¿Cómo se puede amar a un país por el sólo hecho de nacer ahí si te han oprimido durante toda tu vida?

1. Si hubiera nacido en Inglaterra, los EEUU, la India o Egipto, sería igual al hecho de haber nacido en México. Pienso que lo mismo estaría odiando a sus gobernantes, a sus medios de información, la explotación y la opresión. No me sentiría “orgullosamente” del país donde nací porque en lugar de admirarlo me daría vergüenza decir que soy inglés, gringo, hindú, egipcio o mexicano. ¿Por qué defender en mi caso a México si durante siglos un puñado de grandes propietarios, de ricos, de millonarios y políticos ha impuesto su ideología, su dominación y sus formas de vida? Si no fuera consciente de esa realidad estaría gritando: México, México, como México no hay dos”, pero el sólo saber que el 70 por ciento de la población vive en la pobreza y la miseria y que menos de mil familias han vivido y viven como reyes me hacen pensar que digo que soy mexicano porque aquí tengo mis registros.

2. Me viene esta reflexión porque veo “la idiotez” que está provocando el campeonato de fútbol, no sólo entre el pueblo humilde enajenado y enloquecido por los medios de información que actúan por órdenes de la clase empresarial y política, sino incluso entre sectores que se dicen progresistas y luchadores sociales como La Jornada, el programa de Carmen Aristegui, los profesores de la CNTE, los electricistas y otros que luchan, que por ese hecho demuestran un enorme inconciencia. ¿Creen acaso que esos espectáculos no tienen ideología, que son deportes neutrales y “los ha adoptado porque nacen de las entrañas del pueblo”? ¿Creen que Calderón ordenó que todos los vean y él mismo se fue a Sudáfrica, sin pensar que el fútbol es una forma de dominación del pueblo y había que aprovecharlo? Me imagino al pobre pueblo mexicano gritando y aplaudiendo al México que lo mantiene en la miseria, el hambre y la opresión.

3. ¿Qué gane México a Sudáfrica?, no; que pierda los dos primeros partidos para que esos medios de información y sus campañas de enajenación se calmen. Para que los electricistas, mineros, oaxaqueños, triquis, juarences, regresen a su realidad, rompan los velos de la droga enajenante que les tapan los ojos y los oídos y enfrenten las cosas como son. Quizá incluso, ante la rabia y desesperación, se atrevan a retirar esas enormes pantallas televisivas que les han puesto para mediatizarlos y joderlos más. ¿Cómo es posible seguir gritando como tontos a favor de un país que los ha sometido? Pienso que son los ricos, los explotadoras y opresores quienes sí deberían alabar a México por las cuantiosas riquezas que les ha entregado. Pero los pobres, que nada tienen que agradecer a una patria que no los quiere, que los ha jodido junto a su familia. ¿Gritan acaso por México por la intensa propaganda recibida?

4. Por eso se ha dicho, el mismo Marx lo planteó, que el nacionalismo es brutal. Ha sido el origen de todas las guerras, invasiones, rapiñas, de las luchas por mercado. En México no existía formalmente hasta que José Vasconcelos, el intelectual fundador de la educación pública –en nombre de la sagrada Revolución- llevó en 1921 a todos los estados de la República la llamada “identidad nacional”, es decir, la “misión cultural” para que el pueblo entienda que pertenecía a un territorio con fronteras, tenía una bandera, un escudo, un himno, una Constitución y leyes a las que debía someterse y obedecer; para que comprenda que “tenía libertad, pero no mucha, sólo aquella limitada por los derechos de los demás, de los poderosos”; que debería sujetarse a una serie de disposiciones para luego no recibir castigos establecidos en las leyes por la clase dominante.

5. ¿Qué harían los 70 millones de pobres –explotados, jodidos y sin dónde refugiarse, es decir, sin el fútbol, sin la vírgen María, sin Semana Santa, sin Pedro Infante, sin decir que “como México no hay dos” y sin unas cuantas “chelas” (cervezas)? Quizá sin ese colchón necesarísimo “para descansar el alma”, los orillarían al suicidio. Eso es lo que saben empresarios y gobierno y se aprovechan para profundizar esas creencias que ayudan a desviar los problemas tan agudos que tienen los explotados. Quizá por eso el filósofo Sartori escibió que “un hombre que pierde la capacidad de abstracción es incapaz de racionalidad y es, por tanto, un animal simbólico que ya no tiene capacidad de sostener y menos aún para alimentar el mundo construido por el homo sapiens”. ¿Se pretende acaso mediante esas campañas enajenantes hacer que el pueblo no pueda diferenciar entre una persona o un sistema u otro?

6. Pero carajo, tampoco es fácil no enajenarse o alienarse para salvar la vida. ¿Si no tienes, TV, fútbol, telenovelas o “un perro que te ladre” (como dicen por aquí) para distraerte, para “olvidar” o calmar las broncas del trabajo, la miseria y el hambre, con qué salir o escapar de los problemas? ¿Si alguien no encuentra en qué enajenarse: en acumular dinero, ser político, prostituirse, emborracharse, fumar mota, leer y escribir, cómo dejar el cerebro vacío, sin pensar nada, tal como aconseja el hindú Krihnamurti?

Quizá por eso existe mucho miedo a la soledad o a quedarse sin nada de dónde asirse o “agarrarse”. Aunque parezca autoritario da la impresión que la gente necesita una protección, una seguridad, algo que la proteja frente a este mundo que no puede entender ni explicarse. Por eso las religiones, los íconos, los dioses y los héroes anidan en los corazones que quienes los necesitan.

7. Por ello hay que entender y explicarse por qué Marx señaló que “la religión es el opio del pueblo”. No lo hizo de manera despectiva sino como una forma de explicación para demostrar cómo el opio se había extendido en el mundo para desviar el pensamiento de los explotados y oprimidos. No fue una oposición “jacobina” para plantear que la religión era causa de todos los males; más bien era un efecto de una sociedad que buscaba refugiase en algo que le de fuerza para soportar sus problemas y sufrimientos. Ha sido el papel del fútbol, de los nacionalismos y patriotismos que tanto extienden las clases dominantes para tener mareado al pueblo y así controlarlo mejor. Si bien las sociedades racionalistas han usado la ciencia y la tecnología para dominar “científicamente” a los pueblos, también han conservado los dogmas y las pasiones para mantenerlos sin comprender los métodos de dominación.

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Pedro Echeverría V


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