Es fresca la noticia en Internet; una ciudadana en París, Alice Moura, anuncia la posibilidad de amigos alquilados, para ayudar a ciertas personas que hacen turismo solitario, o bien un grupo de amigos o una pequeña familia. Consistiría, en muchas ciudades, empezando por París, Nueva York, Shanghái i muchísimas más, ir creando agencias para que un “amigo” alquilado, les muestre las ciudades en muchos de sus sitios más hermosos, llamativos o interesantes. Se supone desde luego que eso implica unas tarifas altas capitalistas i que el amigo compartirá las comidas, las entradas a los cines, espectáculos diversos, paseos, etc. Además, él decide, no el solitario o el grupo. Es obvio que hacer turismo solo, debe ser, no solamente más difícil, sino aburrido, o sentirse de alguna manera desprotegido. Te da un dolor, tienes un accidente o necesitas cualquier ayuda como utilizar un teléfono para buscar, sobre todo si es un joven mui inexperto, que no conozca el idioma a usar o que no tenga planes preconcebidos. Por eso acompañado de otro o de varios, la cosa es distinta.
Sin embargo esto no es nada nuevo, a menos que se esté planificando para hacerle un lucrativo negocio. Hace ya unos cuarenta años atrás, cuando visité con mi familia de entonces, esposa cuatro hijos, i una sobrina, a países como Inglaterra, Bélgica, Holanda, Dinamarca, Suecia, Finlandia, Rusia, Polonia, Austria. Alemania, Bélgica otra vez de regreso, Francia i España (en ese orden), llevando planes de recorrido, libros guías, mapas comprados a la entrada a las ciudades, selección de hoteles, etc., para nada se necesita alquilar amigo o amiga que introduce un agregado ajeno. Empero, en todas las ciudades hai guías turísticos, o tours que se compran i especifican todo. I hablo de esto para decir lo que me sucedió en Rusia, especialmente en Moscú que es una ciudad grande, con muchísimos sitios interesantísimos que visitar empezando por el Kremlin i sus templos bizantinos, nichos de tumbas e íconos, i edificios anexos: la Plaza Roja, Museos, San Basilio, etc., un inmenso Parque de Exposiciones Universales i el Pabellón de la Era Espacial o vuelos espaciales. Llegué a un hotel céntrico, de estilo gótico, de unos 38 ó 40 pisos, el Ucrania, con algunas limitaciones como en los ascensores, que no pueden ser utilizados para una o pocas personas, sino que, cuando se llenaba, entonces el ascensorista lo ponía funcionar; también mui estricto la hora de las comidas i por tiempos limitados i fuera del horario, casi imposible conseguir comida, a no ser frutas o chocolates; lo que se solucionaba entrando en la disciplina del tiempo. Sin embargo nos notificaron desde el primer día que teníamos a nuestra disposición un guía turístico por parte del hotel, absolutamente gratis i que no puede aceptar propinas; i, aunque siendo nosotros de habla española, estaban escasos de guías que hablaran ese idioma, porque había llegado a Moscú una tour d 70 autobuses procedentes de España. Por eso el primer día nos dieron un guía que hablaba portugués i nos podíamos entender (el chiste dice que es “el español mal hablado”) ; el segundo día una guía de habla francesa que lo hablábamos mi señora i yo, más los dos varones. Era una muchacha bella i solamente aceptó que le regaláramos como recuerdo, una foto que nos hicimos con la cámara Polaroid, que la asombró su revelado instantáneo; el tercer día una muchacha jovencita, de 17 años aunque aparentaba menos i hablaba un español perfecto, con la que visitamos la Universidad, entre otras muchas cosas, i nos hizo un reto en las avenidas entre los jardines que lleva a distintas facultades: si consiguen alguna basura, incluyendo chicotes de cigarrillos, me ganan una apuesta. Recuerdo también que al comentarle lo malo de las carreteras de Leningrado a Moscú pasando por Nóvgorov, donde dormimos, (interesante i linda la ciudad) con muchas cúpulas bizantinas en templos i edificaciones importantes, i el escaso número de vehículos circulando; me respondió: porque tenemos los mejores trenes del mundo i los preferimos a los automóviles o autobuses (el Metro, sus trenes i estaciones lo confirman). Por cierto, le pregunté que si había viajado a España para aprender el español, i nos dijo que todavía no había viajado al exterior i que aprendió el idioma en la Escuela de Turismo. Fue, como todos, una guía i una amiga mui simpática. Ejemplo que debemos aprender nosotros, si queremos fomentar bien el turismo. El cuarto día, nos tocó un guía en inglés, idioma que mi esposa dominaba bien i algo sabían los hijos que se entendieron frente al hotel con un señor que nos quería comprar dólares, para visitar la tienda del hotel, de las llamadas Berióskas en ese i otros pocos hoteles, donde vendían mercancía occidental, incluyendo cigarrillos como el Phillips Morris o el Camel. De manera pues, que eso no es nuevo i además choca el decir “amigo alquilado”; se alquilan los caballos, las calesas o coches para inválidos, pero alquilar un amigo es negocio capitalista, es degradar la persona a animal o cosa, simplemente porque la amistad no se compra, los sentimientos no son mercancía. El guía o la guía no dejan de ser amigos circunstanciales, que se relacionan con uno por la educación, pero que se pongan sentimientos de amistad en la relación, es una ilusión.
I en cuanto a hacer turismo solo, es posible hacerlo a ratos. Mientras los míos dormían en los hoteles hasta las 9 de la mañana i luego consumían tiempo con el desayuno, yo salía tempranito a caminar las ciudades, me metían iglesias (abiertas desde temprano i algunas son casi museos), parques, cafetines, etc., o como hice dos veces en Viena, cuando al lado del teatro de la Ópera, conseguí una calesa con cochero español, un viejo catalán alegre i chistoso, que me paseó por los menos dos horas i media por Viena, dándome explicaciones i mostrándome sitios especiales como la Casa del Dolor, donde murió Mozart. Luego me llevaba al hotel. En otra oportunidad, salí a buscar leche para nuestra hijita de unos cuatro años, en Praga, caminando solo por sus calles a las 11 de la noche, con un librito de alemán en la mano, para entenderme en los sitios. Conseguí en otro hotel más moderno, una torrecita de unos 8 ó 10 pisos, i me la echaron en una botella de vidrio parecida a la de pepsi. I no me perdí, porque mentalmente me iba haciendo un mapa mental o dejando puntos de referencia. Lo bueno de los viajes, entre otras cosas, es que uno se siente un hombre común, cuyos apellidos no dicen nada, pero eso enseña a vivir, aprendizaje que observo, no logran los políticos. Vemos pues, una intención comercial capitalista, en lo que piensa la Sra. Moura; i una actitud, socialista, lo que experimenté en Moscú.
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