Contra la UE y el FMI, los trabajadores griegos abren el camino

Hace tan sólo una década, hablar de “potencias” era hacerlo de USA, de Alemania y de Japón. Hoy es hablar de USA, China, India y la nueva Rusia. Japón se ha sumido en el estancamiento y Eurolandia se desliza hacia la bancarrota. Se enfrenta a graves riesgos económicos que, según algunos, pueden conducir a la larga a la desaparición de la divisa comunitaria.
 
Ante la peor crisis capitalista desde la Segunda Guerra Mundial los gobiernos de Eurolandia, bajo los dictados de la Comisión Europea y del Banco Central Europeo, se han lanzado a sostener los beneficios de sus bancos y grandes corporaciones mediante la inyección de colosales sumas. Pero ello ha precipitado a sus cuentas públicas en complicadas, incluso dramáticas, situaciones.
 
Los criterios de convergencia que esta Europa de los banqueros estableció en Mastrique eran muy claros, sobre todo en cuanto a las finanzas públicas. El déficit público no debía superar el 3% del PIB y la deuda pública el 60%. Pues bien,  al día de hoy, el incumplimiento en estas materias afecta a las 16 naciones que integran la Unión Monetaria. Alemania, Austria, Bélgica, Chipre, Eslovaquia, Eslovenia, España, Finlandia, Francia, Grecia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Malta, Países Bajos y Portugal. ¿Y las perspectivas? En los próximos años todos los Estados miembros superarán el límite de déficit público del 3%. Por su parte, la deuda pública alcanzará  de media en 2012 el 87% del PIB, 21 puntos más que cinco años antes y 27 por encima de lo fijado en las bases de la UE.
 
La amalgama monetarista de países con estructuras económicas muy desiguales, ha determinado un impacto asimétrico de la crisis, que hunde a los países más débiles en un deterioro que puede ser irreversible. En cuanto al déficit público, casos extremos son los de España (16,3% del PIB), Irlanda (14,3% del PIB), Grecia (13,6%) y Portugal (9,3%). Respecto a la deuda pública, Grecia se lleva  la medalla de oro (149% del  PIB), Italia la plata (115,8%), y Bélgica el bronce (96,1%).
 
Si Grecia está en el punto de ignición del incendio europeo no es por ser la única nación que ha “suspendido en los deberes” impuestos por la dictadura del monetariado. Es por la intensa exposición de la banca tanto francesa como alemana a la deuda pública griega. Según datos recopilados por FT Alphaville a partir del informe del Bank of International Settlement (BIS), los bancos de Francia tienen en sus balances más de 107.000 millones de euros en bonos griegos y los alemanes más de 64.000 millones de euros.
 
Ante esta situación, hemos asistido durante semanas a la escenificación de un conflicto entre los grandes partidos políticos del eje franco-alemán y los conglomerados del capital financiero. Las iniciales negativas de Merkel a rescatar a ningún país han expresado su temor cierto a sufrir consecuencias electorales; igual ocurre con Sarkozy. Sin embargo, estaba cantado que triunfaría la presión de los bancos, fondos de inversión y sociedades financieras alemanas, francesas, etc. que se han hecho de oro prestando astronómicas sumas a las entidades bancarias y gobiernos de Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España, países a los que, cuando la crisis se ha agravado, insultan con el calificativo de PIIGS (cerdos en inglés). Si este capital financiero no recobra lo que ha prestado, Merkel y Sarkozy tendrían que intervenir de nuevo en su ayuda mediante nuevos planes de rescate internos, en medio del hundimiento de las bolsas y continuos retrocesos del euro frente al dólar. Por ello al final han decidido “salvar” a Grecia. Quede claro que no van a Grecia a sacarla de la crisis, sino a cobrar, al precio del hundimiento heleno en un estancamiento histórico.
 
Se ha decidido un rescate de la deuda griega por un montante de 110.000 millones de euros: 80.000 millones serán préstamos bilaterales de los países que comparten la moneda única y el resto lo aportará el Fondo Monetario Internacional. Alemania participará con 22.000 millones, el 27% de la aportación que le corresponde a los miembros de la zona euro. España aportará 3.672 millones de euros en 2010 y en total, a lo largo de  tres años, 9.792 millones de euros, el 12,24% del total.
 
A cambio de este rescate, se impone un plan de ajuste que supone esquilmar brutalmente a los sectores asalariados, de autónomos y pequeños negocios, los que siempre pagan las crisis capitalistas. Significa aplastar a las fuerzas vivas de la nación griega.
 
Funcionarios: congelación salarial hasta 2014; suspensión de las pagas extraordinarias para los que ganen más de 3.000 euros mensuales; recorte de los complementos salariales en un 8%. Sector privado: abaratamiento del despido; suspensión de las pagas extraordinarias;  reducción en el pago de horas extras.  Incremento de impuestos indirectos, que recaen esencialmente sobre los sectores populares: el IVA subirá dos puntos hasta el 23%; aumento de impuestos especiales e  incluso un impuesto “verde”.  “Liberalizaciones” a favor del gran capital: privatización de empresas públicas y venta de paquetes accionariales en manos del Estado. Reducción de las pensiones y ampliación de su base de cotización. Los que ya están jubilados verán como se menguan sus ingresos mediante la supresión de pagas extraordinarias.
 
Ahora bien, todo ello abre una perspectiva abismal. Por un lado, se ha sentado un precedente: todos los llamados PIIGS confían en que van a ser “salvados”.  Y mientras viene el “rescate”, es de suponer que, sea bajo el mando de gobiernos conservadores o gobiernos socialistas, van a seguir con sus programas de déficit y endeudamiento, lo que hará precisos planes de ajuste cada más devastadores, con el riesgo de inflamar crecientes explosiones sociales. La lucha de los trabajadores griegos es sólo un comienzo. Por otro, lado, no es lo mismo rescatar a Grecia, e incluso a Portugal, que rescatar a España, cuarta economía de la UE. Tienen que “salvarnos” y, a la vez, no hay dinero en Eurolandia para ello, lo que implicará el desembarco a toda pastilla del FMI, que ya se ha colado en el rescate de Grecia. Se desvela el carácter irrisorio del proyecto de Eurolandia, su incapacidad para afrontar las contradicciones que suscita. 
 
La cadena de la UE amenaza romperse por sus eslabones más débiles. La construcción de una nueva Europa puede iniciarse con los levantamientos nacionales de los PIIGS, que deberán romper con el euro y echar por la borda a sus oligarquías económicas y políticas, que se han acogido a una dominación de usureros y eurócratas. Con sus huelgas, concentraciones y marchas, ocupación de las calles y asedio de las instituciones centrales de la partitocracia, los trabajadores griegos han iniciado el camino.
 
Eurolandia rueda por la pendiente y no debe importarnos. Está ya en la fase en que, para mantener su tinglado, debe pisotear sus propias reglas. No sólo no hay nadie que cumpla los criterios de Mastrique en cuanto a deuda y déficit. Además, los préstamos bilaterales entre Estados están prohibidos, al igual que intervenciones como la del FMI.
 
Nos importa, en cambio, salvar  los valores europeos genuinos: la verdad racional como fundamento de todos los valores; los métodos científicos como fuente de progreso tecnológico; la democracia, el concepto de ciudadano, la república, la nación política, la separación radical del orden político del religioso, la búsqueda incansable de una alternativa socialista, etc. La Eurolandia burguesa empantanada en el relativismo y el nihilismo no ha dejado de escupir sobre todos y cada uno de esos valores. Es necesaria una nueva Europa.
 
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