se postulan para la AN, y uno se dice: “¿para que vengan estos tipos a cogerse el poder, es por lo que luchamos por el socialismo?” Imagínense ustedes señores, que pueda salir electo ese que mientan el “Fantasma” Diógenes Andrade, del cual hablaré largo y tendido en un artículo próximo. Imagínense.


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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