De allí que cuando existe alguna controversia importante entre dos Estados o, en las organizaciones internacionales, la primera avanzada en el proceso de estudio y respuesta a las mismas es la representación diplomática que, bajo la dirección de las Cancillerías y las instrucciones de los jefes de gobierno, adelantan iniciativas dirigidas a superar la situación mediante el diálogo o en su defecto, aumentando los decibeles de confrontación – si ello le es conveniente -, siempre tomando en cuenta los intereses directos del Estado y su proyección en su área geopolítica de influencia.
La diplomacia no es “hipócrita”, porque su objeto de trabajo no son las personas sino las relaciones de Poder entre los Estados y, aunque hay quienes como la compatriota Mariadela Linares la consideran “un asco”, se trata de una vetusta institución imprescindible e insustituible para que los Estados construyan consensos en el seno de las organizaciones internacionales, necesarios para favorecer una solución política determinada o, agoten las vías del diálogo y las negociaciones que eviten el aumento de la crispación política, la ruptura de relaciones diplomáticas y de otra índole e, incluso., la confrontación bélica, que podría provocar profundos daños en las relaciones entre Estados afectados por una controversia y, que pudiera tener proyección sobre la región en la que están ubicados.
Por ello, tampoco podemos acompañar la visión simplista, desacalificadora y ofensiva de la compatriota Mariadela Linares, con la que compartimos los espacios de Aporrea.org, al referirse a las acciones diplomáticas dictadas por el Jefe de Estado y del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, comandante Hugo Chávez Frías y ejecutadas por el Canciller Nicolás Maduro Moros y nuestro embajador en la República de Colombia, Gustavo Márquez, por cuanto las relaciones con ese vecino país son, junto con las de Estados Unidos, las más importantes de nuestra política internacional, por lo que, del manejo acertivo y oportuno de las relaciones con tales Estados depende, no solo la suerte de la paz de nuestro pueblo y la consolidación de nuestra revolución bolivariana y socialista, sino el curso mismo del proceso histórico de cambio que vive actualmente nuestra América, razón por la cual, en las presentes condiciones históricas, está plenamente justificados todos los “pasos hacia adelante, hacia atrás, hacia los lados y hacia arriba si es necesario”, con tal preservar la entente política y militar con la élite oligárquica gobernante en Bogotá, que nos asegure condiciones de acumulación y consolidación de fuerzas propias y de nuestros aliados, con el fin de prepararnos para un hipotético escenario de enfrentamiento frontal con el imperialismo, en las mejores condiciones posibles.
La diplomacia, como todo el Estado y la sociedad venezolanos, está en proceso de transición del viejo comportamiento cuartarepublicano subalterno al imperialismo, hacia una diplomacia de dignidad, soberanía, amistad y solidaridad con todos los pueblos del planeta e integración con Nuestra América, para lo cual contamos, no solo con la visión del comandante Chávez y la capacidad política del Canciller Maduro, sino también con los aportes de experimentados diplomáticos de la talla de Roy Chaderton Matos y Jorge Valero, que han dado épicas batallas antimperialistas en la OEA y la ONU y, con un grupo de patriotas venezolanos y venezolanas que defienden “rodilla en tierra”, en los cinco continentes, los intereses del Pueblo, la Republica bolivariana y la revolución bolivariana y socialista.
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