“No basta con decirse revolucionario y dar mil discursos de ética, honestidad y compromiso. No basta con decirse tener moral y cualificación para ocupar responsabilidades de Estado. Es necesario, o mas bien, fundamental ser modesto; dar el ejemplo de sencillez. Es la cualidad de un dirigente más apreciada por el pueblo. Su confianza en la revolución depende de nuestro ejemplo”. Palabras -no textuales- del Comandante Fidel Castro.
En el famoso discurso de la Universidad de la Habana, año 2005, el Comandante Fidel había alertado sobre los peligros internos promovidos por las desviaciones de algunos, y que podrían hacer reversible la Revolución Cubana. Fidel decía: “Lo que no ha podido hacer el imperialismo lo haremos nosotros mismos”. El Comandante hacía hincapié en el ejemplo revolucionario; en la ética, además de la eficiencia, que el funcionario de Estado debía cuidar. Tiempo después de ese discurso tuvimos oportunidad de visitar la Habana. En suelo cubano, una pequeña pero muy significante anécdota nos sirvió para constatar lo consecuente del discurso de Fidel. De pronto algo llamó nuestra atención. Era el año 2006, y el Comandante Fidel continuaba al frente de la dirección del Estado cubano. El vehiculo taxi en que nos desplazábamos tuvo que hacer una parada ante un repentino cambio de luz de todos los semáforos de la avenida, pues, se habían activado los dispositivos de seguridad porque se acercaba el coche de un alto dirigente de la revolución. Nuestro prevenido taxista había identificado el vehiculo. Era el Comandante Raúl Castro que conducía un sencillo LADA ruso, y lo hacia sin la compañía de caravanas de escoltas. La cronometría de la seguridad cubana nos impresionó mucho. Pero quizás, nuestra mayor impresión fue constatar el ejemplo de sencillez de un alto dirigente de esa revolución. En Cuba, su vanguardia predica con el ejemplo. La revolución cubana entiende que la ética del dirigente es más importante que el dominio de la retórica, su liderazgo o experiencia. La opulencia es castigada como un acto de traición.
Nos encontrábamos en Cuba por la celebración de la Comisión Mixta entre ambos países. Correspondía reunirnos también con algunos ministros y altos dirigentes de la administración del Estado cubano. El ejemplo de Fidel y Raúl lo vimos repetirse en el resto de los cuadros políticos-técnicos de ese país. A la reunión asistieron numerosos ministros cubanos en sus LADA que conducían ellos mismos. Su vestimenta era la misma que conocemos: las típicas guayaberas blancas, y la relación personal de los ministros cubanos hacia los trabajadores era de camaradería.
Es cierto, revolución no es sinónimo de un “fetiche de pobreza”, pero tampoco de opulencia y despilfarro. En la Revolución Bolivariana sus altos dirigentes obran de forma contraria. Caravanas de vehículos de lujo (4x4) circulan transportando a nuestros “exquisitos” funcionarios públicos. No existe un sólo despacho ministerial donde la opulencia y el derroche de lujo no muestre su arrogante descaro. La herencia 4ta republicana, el espíritu pequeñoburgués de muchos funcionarios venezolanos mella en la consciencia y desmoralizan a nuestro pueblo. Gracias a ellos el discurso de la canalla burguesía encuentra eco. La acanalla no tiene por qué esforzarse para descalificar y desprestigiar al gobierno, pues, nuestros “ilustres” funcionarios le ahorran el trabajo.
Mientras no termine de organizarse el PSUV. Mientras nuestros ministros sigan sin comprender el poder que infunde el ejemplo de la sencillez, y, por el contrario, continúen encerrados en sus cómodos despachos, atrapados entre los papeles y el burocratismo. Mientras sigan siendo pasivos y permisivos ante el opulento, oportunista y corrupto. Mientras tanto, contribuyen con la canalla en hacer mellas el discurso ético y moral que personifica el Comandante Chávez.
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