Las informaciones según las cuales el presidente “continuo” de la Republica Arabe de Egipto, Hosni Mubarak, se encuentra afectado por un tumor maligno que lo puede conducir en poco tiempo a la muerte, incorporan un nuevo y peligrosos elemento a las tensiones que se viven en el Medio Oriente, en atención a la importancia geoestratégica y geopolítica de Egipto en la región y al papel que ha venido jugando en favor de los intereses norteamericanos y europeos en la volátil región medioriental en los últimos 30 años.
Oficial de fuerza aérea, combatiente de la primera guerra árabe israelí de 1.948 y estratega de la guerra de Yon Kipur , Mubarak se formó en la ideología del nacionalismo árabe predicada por el histórico dirigente egipcio, Gamal Abdel Nasser , ascendiendo en la dirección militar y política de la República Arabe de Egipto, alcanzando la vicepresidencia del gobierno de Anuar el Sadat hasta el asesinato de éste el 06 de octubre de 1.981 a mano de un grupo de oficiales nacionalistas egipcios que, de esa manera rechazaban los acuerdos de “Camp David” de 1978, durante la presidencia de Jimy Carter , suscrito entre el connotado terrorista sionista Benagen Beguin y el general Sadat, mediante el cual la República Arabe de Egipto firmó la Paz con el ente sionista de Israel, abandonado la lucha del pueblo palestino por su tierra y su derecho a un Estado Democrático en la tierra en la que han permanecido durante más de seis mil años.
Durante su larga presidencia, el general Mubarak se dedicó a construir un sistema político unipersonal, autocrático y altamente represivo de la disidencia interna, rompiendo sus lazos iniciales con la extinta Unión Soviética para establecer una relación estratégica con los Estados Unidos y sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte; lo que convirtió a la otrora amenaza egipcia, en el mayor receptor de la ayuda militar norteamericana; política que no estuvo dirigida a establecer un equilibrio de fuerzas entre árabes y sionistas en el Medio Oriente sino, por el contrario, con el fin de que se utilizara tal poderío para enfrentar toda revuelta interna que pusiera en peligro su hegemonía, además de servir un verdadero “gendarme” regional que vigilara y disuadiera las acciones de otros Estados como Libia, la Irak de Hussein y el Irán de los Ayatollas.
En el plano político interior, la cercana desaparición presidente Hosni Mubarak, pudiera iniciar un difícil proceso de reacomodos de poder en el Estado y la sociedad egipcia, dada la carencia en el escenario de un líder carismático al interior de las Fuerzas Armadas y del aparato del partido gobernante, en capacidad de mantener unido al aparato burocrático creado durante sus cerca de 30 años de gobierno y, el desafío que representa el generalizado malestar de la población por el aumento de la pobreza, la criminalidad y la corrupción de los funcionarios, la cual podría ser aprovechada por saliente Secretario General de la Organización de las Naciones para la Energía Atómica, OIEA, Al Baradhei quien, con la simpatía de la creciente disidencia política y social y el apoyo distante de los ilegalizados Hermanos Musulmanes, se ha estado preparando para llenar ese eventual “vacío de poder” aunque ello no signifique, en principio, un rompimiento radical con la política internacional sostenida por Mubarak respecto al conflicto palestino, las relaciones con el ente sionista de Israel y su alianza estratégica con los Estados Unidos y la OTAN.
Sin embargo, la salida de Mubarak inevitablemente afectará el centro hegemónico de poder sostenida por la agotada y desprestigiada vieja guardia militar-burocrática aliada a los Estados Unidos y a la OTAN, lo que podría llevar a reasumir el liderazgo del mundo árabe y musulmán por una solución justa y duradera para el pueblo palestino, basada en la decisiones históricas del a ONU, que incluya el derecho al retorno, la destrucción de los asentamientos sionistas en Cisjordania y ejercicio pleno del Derecho a su Autodeterminación, sin interferencias de potencias externas; cambios políticos fundamentales que podrían obligar a revisar la estrategia de la “Hoja de Ruta”, diseñada en el proceso de Oslo-Madrid y afectar el actual monopolio que el llamado “Cuarteto” (Estados Unidos, Unión Europea, Federación Rusia y el Secretario General de la ONU) y su emisario Tony Blair, tienen SOBRE el proceso de paz en el Medio Oriente.
Igualmente, con la cercana ausencia del “Raid” Mubarak del escenario medioriental, parece inevitable el resurgir del liderazgo panarabista del coronel libio Mohamar Al Kaddafi y la joven figura del Bachir El Assad, presidente de la República Arabe de Siria, ambos países integranrtes del proyecto de unidad histórica del pueblo árabe promovida por el líder Gamal Aabdel Nasser en los años 60’s del siglo pasado, el cual pudiera conducir a la construcción de un nuevo eje de poder árabe-musulmán en el cual se encuentren también, la Turquía de Ordogan y el Irán de Ameninejad, desafiando el hegemonismo usamericano y de su peón regional, el ente sionista de Israel.
yoelpmarcano@yahoo.com