La opción Brasil-Turquía

La impactante pero no sorpresiva presentación pública del acuerdo tripartito de Brasil, Turquía e Irán sobre el cambio en el extranjero, del uranio pobremente enriquecido (al 3%) por uranio enriquecido al 20%, para ser utilizado en las plantas iraníes de investigación, ha tenido un impacto directo en el proceso de negociaciones que, en el seno de la Organización Internacional de Energía Atómica, OIEA, y en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, se venían realizando, con vista un nuevo ciclo de sanciones, esta vez más retorsivas, contra la República Islámica de Irán, promovidas por los Estados Unidos, con el apoyo de Inglaterra Francia y Alemania.

A todas las evidencias y seguridades presentadas en las comisiones de investigación y los propios datos que el espionaje gringo y de otras potencias occidentales tienen y que confirman de manera indubitable la imposibilidad técnica de utilizar el uranio enriquecido por Irán en sus plantas para la fabricación de bombas nucleares y, la demostrada incapacidad actual de los científicos de ese país para controlar el ciclo completo de un arma nuclear; los gobiernos de los Estados Unidos, han respondido con campañas de mentiras y sanciones políticas y económicas e, incluso, con el chantaje de acciones militares, dirigida supuestamente, a destruir la amenaza global que representaría una República Islámica de Irán dotada de armamento nuclear.

La comunidad internacional esta cada vez mas convencida y, el acuerdo Brasil, Turquía e Irán lo ratifica, que las acusaciones norteamericanas, igual que en el caso de las vertidas contra la República de Irak, en los tiempos de Saddam Hussein, no son más que maniobras políticas dirigidas a aislar a la dirigencia islámica de Irán, justificar una posible agresión militar y, intentar paralizar el inmenso potencial de desarrollo de un país, llamado a convertirse en una gran potencia científica, tecnológica y económica en este mismo siglo, apuntalado por sus inmenso recursos, su elevada capacidad financiera, su creciente aparato económico y su importante comunidad científica.

El acuerdo de Teherán terminó de despejar cualquier duda sobre la sincera voluntad de la República Islámica de Irán de cumplir con el espíritu y la letra del Tratado de No Proliferación Nuclear, al garantizar que el uranio suministrado por Brasil y Turquía no tendría un enriquecimiento superior al 20% - lo cual hace imposible la fabricación de armas nucleares – y que el mismo sería únicamente utilizado para las investigaciones científicas y la generación eléctrica; lo cual estaría garantizado, no solo con la intervención de Brasil, actual miembro del Consejo de Seguridad de la ONU, y por Turquía, aliado estratégico de los Estados Unidos en esa región, sino por la siempre abierta posibilidad de la vigilancia de los inspectores de la Organización Internacional de Energía Atómica.

El acuerdo tripartito sobre el uranio iraní, no solo destruye los fundamentos de las maliciosas acusaciones imperialistas contra la República de Irán y desmonta las conspiraciones occidentales dirigidas a justificar una agresión militar contra el pueblo iraní, sino que favorece a los países que, como Venezuela, aún contando con inmensa riqueza petrolera, valoran la importancia de la investigación de la energía atómica para el desarrollo la producción de electricidad y aplicaciones médicas, con impactos ambientales menores que los combustibles sólidos, las cuales pueden ser compartidas con los países amigos como Brasil y Argentina, con el fin de fortalecer su seguridad energética en este siglo, sin las interferencias ni amenazas del único país que ha utilizado esa extraordinaria energía para masacrar cobarde y criminalmente a cientos de miles de civiles japoneses en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda
Guerra Mundial.

Yoel Pérez Marcano

yoelpmarcano@yahoo.com


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