Existen multitud de documentos que analizan el mismo problema fundamental que viene presentando el proceso de cambios que lidera el presidente Hugo Chávez. La página web Aporrea ha realizado un valiosísimo aporte a la profundización de este debate. Realmente lo que se plantea en Venezuela luego del histórico triunfo obtenido en el referéndum del 15 de agosto, es la disputa por el rumbo que toma la revolución. En aras de aportar a este debate precisamos lo siguiente:
1) El triunfo de Chávez en el referéndum significa una nueva y contundente derrota del imperialismo norteamericano y de sus representantes en Venezuela. Haber logrado el 60 % del apoyo popular luego de casi seis años de gobierno es algo sin precedentes en la historia latinoamericana. Este triunfo abre el camino a la victoria de los candidatos chavistas en las elecciones regionales del 31 de octubre, y coloca a Chávez en una posición de fuerza electoral prácticamente invencible con miras a los comicios del 2006.
2) El hundimiento electoral de la derecha proimperialista, unido a su escasa fuerza conspirativa, tiende a colocar el centro de las contradicciones sociales al interior del propio chavismo. Es decir, las disputas fundamentales ya no se presentan en el terreno que hemos transitado en el período 2001-2004, el de la conspiración imperialista para derrocar por cualquier medio al gobierno de Chávez. Ahora, la conflictividad social se está trasladando a los propios partidos, movimientos y sindicatos que apoyan la revolución.
3) Lo anterior no significa que el imperialismo no pueda, incluso en el corto plazo, recuperar la fuerza que desarrolló durante el año 2002. Mientras el capital siga hegemonizando nuestra estructura económica, siempre estará a la orden del día la posibilidad de que cualquier sector dirigente del proceso, civil o militar, sea comprada su conciencia por el poder financiero de las multinacionales y traicione la revolución del mismo modo que lo hicieron Miquilena y tantos otros. Es decir, la contrarrevolución puede volver a fortalecerse, pero partiendo del interior mismo de la revolución. El camino que siguió Miquilena pueden seguirlo otros en el corto y mediano plazo.
4) El fortalecimiento de las tendencias que no desean un cambio profundo ni en el aparato del Estado y mucho menos en la estructura económica, es un fenómeno que avanza a costa del desplazamiento de grupos y movimientos populares organizados que han sido hasta hoy un elemento clave y fundamental para lograr la derrota de la oposición en el golpe del 11 de abril, la huelga petrolera, la guarimba y el referéndum.
5) El peso cultural de la vieja política está ganando la pelea al interior de las fuerzas pretendidamente revolucionarias. Los partidos como el MVR, PPT y Podemos no han logrado nunca desprenderse de las prácticas clientelares y oportunistas que caracterizaron a los partidos puntofijistas. Igual fenómeno se presenta en muchas organizaciones populares no partidistas. Esta circunstancia ha impedido considerablemente la eficacia de los planes de desarrollo económico y social que ha adelantado el Estado venezolano en estos seis años de revolución. Conquistas fundamentales del proceso constituyente, como los Consejos Locales de Planificación como expresión de la democracia protagónica y participativa, o la reivindicación del derecho de los pueblos indígenas a poseer sus tierras ancestrales, no han logrado ir más allá de la letra impresa de la Constitución Bolivariana.
6) Resalta la ausencia de una fuerza revolucionaria nítidamente perfilada ante la población, que se presente como alternativa ante las tendencias neo-adecas que han infiltrado toda la estructura del Estado y dominan a los partidos y grupos más representativos del chavismo. Los revolucionarios genuinos y consecuentes abundan en este proceso, pero están dispersos, desorganizados, sin un programa político que los aglutine, absortos en la actividad de base o aislados en cargos administrativos, que les ha impedido hasta ahora incidir con fuerza en la direccionalidad de la revolución.
7) Las actuales contradicciones presentes en el chavismo por la proliferación de candidatos a las elecciones regionales, no necesariamente implican que en alguno de los bandos enfrentados esté la razón o la ”línea justa”. En muchos casos, se están enfrentando tendencias burocráticas que desean controlar y fortalecer sus espacios de poder dentro del Estado. Estas disputas se extienden al terreno sindical, en el cual los sindicatos que se dicen chavistas se pelean entre sí por ocupar el espacio dejado por el derrumbe de la CTV. En todos estos conflictos figuran igualmente fuerzas populares y revolucionarias que enarbolan los principios que han guiado este proceso y que son reivindicados constantemente por el presidente Chávez, como son: la participación popular protagónica, la economía social solidaria, los intereses nacionales, la diversidad cultural, el antiimperialismo, el integracionismo latinoamericano.
8) Esta realidad que se extiende por todo el país exige que los revolucionarios intervengan decididamente denunciando a los sectores que se oponen al cumplimiento de las ideas fundamentales de esta revolución bolivariana. Hay que combatir a los aventureros y oportunistas que se disfrazan bajo un pretendido discurso radical para embaucar a sectores populares y ponerlos al servicio de proyectos personales. En los meses que siguen, la disputa por definir el rumbo que toma la revolución signará la realidad política venezolana. De lo que hagamos los revolucionarios depende el futuro de la patria. Hay que dar un paso al frente, hacerse presente en la lucha de tendencias, contribuir cada día a perfilar mejor un programa revolucionario a la vez que se desenmascara a los reformistas y oportunistas. La construcción de plataformas unitarias, la edición de periódicos y documentos para la discusión, el trabajo conjunto en las comunidades, son elementos a fortalecer en lo inmediato. Deben constituirse fuerzas revolucionarias en los sindicatos, en los medios alternativos, entre los estudiantes, profesionales, campesinos, cooperativistas, ecologistas, indígenas, en todas las misiones, al interior de las instituciones del Estado, en las fuerzas armadas. Proponer un Plan Nacional de Emergencia que profundice las conquistas de la revolución mediante la movilización del pueblo y el ejercicio de la contraloría social. La historia no espera, debemos llenar el vacío de dirección revolucionaria que ha tenido este proceso desde 1999. Y esa dirección revolucionaria sólo puede construirse si considera la diversidad presente en las tendencias transformadoras que existen en el país. Ningún grupúsculo podrá estar en capacidad de incidir realmente en el proceso político venezolano. Construir una fuerza revolucionaria de dimensiones nacionales, que arrastre tras de sí a toda esa energía transformadora que el pueblo ha manifestado reiteradamente desde 1989. Ese es el reto que asumimos, para estar a la altura del glorioso legado de nuestra historia.
Roberto López Sánchez (Historiador, profesor de LUZ).
Movimiento 13 de abril – Proyecto Nuestra América.
Maracaibo, Septiembre de 2004.
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