1. El presidente Felipe Calderón enlistó, según el periódico El Universal de hoy lunes, cinco acciones a desarrollar este año lectivo para la mejora educativa: a) Impulso a los consejos escolares; b) Regular las tienditas y alimentos en escuelas; c) Un programa de fomento a la lectura; d) Un plan para apoyar en el conocimiento de matemáticas y e) Aplicación de la ciencia en la vida cotidiana; pero además de otorgar mil becas (mil becas para 32 millones de estudiantes) desde primaria hasta sus estudios universitarios. ¿Será que le inventaron las declaraciones o el reportero no se las tomó bien? Porque nadie puede creer que un presidente y el secretario del ramo sean tan imbéciles de reducir los grandes problemas –gravísimos- de la educación en México a cinco tonterías que nada tienen que ver con los verdaderos problemas. Sólo le faltó decir que van a reparar los mesabancos, comprar más pizarrones y limpiar los baños.
2. Los problemas básicos son los que definen la estructura central del sistema educativo y éstos no son otros que analizar y discutir: a) ¿Cuáles son los objetivos educativos, es decir, qué tipo de niños y jóvenes se están formando en México? ¿Se prepara a los estudiantes para ser mano de obra barata y sumisa para la producción o para dignificar los derechos humanos haciendo seres pensantes, creadores y críticos? ¿Qué ha pasado con la educación nacional y cuáles son las causas por las que junto a Turquía siempre ocupamos los últimos lugares? Por otro lado, b) ¿Por qué no se invierte en educación el ocho o el 12 por ciento del PIB –tal como lo hacen varias decenas de países- y por qué no se distribuye de manera correcta ese presupuesto, incluso, por qué se prefiere no gastarlo cuanto es evidentemente necesario hacerlo? ¿Por qué la educación pública ha sido abandonada para impulsar la educación privada con becas-crédito?
3. Podría aceptarse que la pobre opinión pública con pocas ideas, incluso que muchos humildes profesores que sólo saben repetir lo que oyen sigan pensando en que los problemas educativos son superficiales: de faltismo de profesores, de flojera de niños, de ignorancia de padres, de comisionados sindicales, mal estado de las escuelas y venta de drogas o de obesidad; esas son bobadas como las calderonistas. ¿Por qué se silencia que por lo menos el 70 por ciento de los estudiantes acude a la escuela con hambre, pensando en los problemas de su hogar y sus padres desempleados, con obligaciones de trabajar para ayudar en la casa, con falta de dinero para el transporte y, sobre todo viviendo en un ambiente social que no lo anima a estudiar? ¿Por qué no se aplica un presupuesto suficiente para cursos de actualización de profesores, para pago de salarios justos a todos los profesores, evitando desigualdades tan marcadas e injustas entre ellos?
4. Cuando el gobierno de Salinas negoció en 1992 el ingreso del país a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) –pensando en que con este paso México ingresaba al “primer mundo” y la educación mexicana tomaría el camino hacia la productividad empresarial, Salinas se comprometía a que las políticas del país en materia educativa pasarían a depender de las que trazaba el Fondo Monetario y el Banco Mundial. Así como desde 1946 dependíamos de la UNESCO sin haber cumplido nunca con el ocho por ciento del PIB que exigía para educación, 46 años después dimos “el salto al primer mundo” sin tener las condiciones para hacerlo. La revista Proceso publicó entonces: “Mientras para 1994 en México se gastaban (o invertían) 8 mil 226 por un acumulado de 18 años por alumno, en los países de la OCDE se gastaban 58 mil 716 dólares. Estos son los problemas a tratar y no otros como comer o no papas fritas.
5. Las preguntas son, ¿Para qué estamos preparando a los alumnos, qué tipo de seres humanos queremos formar; qué planes, programas, materias, nos sirven para prepararlos y si nuestros métodos –como profesores- han dejado de ser autoritarios, impositivos, incluso despóticos, y si resultan los adecuados para formar seres humanos libres, sin miedo a actuar y expresarse, así como dispuestos a dar solidaridad con el pueblo que con su trabajo hace posible la educación? No es un problema de que si el profesor usa saco y corbata, si se corta el cabello o no canta el himno nacional, esas son bobadas calderonistas. Lo importante es que nos demos cuenta que estamos formando seres humanos que viven en sociedad y que comprendan que juntos tenemos que luchar para que este planeta no se desplome en mil pedazos por causas de la destrucción del medio ambiente, por las guerras, por la explotación y por las enfermedades que hoy crecen.
6. En los últimos años se ha hablado de sexenios, décadas y de generaciones perdidas en México. Las universidades están rechazando al 50 y 80 por ciento de los jóvenes que presentan exámenes de admisión y el desempleo y subempleo sobrepasa al 25 por ciento de las personas en edad laboral. Se ha hablado, ya incluso con voz de alarma, de los famosos ninis (ni trabajo ni estudio) que han estado engrosando la emigración a los EEUU en busca de empleo, el trabajo informal y la llamada delincuencia. Incluso el narcotráfico ha engrosado sus filas con decenas de miles de jóvenes. ¿Qué hacen “las inteligentes” autoridades educativas del país? Pues declarar que los estudiantes no deben comer papitas para que no se pongan obesos, que promoverán la lectura y las matemáticas y demás lindezas que sólo dan muestra de ignorancia extrema. Desde la implantación del neoliberalismo la educación camina hacia su desplome total.
7. ¿Para qué carajos queremos 200 días de clase o 10 horas diarias sin lo que se enseña es pura ideología de la clase dominante, si lo que se busca es preparar mano de obra barata, si lo que se crea son seres dóciles y sumisos? Por encima de las formas lo que hay que cambiar de raíz son los contenidos, así como enterrar los métodos autoritarios. Así como el pueblo necesita una profunda revolución política y económica, también el sistema educativo debe trasformarse de fondo. Por eso la tarea de la CNTE, la organización independiente magisterial con 31 años de lucha, tiene que ir al fondo en todos los aspectos. No se trata simplemente de acabar con el charrismo sindical encabezado por la cacique Esther Gordillo, sino de extirpar todas las bases ideológicas que lo hacen posible. El terreno de la educación pública, gratuita, laica, popular –que hasta los años setenta predominaba en un 95 por ciento- debe ser recuperado con la combatividad del magisterio en lucha.